Sucesos

El lanzamiento de dos pequeños niños del viaducto viejo fue uno de los crímenes más terribles cometidos en Táchira

23 de noviembre de 2019

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El abogado tachirense Jesús Alberto Berro, para ese entonces funcionarios de la Policía Técnica Judicial, formó parte del equipo detectivesco al que correspondió investigar el caso y recuerda una serie de episodios que en un primer momento trabaron el accionar de los pesquisidores, pero luego, gracias a su profesionalismo, entrega y dedicación, pudieron aclarar el caso, con la identificación del responsable y su detención en La Florida, Caracas.


Por Armando Hernández

 

Treinta años después, el exfuncionario policial revela algunos detalles desconocidos sobre el cruel y despiadado hecho y anuncia que se encuentra en la parte final de una novela que sobre el suceso está escribiendo, con el nombre de “Ángeles caídos”, donde narra aspectos fundamentales y puntuales de la investigación

La sociedad tachirense enmudeció. Nadie podía dar crédito a lo ocurrido, la maldad y la más terrible miseria de un ser humano, con crueldad, habían trastocado la tranquilidad de toda una ciudad. Ese 18 de julio de 1989 ocurrió uno de los hechos criminales más tristes y detestables de la historia de la criminalidad regional: Un hombre había lanzado desde la parte alta del viejo viaducto a dos inocentes niños, que murieron al impactar contra el piso, en la calle principal del barrio 8 de Diciembre.

El abogado Jesús Alberto Berro, uno de los investigadores, recuerda lo ocurrido y hace referencia a una serie de incidentes que se fueron sucediendo a lo largo de la investigación, que incluso costó la carrera a varios funcionarios de la Policía Técnica Judicial que tomaron parte en las pesquisas, en lo que a la larga se convirtió en una especie de competencia, puesto que funcionarios de la División Contra Homicidios, de Caracas, al enterarse que el caso estaba aclarado, tomaron las riendas para “ganar indulgencias con padrenuestros ajenos”.

Amplia movilización policial

Las pequeñas víctimas fueron encontradas por vecinos poco antes de las cinco de la mañana y minutos después, el barrio 8 de Diciembre, debajo del puente, que también fue utilizado por decenas de desdichados para quitarse la vida, se convirtió en un verdadero hervidero de policías. El comisario Carlos Milano, ya fallecido, quien se desempeñaba como jefe de la Delegación San Cristóbal, y la jefa de Investigaciones, inspectora Dulce García, arribaron con un importante grupo de especialistas para asumir las investigaciones.

En sus rostros se podía observar la consternación ante el monstruoso hecho. Tan solo se sabía que eran niños educados y de buena familia, por sus características físicas y la calidad de sus vestimentas, recuerda Berro, para agregar que lograr la identificación de los infantes fallecidos fue una tarea de varios días.

Surgieron varios indicios falsos, que confundieron y entrabaron la investigación. Una mujer se presentó a la sede de la PTJ y dijo que los niños fallecidos eran dos menores que trabajaban con ella en un espectáculo de calle, tocando instrumentos musicales, mientras ella cantaba. Otra persona acudió para asegurar que los niños eran colombianos y que fueron traídos a Venezuela por su padre, a causa de una disputa conyugal. Se perdió tiempo verificando estas versiones, falsas, según se comprobó luego.

La no identificación de los infantes angustiaba y los funcionarios solicitaron a un tribunal autorización para publicar las fotos de sus rostros, lo cual no se podía hacer por su condición de menores, pero una vez que esto se consiguió, por la urgencia del caso y necesidades de la investigación, las cosas comenzaron a marchar.

“Diario La Nación nos ayudó mucho al publicar las fotografías, porque a raíz de eso se comunicó con nosotros un trabajador del hotel Del Rey, ubicado en la zona de La Popita, para informar que sabía quiénes eran los niños”. Esa persona recordaba que el año anterior, por feria, estuvieron en ese hotel, acompañados de quienes consideró eran los padres. Al verificar el registro de huéspedes se estableció la identidad y dirección, en Sinaloa, México.

Cárteles de la droga

Jesús Alberto Berro, quien está escribiendo una novela sobre el sonado caso, narró que se logró establecer una relación entre algunos cárteles de la droga y el homicidio de los dos menores. Estos resultaron ser hijos del jefe de uno de los cárteles, que operaba junto al grupo del “Chapo” Guzmán.

