Vendrán más sanciones, vendrán más dolores, vendrá más sufrimiento. Algún político de la tradición bipartidista los llamó “profetas del desastre”. Viene muy bien para ellos la rabia de Rafael Caldera, diciendo “Me provoca fusilarlos”.
Aun cuando suena extraño en el catedrático de alto vuelo, que fue el doctor Caldera, en esa sentencia resumió el sentir que va acunándose en el corazón de los venezolanos. Quemar la casa para que nadie tenga dónde vivir en este país. Destruir todo, ¿para tener el poder de qué? ¿El poder de un país destruido? ¿Habitado por un pueblo famélico? Es más que rabia insensata, una locura a los ojos de toda racionalidad esta prédica y práctica antinacional, inhumana, de los sectores desquiciados de la oposición.
Tienen un parecido con escenas ya vividas, ¿quién puede celebrar la muerte de un hijo, el dolor de un hermano y frotarse las manos? Cometemos errores, sin duda alguna, el presidente Maduro ha sido claro al reconocerlo, pero para algunos compañeros, que no lo son realmente, esta locura de la oposición y sus socios externos, manifestada en bloqueos y sanciones, se convierte en oportunidad para justificar “minimalismos” e improductividad.
Por eso, todos juntos, desde el Gobierno y el partido, estamos obligados a oír y trabajar en la línea constructiva, productiva. Debemos, sin embargo, denunciar permanentemente a los que se parecen a la madre que ahogó a su hijo en el texto bíblico de Salomón y después decía al rey que lo partiera por la mitad. “Que no fuera para ninguna de las madres”.
Vamos a salvar a la criatura que es Venezuela, a amarla, acunarla, defenderla, a construirla, sin excusas, y denunciar ante nuestro pueblo que este año elige, ante el mundo consciente, el crimen atroz que impulsan los opositores y sus aliados imperiales. Los que amamos a nuestra patria no tenemos espíritu prestado. Después de derrotarlos, debe haber justicia, tal vez no la que le provocaba a Caldera, pero sí la que dice la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. //
Francisco Arias Cárdenas