Gustavo Villamizar Durán
El miedo y la rabia son emociones que hacen parte del aparato psíquico de los humanos, las cuales están muy ligadas a la sobrevivencia y el instinto de conservación. Son llamadas emociones primitivas porque conforme a los procesos evolutivos de los seres vivos, estas están presentes en todos los organismos vertebrados de la especie animal y se ubican en una zona muy pequeña llamada amígdala del cerebro límbico, área más antigua del cerebro. Las restantes emociones se ubican en secciones del neo-cortex, corteza diferencial de la especie humana.
La aparición de la psicología como área del conocimiento en el siglo XIX, tuvo una dedicación especial en el estudio de las emociones como parte de su empeño en el conocimiento de la mente. Muchos fueron los aportes de reconocidos autores que aportaron a la causa, entre los que destaca el científico ruso Ivan Pavlov, con su teoría reflexológica. A partir de la segunda y tercera décadas del siglo XX, los estudios de la mente y la posibilidad de su condicionamiento avanzaron con rapidez, pero sobre todo al finalizar la II guerra mundial, en medio del inicio de la denominada guerra fría. A partir de 1948 se encargó del Laboratorio de Psicología de la Universidad de Harvard, Burrhus Skinner, un filólogo que luego se tituló en psicología en esa institución y publicó en ese año Walden dos, su texto literario más conocido, dedicando el esfuerzo del laboratorio casi exclusivamente al estudio del conocimiento, el aprendizaje y la enseñanza. Allí desarrolló sus tesis del moldeamiento, el control, el refuerzo y la modificación de la conducta, presentados en diversas publicaciones sobre la tecnología educativa.
Posteriormente, estos estudios fueron aplicados por los organismos de espionaje norteamericano. Pero donde resultaron altamente efectivos fue en la generación de la llamada por Slajov Zizek “sociedad del miedo”, iniciada en los años 50, la cual se ha convertido en el inmenso negocio de la seguridad, tan rentable como los más jugosos del planeta. Su uso en el ámbito comunicacional, fundamentalmente en la publicidad audiovisual fue exitoso en aspectos como la modificación de hábitos, generación de falsas necesidades e incitación al consumo|. Poco a poco sus principios fueron trasladados también a las producciones de entretenimiento y la información. Así, los procesos de control, refuerzo y modificación de conductas, afinados por los nuevos estudios, entraron en todos los modelos comunicacionales, potenciados por las nuevas tecnologías, internet y las redes sociales.
Pero igualmente, estos “logros” se incorporaron a la política y se convirtieron en el soporte del uso de la mentira para justificar la agresión y la guerra, destruir naciones y robarles riquezas, no sin antes desatar poderosas campañas de inoculación de miedo y rabia, propiciando la exaltación de esas emociones primitivas, las cuales generan estados tensionales que pueden llevar finalmente a la población a respuestas igualmente positivas y/o esperadas por quienes las auspician: el miedo, el abatimiento, la depresión, o la rabia, la violencia y la destrucción. Las primeras porque conducen a la inmovilidad, a la ausencia de respuesta, a la inacción y las otras, a la agresión, el caos y la muerte. Es sobre todo un ataque a la psiquis implementada mediante la exposición intensa a tan lesivos mensajes, la cual produce un bloqueo congnitivo que impide el razonamiento y además, propicia el fanatismo y el odio al otro y su pensamiento. El mundo comunicacional en manos de los grandes oligopolios financieros, ansiosos de mayor poder y riqueza, ha colmado el planeta de frivolidad, fake news, big data en medio de los respectivos procesos de moldeamiento, además de la reivindicación de una de las “utopías» skinnerianas: la desaparición de las ideologías y el definitivo reinado del dinero y el lucro sin límites,
Si nos detenemos a mirar la situación actual de Venezuela a través del cristal presentado en estas letras, tal vez entendamos mejor que la circunstancia presente está, sin duda, entre la sobrevivencia o la destrucción de nuestra patria. Lo que está en el fondo, lo determinante es un ataque a la esperanza, al sueño, desde donde surge la fortaleza para conquistar lo que se anhela.