Cultura

Enseñar los secretos del arte del retrato

10 de abril de 2023

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El dibujo exige prácticamente una actitud, al tiempo que propicia una concentración, en tiempos en que nuestra mente se dispersa. Foto Freddy Omar Durán

 

Daniel Galaviz ha hecho de la biblioteca más antigua del Táchira, con una colección que aguarda muchas sorpresas al visitante atraído por su gusto por libros que ni en Internet podría consultar, un espacio para encontrarnos con el dibujo.

Freddy Omar Durán

No solo se puso a su resguardo una de las áreas más bien poco conocidas del Salón de Lectura-Ateneo del Táchira –institución nacida ante todo por la sed de conocimiento a través de las publicaciones de principios del siglo XX-, sino que se le dio oportunidad para abrir una pequeña escuela para enseñar los secretos del arte del retrato.

Muchos pensarán que por las facilidades que ofrece un computador y las redes informáticas de construir imágenes, ya a la gente no les interesa de su propia mano hacer brotar un rostro que les habla, que de alguna manera les interpela sobre sus propias vidas.

Pero a veces no da abasto para la gente que le llega de todas las edades -aunque él trabaja con adultos más que todo- porque antes que la adquisición de una habilidad artística, está la serenidad y capacidad de concentración que ella posibilita.

Lleva casi cinco años en estas labores de enseñanza, y de alguna manera ha llenado el vacío por el maestro Ciro Rivas, un personaje por el cual le preguntan muchos de quienes fueron sus alumnos, y ni sabían de su fallecimiento. Su taller ocupaba toda la entrada del Ateneo del Táchira, y fue una de las actividades con mayor constancia de la institución, y la mantenía vigente, incluso en épocas de menor actividad del centro cultural.

Pocos sabrán, tal vez alguno de sus estudiantes, pero Daniel Galaviz tiene una trayectoria internacional en el campo de la plástica. El arte siempre le ha acompañado en sus andanzas por varios continentes.

Con 76 años no se resignó al retiro, y en ese empeño la mejor manera de pasar su edad dorada es legando sus conocimientos a otros.

Se inició en Mérida en el grabado, y en Ciudad de México se interesó por la artesanía; mientras que en Francia fue alumno de la Escuela de Arte de Lyon, fundada en 1756, y por la que han pasado muchos maestros del dibujo.

—Fue muy a temprana edad que comencé a dibujar. Tenía mucha curiosidad por el mundo, por la imagen. Fue mi primer modo de expresión. También he escrito algunas cosas; he hecho cerámica y actuación en el Departamento de Arte dramático de la UNAM (México), y en Mérida hice teatro de calle.

Para él no hay un prototipo de estudiantes, pertenecen a todas las condiciones sociales, sin importar edad, sexo u otra distinción personal. Muchos cuya ajetreada existencia por años no les permitió profundizar en los caminos del arte, encontraron la oportunidad de desarrollar una pasión oculta.

—Esto ha sido maravilloso, porque las edades varían. Y muchas mujeres que pasaron a ser madres, esposas y abuelas y como que dejaron en el camino de la vida algo que les produjo mucha satisfacción, lo retoman, ya que no tienen tanta carga, y lo hacen con una nostalgia estupenda, con un deseo como de reafirmarse. Para mí el dibujo es autoconocimiento, indudablemente. Hay alumnos que han tenido algo de instrucción, y se van puliendo aquí. Y hay gente adolescente. Hemos recibido algunos niños porque los padres nos los piden encarecidamente pero nuestro trabajo es con mayores de 16 años, porque con menores hay que estar muy pendientes y están bajo mi responsabilidad—.

Insiste Galaviz en que el dibujo no se puede limitar a seguir instrucciones, reglas, a respetar una técnica, o someterse a la relación jerárquica alumno-maestros. Ante todo es un llamado a la libertad, a abrirnos a un modo de ver nuestra vida, antes que un objeto a ser imitado.

— Aquí hay una relación de mucho intercambio. La cuestión no es solo dibujar, sino el por qué lo hacemos, para qué lo hacemos, qué lugar puede ocupar la actividad artística en nuestra vida. Para mí, en mí trabajo personal como artista, lo importante es relacionar el arte con la vida, aunque muchos piensan que más bien son cosas aparte. Es más, lo primero es ser competentes en la vida, inclusive por encima del arte, pues se ha mistificado al artista, y el este ha tomado una pose de semidios en el Olimpo. Se trata de eliminar ese status del profesor, allá arriba en un estrato alto y el alumno lleno de miedo abajo, porque se cree que no tiene el nivel o es ignorante, o no es alguien importante. Tan solo con ser buena persona, competente ante la realidad, abierto, flexible, por encima de los premios y las menciones, de la figuración personal, se puede auténticamente ser artista.

 

Desarrollar curiosidad y rompiendo esquemas; esa es la base andragógica, para que el cursante, a partir de sus propios valores, desarrolle sus aptitudes estéticas

—Partimos de lo que ellos traen, les pedimos que hagan un retrato de perfil sin ninguna inhibición, y así se van dando cuenta que el arte exige y al mismo tiempo libera, porque eso está asociado a la etapa infantil donde el elemento primordial es la fantasía, que se expresaba en imágenes. Usted ve que el niño está en otro mundo cuando dibuja, está plácido. Desafortunadamente cuando los padres ven desproporciones, creen que esos son matachos. A mí me interesa mucho ese aspecto psicológico de la libertad, del salir de la educación rígida, que usted pueda crear otro mundo.

