Ama de casa devota, madre de cuatro hijas y un hijo, Reina Valera vino a Diario La Nación porque expresamente, así lo dijo, se lo ha pedido la Virgen María, cuya aparente estampa conserva en una lasca que alguna vez recogió “milagrosamente” en un paseo al río.
Residente de Mata de Guadua, vía a El Valle, ha querido cumplir su promesa después de asistir a la misa con motivo del día María Auxiliadora, cuya imagen iconográfica ha encontrado muy semejante a la que ella posee y que, asegura, muchas veces la ha salvado la vida.
Como aquella vez, desde una voz interior le insistió en levantarse, para al instante darse cuenta de que el altar con la piedra estaba en llamas, pudiendo actuar a tiempo; o aquella otra en que la conminó a regresar a casa, donde sin querer un niño había abierto las llaves del gas, mientras muy cerca se consumía un cirio encendido.
Admite Reina Valera que no lee periódicos, y que en su círculo cercano no ha conocido a personas vinculadas al rotativo; pero aun así aseveró que la Madre de Dios claramente mencionó a Diario La Nación, ya que el medio “ha hecho mucha caridad y cosas buenas por el pueblo”.
Independientemente del criterio que se aplique para catalogar a lo que ella considera una aparición de la Virgen, lo cierto es que el porte de la señora Valera es de una mujer humilde, y en sus palabras se denotan la sencillez y llaneza del tachirense raizal.
“La Virgen me dice que tenemos los venezolanos que unirnos, que ya basta de odios, de mentiras, de rencor. Debemos fijarnos en los ejemplos de la destrucción de Japón, donde entre todos trabajaron para levantarlo. Nosotros estamos tirando cada cual para su lado y eso es lo que tiene mal a Venezuela. Si nos unimos, como las hormigas, todo vuelve a reproducirse”, dijo.
Imagen milagrosa
Fue hace cinco años que en un paseo al río por La Cumaca, población del estado Carabobo, bajo la sombra profunda de un árbol descubrió que algo brillaba bajo un cúmulo de piedras. Al escarbar, descubrió la laja con la figura sacrosanta que la ha acompañado hasta el día de hoy.
Pero su devoción no nació a partir de ese “milagroso hallazgo”, ha existido en ella desde siempre, y se reforzó aún más aquella época en la cual, luego de que los médicos diagnosticaron que tendría que usar de por vida la silla de ruedas, pudo recuperar su movilidad y adquirió cierto don para aliviar con masajes los dolores a personas con problemas de columna.
“Duré un mes en el Hospital Central. Sentía que mis piernas eran como trapos; pero me dije que yo debía caminar”, manifestó.
Apenas si ha mostrado la imagen a algunos vecinos y dos sacerdotes, uno de los cuales alcanzó a captar otros detalles, “numinosos”; pero no está interesada en que los simples curiosos aborden su hogar, porque con solo la fe en la imagen en sus corazones es suficiente para visualizarla.
Freddy Omar Durán