JEUMONT, Francia, (AFP) – De la ‘fan zone’ entre amigos en la Eurocopa-2016 a su magnífico gol a Argentina en los octavos de final del Mundial de Rusia-2018: el joven francés Benjamin Pavard ha tenido un viaje fulgurante, sin olvidar nunca sus orígenes, la pequeña ciudad de Jeumont, en la frontera con Bélgica, donde es todo un ídolo.
«Demostrar que se puede nacer aquí, vivir y crecer en Jeumont y luego triunfar al más alto nivel internacional. Esa es una bella lección para los niños de Jeumont y les da esperanzas para el futuro», estima el alcalde Benjamin Saint-Huille, en una localidad de 10.000 habitantes llena de carteles y pancartas de apoyo a la selección francesa y especialmente a Pavard.
Este rincón del norte de Francia, situado junto a la frontera belga y a más de una hora de coche de Lille, es donde el joven lateral de los Bleus, de 22 años, creció y donde comenzó en el fútbol con apenas 6 años. Siguió el ejemplo de otro ilustre futbolista que creció en Jeumont, Jean-Pierre Papin.
«Era muy completo, realmente impresionante», recuerda sobre el Pavard niño Sullivan Skiba, que le entrenaba en sus inicios.
Muy pronto el Lille se percató de las cualidades de Pavard.
«Mi papá le había detectado, así que vino para una prueba y rápidamente lo tuvimos claro. Le integramos en nuestro equipo de infantiles, donde los padres tenían que hacer muchos sacrificios para traerles a entrenar dos veces por semana, además de para el partido del sábado», explica a la AFP Jean-Michel Vandamme, director del centro de formación del Lille.
Benjamin Pavard, hijo único, terminó alejándose pronto de sus padres para quedarse en el centro de formación, aunque volvía todos los fines de semana a Jeumont, donde su familia siguió viviendo.
En sus inicios alternaba entre la defensa y el centro del campo, dejando clara desde el principio su personalidad.
«Era un trabajador, muy humilde, a veces demasiado. Necesitaba que le valoraran sus actuaciones. Tenía ya ese nivel de exigencia y luego se convirtió en un líder, con mucha decisión», recuerda Rachid Chihab, que le acompañó durante su aprendizaje en el centro de entrenamiento del Lille, el Domaine de Luchin.
La apuesta alemana
La timidez del principio dio paso después a una cierta jovialidad, integrándose perfectamente con sus compañeros del centro de formación.
«Cuando había que trabajar era muy serio. Pero fuera era un chico que contribuía a dar ambiente. Ponía alta su música de los años ochenta», cuenta a la AFP Corentin Halucha, que compartió durante años el centro de formación con él.
Un día, la oportunidad llamó a su puerta. El entrenador René Girard le lanzó al equipo profesional a principios de 2015 e insistió en su polivalencia (defensa central y lateral), lo que constituye una de sus grandes fuerzas.
A mediados de 2016, cuando el nuevo entrenador Frédéric Antonetti no contaba con él, Pavard aceptó el reto de emigrar al Stuttgart, un equipo histórico en Alemania pero que acababa de descender a la segunda división.
La apuesta era arriesgada pero terminó siendo ganadora.
Allí se adaptó bien, ayudó al equipo a regresar a la élite de la Bundesliga y a finales de 2017 obtuvo su primera convocatoria con los Bleus.
Al Mundial de Rusia-2018 llegó siendo un desconocido para muchos, pero saldrá de él, pase lo que pase, tras dejar huella.
Pese a su éxito, Benjamin Pavard es todavía el muchacho afable que muchos recuerdan.
«Cuando vuelve a Jeumont no duda en dar autógrafos a los más jóvenes e incluso en jugar con ellos. No ha olvidado de dónde viene. Representa completamente los valores del norte (de Francia), es humilde, respetuoso, educado. Es un auténtico ch’ti (sobrenombre popular de los habitantes de la región)», estima Sullivan Skiba.
Pavard era una estrella en Jeumont. Ahora va camino de serlo también en todo Francia y quién sabe si en el fútbol mundial.