Frontera

Fundación Satura atiende 200 niños venezolanos// Cuando el amor al prójimo no tiene fronteras

16 de diciembre de 2019

500 vistas

Norma Pérez

El Dato

El Mega Colegio “La Frontera” cuenta con una matrícula de 1600 estudiantes, de los cuales 1200 son venezolanos

Aún no amanece cuando Marta Leal y Yasmín García salen de sus casas rumbo a su trabajo. La primera, es madre de dos hijos mayores de edad, pero tiene a su cargo tres sobrinos pequeños que cuida desde que murió su hermana; se desempeña como instructora de manualidades. La segunda, es maestra pero hizo de la panadería su oficio, aún cuando incursionó en ésta como pasatiempo.

Ambas viven vía Bramón, en el municipio Junín y juntas recorren de lunes a viernes, el trayecto hasta La Parada, donde se encuentra la sede del programa “Soy Satura”, a través del cual se brinda atención a 200 niños venezolanos, que cada día pasan el puente internacional “Simón Bolívar”, para recibir clases en Colombia.

Ellas, junto a Ángela Sánchez y Orlando Maldonado, integran el equipo que diariamente se encarga de elaborar una merienda y repartirla en la escuela a los pequeños beneficiados con el programa, así como de dictar talleres de capacitación a las mamás, para ofrecerles una oportunidad de obtener ingresos y una mejor calidad de vida.

Asentada en Medellín, la Fundación Satura Colombia, extiende su acción bienhechora hasta sus hermanos más vulnerables, desplazados por las circunstancias. Un ejemplo que el amor al prójimo no tiene fronteras, ni existen líneas divisorias cuando se quiere hacer el bien.

Soy Satura

Satura Colombia es una fundación cristiana que capacita iglesias y líderes para encontrar hijos de paz. Aunado a esto, cuentan con el servicio a la comunidad, que se desarrolla por medio de diversos programas: “Puente a la lectura”, para enseñar a leer a jóvenes y adultos;” Rol de ser padres”, que es una escuela para padres; “Pan Satura”, un piloto para apoyar a microempresarios en los aspectos administrativos, organizacional y psicológico; y el programa “Soy Satura”, el cual se aplica con los niños venezolanos en La Parada.

La mirada se posó en esta frontera, gracias a una entrevista que el Canal Caracol, le hizo a Ángela Sánchez, cuando junto a sus tres hijas caminaba por el puente para llevarlas a estudiar a Colombia, soportando calor, empujones, hambre, sed y algunas veces hasta lluvia.

Programa integral

La Coordinadora del programa de Servicio a la Comunidad de la Fundación, Ximena Cardona, explicó que el nombre “Soy Satura” deriva de un juego de palabras relacionado con la soya, pues por sus propiedades nutricionales se utiliza este alimento para la preparación de los refrigerios, y “soy” vinculado a la pertenencia .

Esta joven psicóloga antioqueña se trasladó desde Medellín hasta Cúcuta, para participar en el compartir de fin de año para los niños, a quienes se agasajó con una tarde de amenidades, juegos, y entrega de obsequios producto de donativos de empresarios colombianos y amigos de la Fundación.

Dio a conocer que en 2018, se realizó un programa piloto con 50 alumnos, y en enero de este año, se iniciaron formalmente las actividades, con la participación de 200 niños de primaria que pasan diariamente de Venezuela a Colombia a estudiar en el Mega Colegio “La Frontera”. En su mayoría habitan en San Antonio y zonas aledañas.

Previamente, se realizó un estudio socioeconómico y médico para seleccionar los niños que más necesitaban la atención; muchos de ellos en estado de desnutrición.

El programa se divide en tres áreas: Asistencia alimenticia, que consiste en la merienda, un control permanente de crecimiento y desarrollo por nutrición; en caso que requieran un tratamiento especial se remiten a otra organización para su debida atención. Incluye asistencia psicológica, debido a que hay casos de hogares desechos, separación de familiares, y poca capacidad de adaptación al sistema escolar.

La escuela de Artes y Oficios dirigida a las madres; esto por considerar que son mujeres muy jóvenes con bajos niveles educativos. A ellas se les brinda la oportunidad durante todo el año de aprender manualidades y costura a mano, donde les enseñan a hacer patrones y una diversidad de prendas de vestir. Ya algunas han comenzado su pequeño negocio y a obtener ingresos propios.

La tercera parte del programa es la formación del ser, esencia de la Fundación, cuya intención no es solo dar, sino que haya un cambio de vida en las personas; por lo que se refuerza el crecimiento espiritual y el papel de ser padres, con talleres y charlas.

En cuanto al refrigerio, varía todos los días y siempre es elaborado con soya, tanto la bebida como las galletas, panes, tortas, cachitos y ponqués. La leche de soya se mezcla con una fruta y se hace una merengada.

Los pequeños lo reciben a la hora del receso y aunque algunos lo consumen en su totalidad, otros guardan una porción para el hermanito que dejaron en casa.

Para Ximena Cardona y su equipo la satisfacción por realizar este trabajo en beneficio de madres y niños es enorme; pues cada uno tiene su historia particular, muchas de ellas sumamente difíciles.

“Saber que podemos aportar un poquito de alegría para quienes a veces la única comida que hacen al día es lo que les damos, es algo muy valioso. Esa es la realidad, muy dura. Además, contamos con un equipo que también consiguió aquí su lugar y trabajan con mucho amor, ya que lo hacen por su pueblo, sienten y se identifican con su dolor”, dijo.

Esta labor de la Fundación Satura demuestra que las penas compartidas duelen menos. Una mano extendida, una sonrisa o una palabra de aliento a tiempo pueden salvar vidas. En una frontera de conflicto, discordia y desarraigo, se abrió un espacio para salvaguardar la unión de dos pueblos. Amor de hermanos.