El carburante lo venden en tarantines ubicados en las vías principales de San Antonio y Ureña

Jonathan Maldonado

Quince tarantines de venta de gasolina se observan a lo largo de la avenida Venezuela, en San Antonio del Táchira. Están en la acera o sobre el asfalto. El embudo y las botellas de plástico, llenas del carburante, invitan a los conductores a comprar un producto revendido y con sello binacional.

“¿Cuál quiere, colombiana o venezolana?”, pregunta el vendedor al cliente. Este jueves 28 de noviembre, la venta fue mayor en los puntos informales que se han establecido en el eje San Antonio del Táchira-Ureña, pues ninguna estación de servicio abrió sus puertas.

La mayoría de los conductores prefiere echar la colombiana. «Los dos litros cuestan 9 mil pesos», precisa el vendedor mientras va alistando el embudo y la botella para proceder a despachar al cliente.

Este nicho informal les permite a muchas familias mantenerse económicamente en frontera, pues el trabajo formal no llegó a la zona con la reapertura de los puentes. El intercambio comercial binacional, que es el sector reactivado, solo abarcó un pequeño grupo de empleos.

«Llevo cuatro años vendiendo gasolina. La gente suele pedir más la colombiana. Sin embargo, uno siempre tiene de las dos. Hay uno que otro que pide la venezolana», resaltó una ciudadana cuyo nombre prefirió resguardar.

“Al principio, me pegó muchísimo. No estaba acostumbrada a este tipo de trabajos, pero me tocó y, al final, uno termina acostumbrándose. El olor a gasolina ya no me fastidia como antes”, prosiguió, en tono de broma, quien no pierde la fe en que la frontera regresará al apogeo formal de antaño.

En total, en el casco central de San Antonio, se contabilizan más de 30 tarantines dedicados a lo mismo. Todos usan la popular botella de plástico de dos litros. «Yo no la presto, son difíciles de conseguir», aclaró.

La silla de plástico, la gorra, el protector solar y un pañuelo para el sudor son infaltables en quienes se dedican a este oficio que se han enraizado del lado venezolano. Lustros atrás era común verlos, pero en La Parada, en Colombia… Los viajes siempre están latentes en frontera.