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22 de diciembre de 2024
Víctor Matos
“No hay medio más seguro de posesión de los pueblos, que la ruina de estos”, es una de las sentencias del florentino Nicolás Maquiavelo, quien escribió la obra “El Príncipe” en 1513 y se convirtió en figura relevante del Renacimiento italiano, donde versa sobre una doctrina política cumplida a rajatabla por muchos gobernantes a lo largo de los 555 años de su nacimiento.
En cada capítulo de esta magna obra pareciera repetirnos explícitamente o a las escondidas que todo poder político es mortal. A fin de retardar su inevitable desvanecimiento, Maquiavelo aconseja a quien lo detenta, el ejercicio de la desconfianza, la suspicacia, la astucia y la paciencia del alfil, según comenta sobre este eximio escritor del siglo XVI, el literato Luis Alberto Crespo.
Y añade: “La regla de oro que difunde este imperecedero panfleto, anima durante los más de cinco siglos la obsesión de dictadores y déspotas”.
“El Príncipe” fue escrito en 1513 hoy convertido a través del tiempo en el imperdible tratado de doctrina política y que tuvo su influencia durante el poder de los Medici en Florencia. Fue publicado en 1532, y desde entonces para muchos dictadores o bisoños políticos en el mundo, se ha convertido en libro de cabecera, generándose así el concepto de “maquiavélico” o maquiavelismo en la terminología universal sobre la ambición política llena de argucias que prometen un manejo de gobernar a su antojo.
Este personaje de antología nace el 3 de mayo de 1469 y fallece a los 58 años el 21 de junio de 1527. En la ciudad de Florencia estaría hasta 1499 cuando ocupa sus primeros cargos diplomáticos en la Señoría Florentina como secretario de la segunda Cancillería y luego en el Consejo de los Diez de Balia.
Cumplió más adelante una serie de misiones diplomáticas en Piombino, Forli e Imola y se encargó de la dirección de la guerra contra Pisa en donde redacta un discurso ante los Diez, sobre la campaña.
Tras la invasión de las tropas españolas a la Toscana en donde saquean a Prato, en Florencia una revolución termina con la República y permiten el regreso de los Medici, tras lo cual es privado de sus cargos, encarcelado y torturado y luego puesto en libertad, que lo obliga a su retiro en una finca próxima a San Casciano.
En 1527 viaja a Perma, Bolonia, Imola y Forli hasta el 6 de mayo cuando los ejércitos de Carlos V saquean Roma; en Florencia huyen los Medici, quienes fueron sustituidos por un gobierno aristocrático que prescinde de Maquiavelo, quien ya muy enfermo, muere en el mes de junio, en el día 21, para luego ser enterrado en la iglesia de Santa Croce.
En el capítulo XVII de El Príncipe, sobre la crueldad y la piedad, se pregunta: “¿Es mejor ser amado o ser temido?”, en donde refiere que todo príncipe debe preferir que se le tenga por piadoso y no por cruel. Pero al mismo tiempo debe procurar el uso correcto de la piedad. “Cruel fue considerado César Borgia, pero su crueldad mantuvo unida la Romaña, en paz y felicidad, por lo que su crueldad fue más piadosa que la de los florentinos que, por temor a ser llamados crueles, dejaron destruir a Pisoya”, sentencia Nicolás Maquiavelo.
César Borgia
fue inspiración
de El Príncipe
Cuando Nicolás Maquiavelo empezó a escribir El Príncipe, su fuente de inspiración fue la familia de los Borgia, que ocupan un lugar muy importante en la historia de este libro que refleja la historia del Renacimiento italiano.
En la misma, Maquiavelo se refiere a los miembros de este clan, como el papa Alejandro VI, y César, su hijo, que los ubica como los grandes protagonistas de sus ideas políticas.
La influencia de estos personajes marca de manera directa el pensamiento propio de la política del autor que influyó en el ideal de Nicolás, que desestimó acudir al resto de la familia que tuvieron cierto relieve en las cortes europeas de Francia, España, Italia, quienes estuvieron alejados del buen uso de la crueldad, el de ser temido o amado y de la utilidad del engaño en la política así como en la necesidad de prepararse con recursos propios para la guerra.
El Príncipe, convertido en una joya del pensamiento frío y calculador de los gobernantes a lo largo de los siglos, sigue reinando gracias a la mentalidad para algunos diabólica y para otros genial del gran Maquiavelo.
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