Sucesos

Los abusos y maltratos marcaron las vidas de dos bebés en Guásimos

6 de febrero de 2021

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Miriam Bustos

Fotos:  Freddy Ramírez

 

 

 

Uno de 3 años y el otro apenas de once meses de nacido, edades que, aunque representan poco tiempo de vida para dos infantes, fueron para ellos toda una eternidad de sufrimiento, desde que el abuso y el maltrato llegaron para marcarlos. El primero, presuntamente –según las denuncias – abusado por su padrastro; el otro, fallecido a consecuencia de la desnutrición y los maltratos recibidos por quienes, se supone, debían protegerlos, brindarles seguridad y amor.

El calvario posiblemente empezó, con base al desenlace que se observa hoy día, al poco tiempo de nacer, y fue para ambos determinante. El más pequeño murió por paro respiratorio, asociado a la desnutrición severa que presentaba. Junto al mayor, fueron sometidos a todo tipo de torturas; torturas que nadie, y menos un bebé, debería ni siquiera saber que existen. 

En contexto, los niños eran la parte vulnerable de un núcleo familiar conformado por la madre de ambos, su pareja, de 49 años, y la abuela materna de los menores, con residencia en el urbanismo Rosinés, sector La Perla, en Palmira, municipio Guásimos.

De esta familia, y de lo que ocurría en su seno, se tuvo conocimiento público regional el día 30 de enero, cuando funcionarios de las FAES aprehendieron a Ruth, la madre de ambos, quien es una adolescente de 17 años, y a J. Rovira, padrastro del más grande y, a la vez, padre biológico del segundo.

Muy tarde

Todo indicaba que se trataba de un caso de maltrato infantil, una situación que desde hace más de un año comenzaron a percibir los vecinos de la mencionada familia. Las denuncias no se hicieron esperar, por abusos y tratos crueles e inhumanos que notaron. Hicieron todo debidamente, denunciaron ante los entes competentes del municipio Guásimos, pero ni la alcaldía ni los órganos encargados de preservar los derechos, la vida e integridad de niños y adolescentes, actuaron a tiempo: el bebé de 11 meses murió este miércoles 3 de febrero, en el Hospital Central de San Cristóbal, y así se dijo el jueves, día de la protesta vecinal.

Su estado era verdaderamente crítico. Convulsionó mientras estuvo hospitalizado. Además de la desnutrición, presentaba un incontrolable cuadro diarreico. Pesaba solo 4 kilos 100 gramos.

Su cuerpecito estaba siendo invadido por lo que aparentemente pudo tratarse de una escabiosis, al igual que una dermatitis genital, que nunca se le trató. 

El bebé de 11 meses, pese al esfuerzo de los médicos, falleció de un paro respiratorio el miércoles. Pesaba poco más de 4 kilos, con un cuadro de desnutrición severo, entre otras patologías.

Es difícil pensar en el dolor y vejámenes por los cuales pasaron todo este tiempo, aun cuando se asegura que la abuela siempre estaba presente en la casa. De la madre adolescente se afirmó que laboraba en el mercado de Táriba, pero los vecinos manifestaron que ninguno trabajaba.

La más reciente denuncia de la comunidad de La Perla sobre esta situación habría sido el 10 de noviembre de 2020, cuando se levantó un informe que los vecinos llevaron a la alcaldía de ese municipio, pero no fue remitido a las autoridades competentes. De manera que los vecinos sí alertaron a tiempo, pero no fueron escuchados.   

Sufrieron en silencio:  utilizados como medio de vida

El pequeño de 3 años se encuentra en resguardo del Estado. Varias ONG mediaron para que se concretara su rescate y el de su hermanito, que lamentablemente murió.

Este jueves, los indignados vecinos de La Perla, con globos multicolores en sus manos, realizaron una protesta de calle, prácticamente tapizaron con carteles, en los que se repetía la palabra “justicia”, la fachada de la casa de los indiciados, ubicada en una segunda planta.

Para los vecinos, no solo la madre adolescente y su pareja son responsables de todo lo ocurrido y que llevó a la muerte del niño de 11 meses.  Sostienen que “la abuela también lo es. Es copartícipe de todos esos actos abominables e inhumanos que cometieron contra dos indefensos seres. Los tres deben pagar ante la justicia terrenal”, a su consideración, y así lo declararon a los medios de comunicación.

Según testimonios, ella estaba al tanto de lo que ocurría y era cómplice de esa dolorosa situación. Dijeron que en varias oportunidades observaron cuando la abuela, presuntamente, amarraba a los niños a una ventana, mientras los adultos se sentaban a comer. Y no permitían que algún vecino les diera ni agua.

