Néstor Melani-Orozco
“…Hubo pan y almojábanas en el viejo mostrador de las señoritas Murillo, y en la máquina de confeccionar ropa estuvo siempre Pepa, la nieta sobrina de la poetisa, mientras en las noches las siluetas de las agujas góticas se dejó dibujar la luna en las ceremonias de los sueños…”
No vi tanta presencia hermosa desde aquellos encantos, donde existió de amor todas las esperanzas, como desde La Grita, en las pirámides con zapatos de su padre Argimiro, vendedor en la carrera décima, y en el eterno fotógrafo entre la verdad de Inés la mamá buena y los hermanos lectores del libro de Luciano Pulgar.
¿Recuerdo? La primera vez de aquella amistad, pues Hugo Colmenares vino siempre a mi casa, allí al frente donde habitó el poeta Teodoro Gutiérrez Calderón. Era 1969. Asistía más, muy después de escuchar una clase de Castellano del Prof. Pedro Salas, en el dichoso Liceo Civil. Quién el educador les narraba de mis colores y mis primeros atrevimientos desde un ser, buscando descifrar las otras verdades ¡Casa Bonita! Y Ramón González venía con Hugo, siempre al canto y las memorias de aquellas canciones grabadas en un grabador que me regaló mi tía Genoveva, fue de saber y abriendo desde ese día los eternos brazos al cielo logramos dibujar lecturas muy cerca de Simón Ayala, el pintor de Pregonero. Muy de ir a pintar en el altillo de Hugo Rangel y de los saberes del maestro Carlos García entre libros, y Macario Sandoval buscando hacerse mentor de un trabajo social y humano. Cuando de tiempo en tiempo, Carlos Orozco, “Carreto» mi primo afinaba el cuarto y lo hacía sonar como una bandola. Y desde las ilustraciones de Pepe Camargo como las gracias de un mundo y los llantos de mi padre Pepe Melani, viendo agonizar la capilla del Seminario Eudista francés.
Pero todo allí, en las realidades y en el periodista. Y de años después invitando a las esencias de los relatos y la poesía como un hecho de los árboles con las palabras de Alejandro Casona. Para decirlo en los teatros; como de lunas, de estrellas hasta del dolor de una serenata. Vi a Hugo, convertido en el periodista; muy de años en las redacciones del Diario «El Nacional” donde aún vivía Miguel Otero Silva y desde las memorias se habló de los cuentos sagrados para los niños, en el sabor del color y los imaginarios. Ya habíamos dibujado para su poemario. Mientras se sentían los acordes y las edades con los sonidos venidos de aquel pueblo viejo, de casas con cal y calles donde corría el agua en las lluvias como ríos, dejando bajar siempre los barcos de papel en fantasías descritas en las aleluyas. Entre un credo y en las páginas de «Impacto» y las leyendas mágicas de «Las Mil y unas Noches”. Y el periodista que nos enseñó las pertenencias de dibujar escribiendo, con ¿un después de «Cimarronera», la revista que rompió el silencio?
Para mostrarnos el libro «El Viejo Almacén del Maestro Rahoz» casi con los sonidos imaginarios de las “Aventuras de Pedrito» de José Ramón Parra. Y desde un tablero los ojos pintados con zapolín de los santos de la sacristía donde iban las muchachas a «La Legión de María» y el Reverendo miraba por encima de sus espejuelos para demostrar a Cristo peregrino caminando por un trigal… junto a la hiedra y diminutas flores blancas con la sal de los bautisterios. En una pintura inmensa de las consagraciones y las heridas de mi padre. Y entre letras los cuentos del alma y con las tintas “El Tigre Zafiro Andaluz» y la «Bodega de los Caramelos», con las tablas aromáticas del mostrador visto en las ilusiones. Un día me dijo el escritor de cuentos para niños, que dibujara sus imaginaciones y detrás de mis lienzos me dediqué a viajar en sus maravillas; apareciendo «Los Vestidos Mágicos de Almendra Brillas» con el rincón de la última costurera y desde aquel músico fantástico de la Banda Municipal, llamado Pedro Salcedo, nació «El Bombardino Hechizado de Emiliano Cebollas»… Hablaron los infantes escueleros como de un volver a Jean Cristian Andersen o sentir el rojo corbatín de Óscar Guaramato. Para irnos en «Siete Largas Noches en Tren»
…Y ver los libros; en la editora del «Perro y La Rana» entre las cintas de un Premio Nacional de literatura infantil y los retratos guardados en los baúles con incienso para «Georgina en Caracas» como la «Afinación del Gato Viejo» casi de delirios en las cuerdas del violín y de testimonios; los caminos consagrados en la Revista Tricolor con las bondades del escritor y la sacrosanta memoria que nació de los sentidos de las armonías…
Ayer leímos los cuentos de Hugo Colmenares junto a mis nietos. Vino la lluvia y entre dibujos estaban las imágenes junto al sonido de una retreta. Miré la ventana del tiempo, y en un lugar volví al libro «Picasso» que se lo robaron a Mara Comerlati… para dejar escapar las lágrimas casi como un acento de una luz infinita. _______
*Artista Nacional. *Premio Internacional de Dibujo Joan Miró. 1987. Barcelona. España. *Cronista de La Grita. *Maestro Honorario. *Doctor en Arte. *Premio Nacional del Libro 2021. *Honrado con un Salón en el Palacio de Los Leones de San Cristóbal 2022.