Porfirio Parada
Contempla los ojos cerrados, eco del viento. Siente una alegría callada de esas que sin querer ponen los cachetes colorados. Reacción del caribe en cumbres andinas, cachetes de patilla. Tímida y atrevida, parece inmóvil. Pero su corazón se mueve, baila inquieto, no se priva, se manifiesta auténtico en sus movimientos. Rumba y guaguancó es lo que se mueve adentro mientras afuera sigue contemplando. Abre los ojos, las miradas juegan, se encuentran, se esconden y combaten entre ellas, juegan a disimular aunque ya estén desnudándose de sus propios deseos, aunque la distancia ya sea una mentira del mismo tiempo transcurrido. En sus miradas también hay sonrisas, canciones melancólicas, antojos de abrazos, tristezas escondidas, niños saltando, acumulación de ausencias. En este espacio mínimo el viento llega rozando la piel, ofreciendo escalofríos, envolviendo de sentimientos los cuerpos y declarando la libertad a las sensaciones. Viento bosque, origen mixto, desprendido desde la raíz. Ahí está la ternura en un rinconcito del mundo, la otra forma del lenguaje, el lado más hondo y suave de la tierra. Cielo y deseo en una extensión menor. Ahí está la representación del cariño mientras dos cuerpos se empiezan a abrazar. Frágil encuentro de la naturaleza. ¿Y los besos? para los besos no mucho, porque el beso lo es todo, es la suma y cima de este pequeño episodio. El beso es el triunfo inaudito. Viento lejano conquistando un beso recién compartido. Beso que responde a la música del corazón, al lenguaje infantil de las miradas, al vaivén de los abrazos, al sentir desconocido, y que llega sumergiéndose al más misterioso de todos los sentimientos que envuelve el viento entre los cuerpos. El amor.
He querido escribirte sister sobre los días perdidos. El vacío de los planes no concretados. La exigencia que queda después de la nada. El desespero en soledad. Ya me siento en la mitad del viaje, un poco más allá que acá, pero aún queda camino, proyectos que algunas veces no sé cómo salen pero se viven. La intemperie de vivir y esperar, y esperar para vivir. La inquieta sensación de inseguridad luego convertida en dolor de no servir, creer no ser capaz, los malos pensamientos que se traducen en silencio, violencia propia, desesperanza. Esos finales de noche cuando se borra el cassette y que en la mañana se está amargado antes del mediodía. La pólvora de los pensamientos, pensando más de lo debido, haciendo poco. Días amargos, desentendidos, muy lentos, parecen sin brújula incluso sin tiempo, pero el tiempo sí existe y nos va consumiendo, restando los días que nos quedan. Me faltan más atrevimientos, más descubrimientos y viajes. Quiero viajar en mi vida, quiero descubrir otras partes del mundo, no quiero vivir toda la vida en estas montañas aunque las respete y quiera. Quiero salir de mis presiones, de mis torturas y de mis desconfianzas. Te puedo escribir a ti hermana, o un texto para mi madre, a otra persona, a un desconocido, a usted que me lee por La Nación. Los días perdidos que en un tiempo nos pesaban y restaban, pero son en esos días donde está el valor y la suma. Nos exigimos tanto ignorando lo que tenemos alrededor. ¡Qué misterio es la vida! Descifrar sus rutinas y sus milagros. Resolver algunos códigos, profundizar sobre sus ritmos, vivir interpretando y reinterpretando las horas ya consumidas. Lo salvaje de lo exterior con la sutileza interna. La obstinación como método y catarsis. Vivir representando cambios. La lucha para conocerse. Ese proyecto de vida de escalar la cima para encontrarse a uno mismo. Dejar de pensar mucho y solo vivir, sintiendo lo mínimo que es mucho, aunque se camine pero se siga pensando. Esa actitud en reflejar lo mejor de uno a pesar de los pesares. Ya pasarán los años y para esos días perdidos habrán otras manifestaciones y creaciones, viviendo y compartiendo el pasado, por medio de otra escritura, de fotografía, video, incluso lo plástico. No para repetir el pensar del pensamiento ya gastado, permitiendo que el dolor sea estático con el pasar de los años, sino para liberarse de esas mismas cosas viejas, de las cosas que ya no sirven o destruyen, la vida que uno fue y que ya sobra en este presente que recién amanece. Abrazos sis.
*Lic. Comunicación Social
*Presidente de la Fundación Museo de Artes Visuales y del Espacio
*Locutor de La Nación Radio.