Sucesos

El crimen y la extorsión: dos flagelos aún reinantes en La Parada comercial

19 de junio de 2023

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El Tren de Aragua mueve sus tentáculos en la zona cercana al puente internacional Simón Bolívar

Jonathan Maldonado

«Lo hallaron sin vida. Ya llegó la policía, pero no sabemos quién es». Esta frase fue esbozada por un vendedor informal de La Parada el pasado martes 13 de junio, tras el hallazgo de un cadáver en la trocha Los Mangos, que comunica al corregimiento colombiano con San Antonio del Táchira.

La noticia del cuerpo sin vida no detuvo el ritmo comercial. En cada rincón se murmuraba sobre el suceso, pero sin levantar sospechas de que se estaba hablando del mismo. En la zona hay temor, pues el grupo irregular El Tren de Aragua sigue moviendo sus tentáculos de forma solapada, silenciosa.

El levantamiento del cuerpo se hizo en horas de la mañana de ese martes. Mientras la furgoneta hacía el traslado, el grito de los informales dejaba por sentado que nada perturba el escenario económico. El susto lo llevan por dentro, ya que una hora perdida se traduce en menos ganancias.

«Dicen que los disparos se escucharon en horas de la noche», comentaba otro ciudadano a modo discreto. A lo lejos, tres ciudadanos, con maleta en mano, intentan zafarse de dos individuos que los abordaron. La intimidación es el arma que usan para sacarles dinero. «No tenemos nada», dijo uno, mientras que los otros aceleraban el paso para acercarse a los policías que rondan el casco central.

La Parada es una gran vitrina comercial. Allí hay gran variedad de productos, con casas de cambio que son visitadas por decenas de venezolanos que buscan vender sus divisas para obtener los «pesitos». A la par, decenas de mototaxistas y conductores «piratas» y formales tratan de conseguir sus pasajeros.

Por pararse en la zona, pagan. «Aquí nada es gratis», soltó uno con la condición de que su identidad se mantenga resguardada. «A simple vista, pareciera que cualquiera se para en cualquier lugar a ofrecer su servicio, pero no es así. Acá hay normas y las imponen quienes sabemos».

Las cornetas de los carros y motos hacen que las conversaciones se diluyan con facilidad. Nadie denuncia por temor a que en los entornos haya gente que trabaje con los irregulares. Esa tesis cobra fuerza a cada instante.

En un 90 %, la vida comercial la dan los miles de venezolanos que, a diario, cruzan el puente internacional Simón Bolívar para hacer sus diligencias. Los supermercados, abastos, tiendas y ventas de comida abundan en el lugar. Otro grupo, también nutrido, prefiere tomar el transporte público hasta la ciudad de Cúcuta, donde las ofertas se amplían.

En el corazón de La Parada, además del crimen y la extorsión, también circula la prostitución. Muchos venezolanos migrantes han estado inmersos en estos escenarios: mujeres y hombres que no tienen otras opciones, se adentran en un nicho donde el peligro late a cada momento.

El rescate de La Parada, humanizarla, es una tarea aún pendiente de las autoridades neogranadinas. La irregularidad se ha enraizado en un entorno que tiene como fachada un mundo formal, atestado de negocios y de vendedores.

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