Cultura

ARCA: un relato de dolor y liberación en Teatro Bordes

9 de octubre de 2024

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Por José Capacho

¿Qué es lo normal? ¿Quién define esa supuesta normalidad y, más importante aún, es realmente el camino que deberíamos seguir sin cuestionar? La obra Arca, escrita y protagonizada por Michelle Rodríguez y Alexandra Valencia, se alza como un desafío a estas preguntas. A través de un monólogo crudo y poderoso, las actrices nos invitan a adentrarnos en su mundo, uno donde la normalidad que se les impuso desde pequeñas se revela como una carga, una forma de opresión que no solo las aprisiona a ellas, sino a tantas otras.

La obra se presentó en Bordes Café-Galería que ha sabido consolidarse como un punto de encuentro cultural en la ciudad de San Cristóbal. Atravesando el lugar, entre mesas, plantas y cuadros que invitan a detenerse, se llega a la parte trasera, donde se encuentra la pequeña, pero cómoda, sala de teatro. Una cortina negra cubre la entrada de este íntimo espacio, que recibió alrededor de 30 personas en cada una de las cuatro funciones de la primera temporada de Arca.

El tamaño del espacio permitió que cada uno de los asistentes escuchara con fuerza las historias de Michelle y Alexandra, quienes se atrevieron a gritar verdades que rara vez se expresan con tal crudeza sobre la objetificación que enfrentan las mujeres, la presión de las expectativas sociales, las dinámicas de poder y los abusos que, a menudo, permanecen en silencio.

“Mi nombre es Alexandra Valencia, soy un crisol de emociones a los 37, aunque ya tenga 38. Estoy gorda, por eso me la paso haciendo ejercicios e inventando cualquier vaina a ver si bajo de peso. Tengo un reloj interno que me marca siempre la hora exacta. La ansiedad me acecha todo el tiempo y deseo la perfección como un fantasma. Estoy saturada de la realidad”, con estas palabras se presentó una de las actrices tras iniciar la obra.

La dinámica se desarrolló como una conversación íntima entre las actrices, quienes compartieron relatos dolorosos sobre sus propias vidas y las de otras mujeres cercanas. Entre historias, soltaban “chistes” y comentarios sarcásticos, que, aunque parecían divertidos, reflejaban la desconexión entre las vivencias de ellas y la comprensión de aquellos que no comparten sus experiencias.

Michelle señaló que, a partir de los 10 años, con la llegada del período, “se abre una puerta a los abusos” contra las mujeres. “Levante la mano quién de las mujeres aquí presentes se ha montado en una buseta y no ha sido tocada sin su consentimiento”, dijo. Ninguna de las 15 mujeres sentadas en una misma fila levantó la mano, ante la mirada absorta de los hombres ubicados al otro extremo de la sala.

Las actrices compartieron su frustración al señalar que siempre parece haber una justificación para los abusos que sufren. Ya sea por cómo se visten o por cualquier otra razón, terminan siendo las culpables. Sin importar lo que hagan, son juzgadas, lo que las hace dudar de su propia inocencia frente a lo que les sucede.

Alexandra y Michelle llevaron a cabo un ritual para sanar y reafirmar que no son responsables de los abusos sufridos. Con voz firme, proclamaron: “Por todas las veces que me golpearon, no solo físicamente. No es tu culpa, ruega por ella”; “Por todas esas veces que confié en amigos y familiares, y aun así abusaron de mí. No es mi culpa, no es nuestra culpa”. Sus declaraciones chocaban con fuerza en las paredes de la sala, transformando el dolor en un acto de liberación.

Luego de sacudir las culpas, se sentaron una al lado de la otra y limpiaron sus cuerpos como una expresión de apoyo que surge de experiencias compartidas. Este instante sirvió de reconocimiento de su propia vulnerabilidad y la fortaleza que emerge de ella, alcanzando el clímax de la función y conmoviendo a todos los presentes.

“Sabe qué, Michell, soy una luchona. Me la paso luchando. Cuando no es porque estoy gorda es porque estoy flaca. (…) Estoy luchando para que me acepten. Estoy luchando por todo”, dijo Alexandra antes de introducir el mito que da nombre a la obra: Arca.

A: [Mi abuela] me hablaba de una pareja divina que descendía de los cielos y se metía en el fondo de una laguna. ¿Lo has escuchado?

M: He escuchado de Arco, que se ve en el cielo, el Dios de la creación y de la destrucción.

A: ¿No has escuchado de Arca? [Seguramente] es porque ella está escondida, está debajo del agua. Representa la fertilidad, es la entidad femenina.

M: ¿Esa es la que se convierte en una gran serpiente, se roba a los niños y ataca a las mujeres embarazadas?

A: Sí, la llaman doña Josefa o la bruja.

M: Ah, sí, que es como una bruja, maléfica.

A: Sí. [Mientras] Arco está arriba, en la cima de la montaña, con sus múltiples colores, a Arca la tienen abajo, oculta. Es la bruja del cuento.

M: Nosotras nos parecemos a Arca, ¿no?

A: Yo creo que sí.

Al finalizar la obra, la sala se desbordó en aplausos y gritos de admiración para las actrices y su director, José Ramón Castillo, quien después de ocho años sin estar en Venezuela, dedicó diez intensos días de residencia creativa para dar vida a Arca. Visiblemente emocionado, elogió a las protagonistas por desnudar vivencias personales de una forma tan honesta, pues, para él, el teatro debe sentirse así, “como pasarle un cuchillo a alguien y decirle: este cuchillo corta y te va a doler como me duele a mí”. Objetivo logrado: Michelle y Alexandra destriparon las expectativas y prejuicios que las han moldeado, mostrando que, a veces, lo normal es una máscara que oculta mucho dolor.