El cuerpo humano es una máquina sorprendente. A pesar de su aparente fragilidad, es fuerte y, afortunadamente, ya sea por culpa de accidentes, enfermedades u otros motivos (como malformaciones en el feto), poseemos partes del cuerpo que no necesitamos. Algunas, de hecho, nos resultan útiles en la infancia y otras, son redundantes. De ahí que sea posible perder grandes porciones de órganos vitales y sobrevivir (podemos vivir con solo medio cerebro, por ejemplo).
La evolución se toma siempre su tiempo para hacer determinados ajustes, de ahí que todos acabemos con ciertas cosas que no necesitamos. En el caso de los órganos, ya hemos visto que un ser humano puede vivir con la mitad de su órgano pensante y que incluso somos capaces de llevar una vida relativamente normal sin la presencia de algunos de ellos.
A lo mejor te sorprende pero, aunque esa máquina que es nuestro cuerpo tiene una función importante para cada una de sus partes, con el paso del tiempo y los siglos, hay algunos órganos que han perdido cierto sentido de ser, cierta funcionalidad, por lo que si no contamos con ellos, nuestro día a día no se va a ver alterado o, al menos, no en gran medida.
¿De qué órganos podemos prescindir?
Las amígdalas, por ejemplo, aunque nos protegen de una invasión bacteriana a través de las vías respiratorias, no son imprescindibles. Lo mismo ocurre con el apéndice, el bazo, los pezones masculinos, los aparatos reproductores, tanto masculino como femenino o la vesícula. Hay muchos más. Descubramos por qué son prescindibles.