Zolybella Pérez, vecina del sector, señaló que fue testigo, más de una vez, cuando salían desde la mañana y regresaban a avanzadas horas de la madrugada a la casa. Presuntamente, en ese lapso, utilizaban a los niños para generar pena y lástima en la gente, y aprovecharse para pedir cosas.

“Así estuviera lloviendo, ellos se enrollaban a esos niños, de un modo que nadie los podía mirar. Utilizaban a esos niños como un medio para pedir. Porque muchas veces el señor Rovira dijo que ellos eran el sustento para él, para que le dieran comida.  Pero no les daban comida a los niños, para que los vieran desnutridos.  Yo trabajo en la Casa Alimentaria, donde se les daba la comida, y en una ocasión tuve una discusión con ese señor porque le entregué un beneficio al niño, y fue él quien se lo comió”, contó.

Al reclamarle al sujeto, este se molestó. “Él es una persona muy agresiva y si le decíamos algo, nos salía con groserías”. Lo mismo dijo otra vecina sobre la conducta irascible de la abuela.

Leomarcy Angarita, otra vecina, quien aclaró que todo esto no ocurrió en el 23 de Enero, en San Cristóbal, sino en Palmira, también dio su testimonio de la situación que vivieron los niños.

“Desgraciadamente, desde hace mucho tiempo, se veían los abusos que se cometían contra estos menores. Muchas veces los llegaron a atar de manos, los dejaban ahí, sin alimento, y comían delante de ellos, sin proporcionarles ningún alimento a los niños (…) Sobre todo al niño que falleció, lo sacaban tan cubierto que ninguno aquí lo pudo conocer. Muy pocas veces lo vimos de cerca, Los abusos y maltratos eran verbales, físicos. Hicimos gestiones para que esto no siguiera pasando. Lamentablemente, no se pudo lograr nada, hasta que el bebé falleció. Por eso, pedimos justicia. La abuela fue testigo de todo lo que pasaba allí y nunca prestó colaboración para ayudar a sus propios nietos. Realmente, estamos de luto, todo el país, porque esta es una noticia que duele en el alma y no queremos que sigan sucediendo cosas así”.

Luego reflexionó, al añadir que, contrario a lo que sucede con los hermanos mayores, que generalmente cuidan a los menores, en este caso fue el más pequeño el que con su trágico destino “hizo el enlace o alertó para que se salvara su hermano mayor”.

“Fe y Esperanza”

Vecinos de los niños exigieron justicia este jueves. Consideran que la abuela de los infantes también debería ser detenida.

Por su parte, Yuberkys Chacón manifestó que, al igual que los demás, estaba muy afectada por lo que sucedió y espera que se llegue hasta las últimas consecuencias; a la vez, expresó la intención de los vecinos, a favor de los niños de la comunidad.

“La comunidad tiene la propuesta de darle un buen uso a esa casa (la de los indiciados). Queremos convertirla en un ambulatorio que lleve el nombre ´Fe y Esperanza´ (en homenaje a los hermanitos), porque tenemos muchos niños en esta comunidad que lo necesitan. Tenemos una doctora que vive en la comunidad y está dispuesta a apoyar”.

La abuela, de quien se desconoce su paradero, tenía 8 años viviendo en esa casa. En una oportunidad, al ver las condiciones en las que se encontraba el nieto mayor, una vecina le pidió que le dejara al niño mayor, para ella criarlo, pero la mujer habría dicho que no, “que lo necesitaban así, para pedir plata”. Todo indica que, mientras más deprimentes se vieran los niños, más se lucraban de ellos.

Ni ella, ni su hija, ni el yerno, trabajaban. Además de lo que aseguran que hacían con los niños en la calle, la comunidad los ayudaba. Les donaban ropa, alimentos, camas, colchones y hasta una cocina, que al parecer la vendieron. De manera que no justifican que, por supuesta pobreza, los niños estuvieran en esas condiciones, y menos lo que les hacían dentro de la casa.

El rescate de los niños, y posterior detención de los padres, se logró mediante la intervención de una ONG que, ante el Sistema de Protección Integral del Niño, Niña y del Adolescente, Spinna, del municipio San Cristóbal, dio a conocer la situación.

Otra de estas organizaciones, que considera una víctima más a la madre adolescente, hizo un exhorto a las autoridades a que decreten a su favor una medida de protección, por cuanto a su juicio “se constituye como víctima de abusos, maltrato y violencia sexual, desde los 12 años, y debe ser resguardada y sometida a tratamiento médico y psicológico”.

Al parecer, el niño de 3 años de la adolescente fue concebido tras un abuso sexual, cuando esta tenía 14 años. Desde los 12 años fue víctima de violación, una situación que se repite en cadena si no se le pone un alto, generada por la descomposición social que arropa al país y que, en esta oportunidad, cobró la vida de un inocente y estuvo a punto de cobrar la de otro.

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