Supieron los investigadores que un joven venezolano, identificado como Clavel Moreno, que llegó a Sinaloa para estudiar Medicina, terminó vinculado a los cárteles de la droga y que cortejando a una cuñada del padre de los niños, logró entrar al círculo familiar y ganarse la amistad del jefe. Semanas después, este venezolano se fuga junto a la esposa de su jefe y sus dos hijos menores de edad, hasta  territorio de Estados Unidos.

Allí el sujeto asesina a la mujer y se traslada a Venezuela con los dos muchachos, un niño y una niña. Llega a San Cristóbal y se alojan en un conocido hotel de la avenida Libertador, desde donde partió la madrugada del martes 18 de julio, para cometer el brutal crimen, lanzando a los pequeños al vacío.

Berro aclara que entre los cárteles existía un pacto no escrito, pero respetado por los capos de la droga, de no atacar a ningún integrante de su núcleo familiar, a pesar de las diferencias y los enfrentamientos. Este pacto fue roto por Clavel, quien alegaba estar obedeciendo órdenes de sus verdaderos jefes, miembros de una organización rival. El hecho criminal dio lugar a un sangriento  enfrentamiento entre cárteles de la droga y la muerte de numerosas personas, entre ellas varios amigos de Clavel.

Un choque de vehículos sirve para ubicar a Clavel

El exfuncionario de la Policía Judicial e integrante del equipo que investigó el caso dijo que a todas esas el paradero de Clavel Moreno era un misterio. No se sabía dónde estaba, si había retornado a México o no, por lo que se activaron las labores de inteligencia. Averiguaron que este hombre había alquilado un carro en San Cristóbal, el cual colisionó en la parte alta de la ciudad y que las autoridades de Tránsito habían conocido del accidente.

Al revisar las actuaciones de tránsito, se dan cuenta de que Clavel había aportado su nombre verdadero y suministró lugar de residencia en La Florida, Caracas. De manera discreta logran verificar que en efecto allí estaba el sospechoso, y el mismo Jesús Alberto Berro es comisionado para trasladarse a la capital y proceder a su captura.

“Me entrevisté con el subdirector de PTJ, Humberto Giffuni Sperandio, y le informé con lujo de detalles todo lo relacionado con el caso, puesto que necesitaba apoyo para cumplir la misión que me había sido encomendada”, dijo Berro. “Este, de inmediato, llamó a la División de Homicidios y ordenó que me respaldaran en las operaciones. En reunión expliqué todo, y mi sorpresa fue inmensa cuando veo que los funcionarios salen a buscar a Clavel, sin incluirme en la comisión. Me dejaron en la oficina”, contó el  ahora respetado profesional del Derecho.

—En la madrugada regresaron con el detenido y lo dejaron en la oficina, mientras iban a descasar un poco. Eso lo aproveché para conversar con el detenido, conocer algunos detalles del caso y aclarar algunas dudas -acotó luego-.

“En la mañana, muy temprano, llegaron a buscarlo para trasladarlo via aérea a San Cristóbal y no me tomaron en cuenta para nada, a pesar de que era el investigador del caso -argumentó-. En rueda de prensa, los jefes de Caracas dijeron a los periodistas de Táchira que ellos habían aclarado el caso y detenido al responsable, lo que originó la protesta de los verdaderos investigadores, que reaccionaron indignados por ello. Esto trajo represalias, porque casi todos fueron cambiados y algunos jubilados. A mí me mandaron para San Antonio del Táchira, donde tomé la determinación de renunciar”, dijo más adelante el entonces inspector jefe, Jesús Alberto Berro.

A Clavel o mataron durante una evasión

Para finalizar este recuento, el exfuncionario recuerda que Clavel Moreno fue dado de baja durante un intento de fuga que protagonizó desde el Centro Penitenciario del Occidente, junto a otros reclusos, de los cuales la mayoría murió.

Clavel era un preso que gozaba de ciertas prerrogativas y esto le permitía movilizarse libremente por determinadas aéreas del penal. Un día, armado de un revólver, logró apoderarse del camión que llevaba las verduras y con él sale de la cárcel, arremetiendo contra los portones, que son derribados, en medio de una balacera con efectivos de la Guardia Nacional.  Allí cae sin vida uno de sus compañeros de fuga,  rememora, sin aportar otros detalles. Otros son abatidos o heridos más adelante, entre ellos el mismo Clavel Moreno, que es interceptado por una comisión de la policía estadal en el sector de Veracruz, en la vía Santa Ana del Táchira-El Corozo.

“Él baja del camión y corre, en un intento por refugiarse en una zona boscosa, pero no lo logra y muere, a causa de heridas de arma de fuego”, explica finalmente.

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