A partir de ahí, de la experimentación, se van incorporando los pormenores de la técnica, pero la idea es que de éxito en éxito de manera gradual, se entusiasmen hasta llegar a la perfección.

—Lo primero es aprender a reproducir de la foto de un personaje o un impreso que le guste, dos y tres veces, mediante unas líneas coordenadas, luego se ve el valor de la línea que es el grosor y luego está el valor emocional donde tú puedes acentuar algunos detalles. Y luego viene ese juego de luces y sombras, el claroscuro, ese mundo evanescente, de los matices. Muchas veces los dibujantes se conforman porque haya un parecido con el original, y si quieren se quedan ahí. Además de la figura fundamental, es el fondo. Yo lo comparo mucho con la poesía. Esos fondos donde hay esos contrastes de luz, donde se nos informa del personaje, y nos puede revelar a alguien atormentado, dramático o sublime.

Admite que en su humilde posición de profesor, lo pertinente es que el aprendiz entienda que siempre se puede ir más allá. Al mismo tiempo, le ha permitido esa actividad redescubrir sus raíces tachirenses, las mismas de sus padres. Su abuelo era un tachirense muy respetado, con un gran hato en lo hoy se conoce como barrio El Río y parte de Madre Juana, además de un negocio muy popular en lo que hoy es el centro; a su señora madre, Belén García Lozada, como una intelectual adelantada a su época; y su padre fue un connotado médico, cuya vida merecería una novela. Tuvo una vida relativamente privilegiada, pero ya en la madurez, siempre en atención y reflexión, convivió con luces y sombras de las zonas populares de la ciudad… Esa es otra historia.

—Les enseño a que no sean conformistas, a que experimenten, a que busquen textura, y no simplemente se conformen con el contorno. Ese intercambio entre el maestro y el profesor va a su vez creando un lazo de afecto, donde se celebra constantemente lo que se está haciendo. Mis padres eran tachirenses y estoy descubriendo raíces profundas, modos de hablar, y aquí es muy democrática la cosa; tenemos los mismos niveles de aceptación y todos estamos concentrados, en distinto a lo que pasa en el mundo allá afuera, un mundo donde uno está desconectado de sí mismo, y la gente está como esas hojas que trae el viento de aquí para allá.

Aunque no haya sido muy estudiado, por experiencia, se sabe que depende de la disciplina el pintor, el escultor, el creador conceptual, y por supuesto, el dibujante, poseen una filosofía distinta. Y esto se siente especialmente cuando Galaviz se refiere a este arte en particular.

—Yo siento que el venezolano no es dado a la introspección y a veces no sabe qué es lo que siente, qué lo que pasa, y convive con sentimientos contrastados. Los alumnos saben inconscientemente que hay un objetivo fuerte en sus vidas, y cuando traspasan las puertas de la biblioteca dicen sentirse en otra parte, es otro mundo y es un mundo rodeado de lo mejor del conocimiento humano, de tantas vidas cuyos logros les costaron casi un martirio convertir en escritura. Ellos se sienten muy entusiasmados y veo en sus ojos esa alegría de haber logrado superar un enfoque errado, cuando uno les hace una observación.

Entre sus alumnos no solo hay habitantes de San Cristóbal; de otras partes acuden, sin importar el esfuerzo que implica la movilización, en un horario que va de lunes a sábado, que puede comenzar a las 9 de la mañana y seguir de corrido hasta mediados de la tarde. Es decir, de alguna manera un pedazo del Táchira allí se refugia, y no es para menos, siendo estas tierras agraciadas con un paisaje que sin pedirnos permiso se hace pintar en nuestra mirada.

—Hay un contacto humano muy hermoso que a mí me ha permitido conocer distintos tipos humanos, unos vienen del interior del estado y no les importa tener que pagar transporte. Yo soy el que estoy aprendiendo, y puedo descubrir que en el Táchira existe un potencial tan hermoso, con esa vinculación con la naturaleza que no descubres en otra parte.

Ya con ser feliz dibujando, el taller ha cumplido su objetivo; no obstante, otros pueden ser satisfechos, incluso emprendimientos con réditos.

—Me anima comprobar cómo están encendidos, cómo son motivados y disciplinados y ven los resultados rápidos. Sin tanta teoría previa, yendo a la práctica. Algunos llegan hasta la reproducción mecánica de una foto, y con ese conocimiento ellos logran vender e incluso me dicen que les pagaron en dólares y yo digo ¡qué emoción! Es despertar cosas que la vida cotidiana no te permite, es darnos esa reserva interior, que los hace así sea en un periodo de tiempo relativamente corto felices. Todo eso se quiere que se logre en tiempos en que no tenemos plenitudes, ahora que todo es recortado, es express. Aquí se admiten las reglas y el rigor pero hay otra dimensión mental, más importante que alcanzar, como una vez dijo Javier Marías que lo que le gustaba de la escritura era que la mente funcionaba diferente en esa actividad. Así sucede con el dibujo.

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