Si el Deportivo Táchira tuviera dos o tres jugadores más de su talante, otra fuera la historia. Frente a Zamora, no sólo fue la bujía en el ataque, también aportó en lo defensivo, un jugador con calidad de exportación
Homero Duarte Corona
Esli García, no es todo en el Deportivo Táchira. También hay otros jugadores que sudan la camiseta, profesionales en toda la extensión de la palabra; sin embargo, en cada partido que juega el aurinegro, la labor del pequeño gigante va en aumento, lo que le falta de estatura le sobra en garra, ganas, enjundia y deseos de agradar, un todo terreno.
En la era Eduardo Saragó se ha convertido en titular indiscutible, al extremo que en el campo de juego todo gira a su alrededor en la ofensiva-aunque también aporta a la defensiva, una especie de “garrapatica” para obstaculizar el trabajo del contrario-, pues no solo hace goles, tiene el ingenio para desbordar y enloquecer a los defensores provocando faltas a granel, en ocasiones tan graves que conducen al castigo de tiros penaltis.
Ya había tenido su paso por el Deportivo Táchira, en par de ocasiones, pero sin mostrarse, seguía en deuda con la afición, incluso tuvo una pasantía por el exterior, sin llegar a cuajar. La titularidad en la UCV, en calidad de préstamo en la temporada anterior, le “asentó muy bien”, trayendo consigo que el profesor Eduardo Saragó, además de tomarlo en cuenta, le dio la confianza total, abridor en el once inicial desde el comienzo de la campaña 2023.
Sin ingresar en el terreno de quiénes son los buenos jugadores, los que más aportan y los que poco rinden; son ellos mismos, la crítica especializada y los aficionados los principales jueces, ante esta gran verdad nadie se puede sentir mal, pues son los hechos los que hablan por sí solos.
No tiene Esli García una varita mágica para hacer todo en la cancha, pero así pareciera, prácticamente se nota una dependencia ante los ojos del más desapercibido fanático que el diminuto jugador debe multiplicarse: es volante, extremo por los dos costados, atacante y hasta “defensor”, pues no se arruga para pelear un balón frente a los denominados “grandotes”.
El Dios Creador no le dio estatura, no mide más de 1,50, pero lleva intrínseco un caudal de fútbol, que pocos lo tienen con esta estatura en un deporte tan exigente como el fútbol. Un balón en los pies de Esli es presagio de que algo bueno va a ocurrir, en ocasiones selladas con goles de gran factura.
¿Y… si Esli García no está…?
No anda bien el Deportivo Táchira, una intermitencia de nunca terminar. Comenzó en la era Alexandre Pallarés, temporada 2022 y continúa con Eduardo Saragó, sigue el equipo sin ver luz, sin tener un despegue definitivo; de repente juega uno o dos partidos para el elogio, y luego cae en un sopor, se relaja el colectivo, se sufre una especie de metamorfosis difícil de descifrar.
Ante esta disyuntiva surge un interrogante: ¿Y si Esli García no está…? Pues sencillamente el equipo se viene abajo, su ausencia es notoria a leguas; algo que no puede ser, merced que el fútbol es un deporte de grupo, no de un solo elemento, un rompecabezas que debe descifrar el cuerpo técnico aurinegro con Eduardo Saragó a la cabeza.
Historia repetida, en el 2022 el equipo mostró destellos en las primeras tres o cuatro fechas; e igual en la temporada 2023 que todavía esta joven, solo las primeras cuatro fechas, para luego contagiarse de la misma enfermedad del año pasado, que se inició en el juego de Copa Sudamericana frente a Estudiantes de Mérida-eliminado del evento copero-, continuó con la derrota ante Metroplitanos, un respiró con el triunfo contra Portuguesa en Acarigua y magros empates con sabor a derrota en el estadio Pueblo Nuevo ante el colero UCV y el disminuido Zamora FC.
Inferior este plantel al de la temporada anterior, de los jugadores extranjeros fichados para la campaña 2023, se salva el panameño Jiovanni Ramos, el resto muy intermitentes, sobre todo los argentinos Leandro Fioravanti y Gonzalo Rittaco; el primero rescata balones, pero es un manojo de nervios cuando tiene el balón en sus pies no sabe qué hacer, o realiza una mala entrega o pierde el esférico, para dejar mal parado al equipo, mientras que el segundo, solo destellos, se pierde en el campo y no es un buen pasador de balones, muy pocas veces entrega una pelota limpia.
Igual sucede con el defensor Gonzalo Mottes, en oportunidades luce seguro, pero en otras se desconcentra, no le brinda seguridad a su compañero de zaga, puesto de manifiesto en los partidos frente a la UCV y Zamora FC.. En la misma onda el volante colombiano Julián Figueroa, de repente la falta de continuidad, que si la tenía en su equipo anterior Hermanos Colmenares FC.
Tampoco ha habido el mejor acierto con los nuevos jugadores criollos, quienes suplieron las vacantes de los que estaban en 2022, que desnuda la realidad del equipo en su intención de pelear el título de la temporada o al menos lograr un cupo paras los dos eventos internacionales de 2024, casos específicos las Copas Conmebol Libertadores y la Sudamericana.
Sin necesidad de ser un erudito en la materia, menos inmiscuirse la labor de director técnico, pero este Deportivo Táchira de la era Eduardo Saragó adolece de un volante de ingenio, la cabeza pensante en la mitad del campo, el enlace o vaso comunicante con los hombres encargados de profanar las redes contrarias.
Igual con la parte atacante, en el papel el cuerpo cuenta con seis delanteros, de ellos dos fijos, “Matatán” Uribe y Edder Farías, el primero voluntarioso y sacrificado, arrastra marcas, pero no tiene gol, mientras que el segundo en la temporada anterior solo hizo un gol y en el 2003 suma tres, algo que aún no se entiende conociendo que este jugador criollo siempre fue un artillero de muchas dianas en los equipos que militó, tanto criollos como en el exterior.
Es urgente la presencia de un goleador y un volante que lo alimente de pelotas limpias para ir en busca del arco rival, caso contrario no se le puede augurar nada bueno a él nueve veces campeón nacional en esta temporada, que en honor a la verdad aún le falta bastante trecho por recorrer.
Es cierto que la ausencia de Maurice Cova se nota una enormidad, sin embargo y lo mismo que sucede con Esli García, pero un equipo de fútbol no está conformado por uno, dos o tres jugadores, son once en el terreno de juego, más los que emergen del banco, que deben tener la misma calidad o mejor que los titulares.
La afición no va al estadio
Es verdad que la situación país no es la mejor, no es tarea sencilla para un aficionado padre de familia ir al estadio con uno o dos hijos, donde se conjugan los precios de las entradas dolarizadas, pese a que no son costosas en relación a otros países del continente, la falta de transporte y los horarios de los juegos en cada jornada.
A ello se suman las malas presentaciones del aurinegro: partidos de bochorno, de bostezo, que poco o nada le aportan a la retina de los pocos aficionados que se den cita en el estadio y quienes ven los compromisos a través de la televisión o las redes sociales.
La directiva del Deportivo Táchira puede ingeniarse una y mil formas para “incentivar” al fanático, que se llevó a cabo en el mes de marzo con el ingreso gratis a cualquier localidad para las damas por celebrarse en esta fecha el Día Internacional de la Mujer y este sábado hubo el ingreso de dos personas con un solo boleto. No obstante, de poco o nada sirven estas promociones si el equipo no brinda espectáculo, su funcionamiento en el campo de juego, es pobre, sin nada que emocione.