Reportajes y Especiales

Una casa resquebrajada cuenta la historia que se repite

21 de noviembre de 2020

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Norma Pérez

Texto y fotos

 

La noticia del año 86.

En 1986, Ciro Jorge tenía 23 años de edad y vivía con sus padres y ocho hermanos en el barrio San Diego, de Rubio. Desde esa fecha han transcurrido más de tres décadas, pero aún recuerda con profunda tristeza la noche del 27 de febrero, cuando comenzó a llover  y un vecino les avisó que salieran porque el río “Carapo” se desbordaba.

“Todos corrimos, pero mi mamá regresó a la vivienda a tratar de salvar unos pollos que estaban dentro; tras ella fueron mis dos hermanas; se quedaron encerradas dentro de la casa, esforzándose lograron salir; pero cuando iban a cruzar la calle, las alcanzaron el agua y escombros; el río las arrastró”; se le quiebra la voz y se empaña la mirada de este hombre al rememorar la pérdida de seres tan queridos.

Esa noche perdieron la vida su mamá, Gladys Nubia, y sus hermanas, Belkis Coromoto de 19 años y Jackeline de 12 años.” Mi papá trabajaba como vigilante y la noche de la inundación tenía guardia. Cuando llegó, ya no estaban ni su esposa ni sus dos hijas, eran las tres mujeres de la familia. Sobrevivimos los siete hermanos varones”.

El 27 de febrero de 1986, a consecuencia de la inundación, se perdieron en total las vidas de ocho rubienses. La Ciudad Pontálida se vistió de luto.

34 años después

Cindy y su prima, Neifry Jorge.

El sábado siete de noviembre de este año, Ciro Jorge y su familia revivieron la  terrible experiencia de 34 años atrás. Nuevamente el río inundó su hogar, ubicado a solo una cuadra de la casa materna donde ocurrió la tragedia que marcó su vida. Esta vez, las aguas del “Carapo” acabaron con sus pertenencias y parte de la vivienda.

“Me dio mucho miedo volver a sentir que el agua se metía por todas partes y ver que subía tanto el nivel. Nos fuimos hacia la casa de dos pisos que está al frente de la nuestra. Llevamos a mis nietos, y después un joven me ayudó a trasladar a mi esposa, que tiene una lesión en un pie, pues hace dos meses se fracturó los dedos y le cuesta caminar, aún se encuentra convaleciente”.

Su núcleo familiar lo integran su esposa, sus hijos y sus nietos, un total de siete personas. El “Carapo” rodea el sector, por lo tanto, su casa sufrió daños, perdieron enseres, muebles, ropa, colchones y varias paredes que se derrumbaron.

Para poder sacar el barro y limpiar, tuvieron que acarrear agua del río, porque no les llega por tubería; tampoco tienen gas y para cocinar usan una cocina eléctrica de una hornilla, que apenas cubre los requerimientos de tantas personas.

En el patio hay una pequeña capilla con imágenes de José Gregorio Hernández, el Sagrado Corazón de Jesús y Cristo crucificado. A pesar de la  violenta arremetida de las aguas, se mantuvo intacta. La hicieron hace unos quince años para cumplir con la petición de su padre, que cuando muriera la construyeran para que los protegiera. Y así fue.

“Es una situación horrible, cuando llueve no dormimos, y nos mantenemos en constante zozobra; pensamos que el río puede volver a crecer y a dañar lo poco que nos quedó”.

Grieta y humedad se observan en las casas. (Foto/Norma Pérez)

Los adultos duermen en el piso, porque todos los colchones se mojaron y se dañaron. A los niños los llevan a dormir donde un vecino para alejarlos de la dureza del suelo que ellos cada noche deben soportar.

Ciro Jorge es obrero del ministerio de Educación, con 29 años de servicio y un sueldo que no alcanza. No ha podido llevar a su esposa a hacerse las terapias, para que recobre la movilidad de su pie.

Su voz se une a la petición de sus vecinos para  que se canalice el río, pero da gracias a Dios por estar vivo y espera salir de esta complicada situación. En su puerta ondea la bandera nacional, como un llamado de auxilio. Para que no los olviden.

“Urge canalización del río”

Cindy Paola Jorge Ropero es hija de Gerson Jorge, uno de los siete hermanos que perdieron a sus parientes en la crecida de 1986. Ella vive en la casa materna, junto a trece personas más, pues el espacio lo comparten tres familias. Es educadora, pero actualmente no ejerce su profesión.

Tiene 29 años de edad y no había nacido cuando ocurrió el desbordamiento en el año 86. Pero conoce el suceso del pasado y fue protagonista del presente.

“Cuando el agua comenzó a salir, la gente empezó a recoger sus cosas, pero el río desplomó la pared de una casa vecina, llegó la crecida  y se metió a las viviendas. Allí fue un desastre, todo se mojó, la nevera y el ventilador flotaban conectados”.

Como una historia ya vivida, comenta que dos de sus tíos y un amigo se regresaron a la casa a buscar un cochinito y unos pollos, cuando intentaron volver a salir a la calle,  llegó la crecida y tuvieron que correr hasta el solar, se subieron al techo de la vivienda para preservar su vida. Ahí hubo un percance porque una parte del techo cedió y se partió.

La familia Jorge perdió la mayoría de sus enseres, la ropa, zapatos, mercado y documentos; aun así, agradecen a Dios que todos salieron ilesos de la arremetida de la naturaleza.

Ya lograron retirar el lodo y los escombros; comienzan a colocar lo que salvaron en su lugar,  pero siguen contabilizando las pérdidas, cada vez mayores. La casa mantiene la construcción original desde hace 47 años, cuando la edificaron. Ahora está agrietada  por el efecto nocivo de la fuerza del agua en dos ocasiones.

“El río quedó a nivel del suelo, nos dicen que lo van a canalizar, pero cada vez que llueve intenta crecer y se desborda; lo que nos causa gran temor, por eso urge su intervención. Los vecinos estamos organizados y el día que llovió y volvió a aumentar el caudal, salieron varias personas con pitos a avisar, para que estuviéramos prevenidos”.

Cindy Jorge no deja de agradecer al Creador por haberles salvado en esta ocasión, y a quienes se han acercado a tenderles una mano solidaria; pero resiente la pérdida de todo lo que había en su hogar, porque tiene la certeza que en estos momentos no lo podrán recuperar.

Navidad incierta.

En el barrio San Diego de Rubio, a escasos metros del río “Carapo”, sobre sus cimientos se levanta la casa de la familia Jorge. Sus paredes, ahora resquebrajadas, soportaron la furia de dos desbordamientos y son mudos testigos de una historia con dos finales diferentes. Ambos muy difíciles de contar.

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