En el año 1959, por expresa solicitud de monseñor Dr. Alejandro Fernández Feo, tercer obispo de San Cristóbal, el papa Juan XXIII decreta la elevación de la iglesia de Táriba a la categoría de Basílica Menor y autoriza la coronación de la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Consolación
Por Armando Hernández
Son varios los imprevistos que se debieron superar para la construcción de la Basílica de Nuestra Señora de la Consolación, que hoy existe frente a la plaza Bolívar de Táriba, una imponente obra que nos recuerda los inicios de la historia de la santísima Virgen, en un pequeño lugar de adoración, un área de aposentos que albergó el retablo con la imagen mariana.
La Basílica de la Virgen de la Consolación forma parte de los dos únicos lugares de su tipo que para la oración y el recogimiento existen en el estado Táchira. La otra basílica fue erigida en la ciudad de La Grita, en honor al Santo Cristo. Ambas se han convertido en centros de devoción para un pueblo católico, que constantemente acude a rendir tributo a las sagradas imágenes.
Atrás quedaron los años en que el sacerdote Francisco Martínez de Espinoza, cura y vicario de la Villa de San Cristóbal, diera la orden para que se construyera el templo que sería centro de veneración a la Virgen, que tras un tiempo manifestó su presencia en un depósito para alimentos, donde la tablilla permaneció olvidada por espacio de varios años. Al ser recuperada tras milagroso evento, no había entonces un lugar adecuado para albergar tan preciada reliquia y fue construida la iglesia, que resulta destruida durante el denominado terremoto de los Andes de 1875.
Estilo gótico
Los gravísimos daños causados a la iglesia por el movimiento telúrico hacen que sea incluida en la lista de edificios destruidos por completo. A los efectos de mantener viva la devoción mariana, se procede a la construcción de una capilla en la Plaza Mayor, que albergaría el retablo, hasta tanto se levantara el nuevo templo, tarea que se inicia bajo la dirección del padre Pedro Nolasco Sánchez, quien se desempeñó como párroco entre los años 1858 y 1877.
Es en el año 1904, con la designación del Pbro. Miguel Ignacio Briceño Picón como nuevo párroco, se inició la construcción de un nuevo local, edificio que fue consagrado en 1911 por monseñor Antonio Ramón Silva, obispo de Mérida, para el momento inconcluso, ya que aún se estaba trabajando en la construcción de una torre, el piso y parte del techo. Estos trabajos fueron terminados en 1914, cuando la iglesia comenzó a lucir un piso de mosaico y un techo de metal labrado. Un año después (1915) se da por concluida la obra, con la sola excepción del espacio para el coro, que es terminado diez años después.
Los cronistas la definen como: “Fastuosa iglesia de estilo gótico, altares de mármol de carrara, cielorraso metálico, pisos de mosaicos, valiosas imágenes y viacrucis, dos lujosos púlpitos, un majestuoso órgano y un juego de melodiosas campanas”.
La obra iniciada por los padres Agustinos, que trajeron la tablilla a San Cristóbal y luego la llevaron a Táriba, fue continuada luego por los padres Dominicos, que estaban como misioneros en la zona de El Nula y asumen por designación, como rectores espirituales de la iglesia de Táriba; aún se mantiene, con los cambios obligados por eventos sufridos y el lógico avance que implican los tiempos.
El proyecto inicial de los misioneros era construir una obra que debería conjugar jerarquía, belleza y tener las suficientes dimensiones para albergar a la creciente masa de feligreses que con frecuencia acudían al tempo, así como a la gran cantidad de peregrinos que de todas partes llegaba a rendir culto a la Virgen. Fue diseñado como un santuario que reemplazaría la antigua y desparecida ermita y luego la iglesia, y para edificarla se escogió un terreno ubicado frente a lo que es hoy la plaza Bolívar de Táriba.
No obstante, los eventos transcurridos en diferentes épocas trastocaron estos planes, dando lugar a un proyecto que, si bien aún está pendiente de consolidarse en su totalidad, nos permite contar con una majestuosa obra, símbolo de fe y devoción cristiana.
Hechos milagrosos
Entre los hechos ocurridos aparecen reseñados dos que son considerados como extraordinarios y milagrosos, donde la Virgen metió su mano divina para evitar una desgracia mayor. El 19 de marzo de 1690 ocurre un suceso que tiene que ver con los trabajos que un grupo de hombres realizaban en el techo de la capilla mayor, que sorpresivamente se hundió. Pese a lo grave del accidente, el albañil jefe Juan Báez y sus cuatro ayudantes, que estaban entejando desde el 18 de marzo, víspera del Domingo de Ramos, logran salvar la vida, lo que fue considerado por la feligresía como un milagro de la Virgen.
El otro suceso ocurre en el año 1960, cuando en la Basílica de Táriba se produce un fuerte incendio que destruyó parte de la edificación y movilizó a efectivos del Cuerpo de Bomberos de San Cristóbal, entre ellos al joven bombero Rodrigo Daza Porras, quien estaba combatiendo el fuego desde uno de los techos, cuando repentinamente este se hundió y cayó desde gran altura. Sufrió lesiones de extrema gravedad, entre ellas una fractura craneal. No obstante, Daza, quien permaneció en coma por un tiempo, luchó por su vida y logró recuperarse.
Basílica menor
El 23 de octubre del año 1959, por expresa solicitud de monseñor Dr. Alejandro Fernández Feo, tercer obispo de San Cristóbal, el papa Juan XXIII decreta la elevación de la iglesia de Táriba a la categoría de Basílica Menor y autoriza la coronación de la Virgen María, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Consolación. Se trató de un gran acontecimiento, el reconocimiento de la autoridad papal y por consiguiente máxima autoridad de la Iglesia Católica, de una devoción que se había propagado por todo el territorio tachirense.
El 15 de agosto de 1963, Mons. Dr. Alejandro Fernández Feo, obispo de la Diócesis de San Cristóbal, consagró -según el ritual romano el nuevo templo parroquial y Basílica Menor.
El 15 de agosto de 1998, Día de la Virgen, se da lugar a otra ceremonia de gran importancia para la iglesia, puesto que se produce la denominada ceremonia de institución que eleva la Basílica de Táriba a la categoría de Santuario Diocesano, por decisión de monseñor Baltasar Porras Cardozo.