Carlos Orozco Carrero
Cuando los tiempos de pesadilla pasen, debemos exigir el control de calidad en cada producto que se venda para consumo alimenticio. Ustedes pueden comprobar, amigos lectores, que adquirimos una cosita para degustar en nuestras alicaídas mesas y nos encontramos con la sorpresa de una disminución en el gusto del producto llevado a la familia. Ya el consuelo de comentar que tal alimento “está saliendo bueno” no es sinónimo de satisfacción mediana siquiera. ¿Puede ser que nos enganchan con “caramelitos” infantiles para caer en el consumo y después nos sueltan el amargo de anchura, en este caso?. Pendientes deben estar los que tengan la fuerza para exigir calidad en todo lo que se compre.
Metieron un pollo horneado con papas y unos pescuezos de gallina rellenos para enfrentar la veronda por estas carreteras que surcan los paisajes de nuestro estado Táchira. Un full de gasolina y 40 litros en 2 pimpinas y a bordo todos. –Lleven tapabocas y algunos pesitos para que nadie pase hambre por allá. Recuerden que el que va a fiestas chupa de éstas, decía Pulqueria. Esa camioneta es vieja, pero su doble cabina le ofrece espacio para 5 personas holgadamente. –¿Cómo van a meter esas ollas, cucharas y platos para salir a pasear? –Cosme parece bobo, comenta Melquiades. No sabe que estamos en cuarentena y no sirven comida en ninguna parte. Hay que hacer sancochos donde encontremos sitios agradables. Pulqueria, Melquiades, Sósimo y Cosme se encaramaron en el vehículo cargado ya, mientras el flaco Elpidio los miraba con envidia. Casi lloraba ante la posibilidad cierta de quedarse solo en la cuadra. Con quién hablaría mientras duraba el viaje de sus amigos… -Si me llevan, yo llevo el cuatro y les canto en todo el paseo, rogó el flaco. Se miraron mis familiares aventureros en escapada de encierro y de un solo empujón metieron a Elpidio en el centro del mueble der atrás. Lo que es la suerte de estar jubilado, caballeros. Ojalá no los regresen por atrevidos.
El arte de trabajar un alambique es premiado por la exigencia de los consumidores en todo el país del sabroso elíxir andino. Muchos, muchísimos, muchisisísimos litros de aguardiente salen de estas limpias alturas a recorrer los centros de consumo nacional. –Carretico, ¿usted sabe cuál es la diferencia que marca la calidad en estos alcoholes tachirenses respecto a los “sacados” en otras regiones del país? -No sé, zorrito. –Es la calidad del agua cristalina, llena de residuos salinos propios de nuestras serranías, lo que hace la diferencia, amigo. –Pruebe para que sienta el sabor de uno y otro traído por Genaro de otro sitio. Ahhh, compadrito. Esto es incomparable. Con razón piden tanta cantidad semanal. Muchas familias se mantienen con la exportación de esta bebida mundial.
La pieza musical El Diablo Suelto fue dedicada por su compositor a sus amigos y colegas de trabajo en el periódico zuliano que lleva ese nombre. Heraclio Fernández se montó en la historia artística nacional con esta obra musical que ha trascendido desde finales del siglo XIX. Es sabrosita para tocarla y soltar una pareja para dar una vuelta al encementado piso de la sala en cualquier casa en Venezuela.