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17 de abril de 2024
Homero Duarte Corona
EL CICLISMO…¿EL mejor deporte del mundo…? QUIENES VIVEN, sienten y aman esta disciplina deportiva, especialmente a nivel de ruta, son unos convencidos de que efectivamente el deporte de las bielas, como algunos lo llaman, es el número uno, algo distinto a los demás; un encanto difícil de describir, y a fe, quienes de una u otra forma hemos estado inmiscuidos por más de medio siglo en estos avatares, podemos dar fe de todo lo que lleva intrínseco. EN LO particular, soy amante de todos los deportes, pero son tres o cuatro de las actividades del músculo las que más nos apasionan: fútbol, ciclismo, béisbol y baloncesto, sin dejar a un lado la fiesta del toro, que en Venezuela la reseñan en las páginas deportivas, lo contrario en otros países donde existe afición taurina, las notas y crónicas del toro van de la mano con el arte. EL PORQUÉ esta introducción en la columna de esta semana, sencillamente por todo lo que hemos vivido luego que empezó a publicarse en la página web de Diario La Nación lo relativo a: “Historia de la Vuelta al Táchira”, inspirados en el pequeño libro, más bien una serie de reseñas plasmadas por el colega periodista zuliano Humberto Boscán, físicamente ido de este valle de lágrimas, donde da cuenta de buena parte de los hechos que se suscitaron en las primeras 14 ediciones del giro tachirense. SIN FORMAR parte de quienes son los grandes protagonistas de la caravana ciclística, los actores, en este caso los ciclistas; pero sí en el cubrimiento del magno evento, primero en condición de reportero gráfico y desde 1984 en calidad de periodista deportivo, doble función que he compartido con mucho orgullo y profesionalismo en los diarios Vanguardia, El Nacional, Pueblo y La Nación, que nos ha llevado a cultivar amistades por doquier, a nivel regional, nacional e internacional. EL TRABAJO del periodista comienza desde muy temprano, en las primeras horas de la mañana, desde revisar cómo quedó la reseña de la etapa, hacer la propia crítica, hasta inmiscuirse entre ciclistas, bicicletas, acompañantes, colegas periodistas y con ellos un sinfín de personalidades que de una u otra forma viven el día a día de una carrera por etapas.
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LO IRÓNICO EN esto del ciclismo por etapas radica en que cuando buena parte de la caravana, incluyendo los propios actores, hacen el ritual de todos los días al terminar la competencia: bañarse, almorzar y luego descansar, el periodista pasa de largo, continúa con su trabajo, el de mayor responsabilidad y exigencia, la elaboración de la crónica para enviar al medio impreso, dualidad de función que cumple con su yunta, el compañero inseparable, el reportero gráfico, ambos apostando a que su trabajo salga lo mejor del mundo. EN UNA ocasión, una colega periodista, ya fallecida, salió a la vera del camino para ver pasar la caravana de la Vuelta al Táchira en una de sus etapas. DE REGRESO al Diario, cuando estábamos en la redacción nos espetó: “ustedes lo que andan es paseando”, haciendo alusión al reportero gráfico y periodista. LA IGNORANCIA es atrevida, volteamos la cara, sin entrar en polémica y seguimos escribiendo la crónica. PERO LO que sí es cierto es que en el ciclismo de competencia, quienes de una u otra forma han vivido de cerca lo que se siente en una etapa o en toda una prueba de ocho, diez y más etapas, saben lo que se vive en ese mundo. EL SENTIRSE parte de la carrera junto a los propios protagonistas: ver el sacrificio, la pasión, las lágrimas de una caída, el levantarse y seguir arriba de la bicicleta como un verdadero varón y luego observar la cara, el gesto de felicidad cuando cruza victorioso la meta, no tiene parangón: la gritería, los empujones, el querer cada quien estar en primer plano para sentir y tocar a sus ídolos, solo se vive por instantes. NOS LLEVARÍA mucho espacio relatar tantas vivencia y anécdotas en los años de cubrimiento de carreras de ciclismo, pero lo cierto es que todo empieza como un flechazo, “un amor a primera vista” que se mete hasta el tuétano y nunca más se sale de ahí. AL CONTRARIO de otros deportes, unos con mayor afluencia de público, millares de aficionados en un escenario o estadio de fútbol, igual en el béisbol, tenis, baloncesto y en otros en menor proporción, pero lo cierto es que el ciclismo de ruta, ese que se vive en las carreteras no se paga, es libre, cada quien vive su experiencia: en las salidas, al paso de la caravana, en la disputa de las metas volantes o esprints, premios de montaña y al final la etapa, cada quien pujando o apostando por su ídolo. EN LO profesional, cuando se recibe un mensaje de texto, un WhatsApp o cualquier acto de admiración o contacto por las redes sociales o a través de una llamada telefónica; el saludo del viejo amigo o hermano que hace mucho tiempo no ve, dentro y allende las fronteras del país, brindándole el estímulo, la felicitación por lo que se está haciendo, es prueba fehaciente que la amistad es el mejor tesoro de la vida, no se compra con ningún dinero del mundo. A RAIZ de la partida al más allá de nuestro doble colega, periodista y locutor Carlos Alviárez Sarmiento, con quien precisamente nos unió una amistad de medio siglo, a través del ciclismo, han sido miles las visitas que aficionados y amigos le han hecho a la columna CONTRARRELOJ, que le dedicamos al hijo de la “Capital del Mundo”, Lobatera, 48 horas antes de entregar su alma al Creador. EN LA gráfica de Carlos Eduardo Ramírez, un aspecto de lo que significa una carava de ciclismo por etapas.
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