Frontera

La gran vitrina de la frontera sigue desvencijada, con sus santamarías abajo y sin su olor característico a cuero

30 de mayo de 2023

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La marroquinería fue, por décadas, uno de los sectores bandera de la economía en la zona


Jonathan Maldonado


La calle del cuero en San Antonio del Táchira luce desvencijada. Todos sus negocios cerraron, excepto uno que se resiste a irse de una zona que representó, por décadas, la vitrina gancho de una frontera pujante, la más viva de Latinoamérica.

En una de las decenas de santamarías cerradas se alcanza a leer «industria marroquinera». El óxido y la pérdida del color en los letreros, hacen que, a primera vista, no se puede apreciar el slogan.

A partir de agosto de 2015, el sector marroquinero comenzó a languidecer. Un área bandera de la economía fronteriza fue perdiendo su fuerza al punto de su extinción. La reapertura progresiva, tras más de siete años de cierre, no ha traído cambios para un nicho cuyo principales empresarios, en más del 80%, migraron a los dos Santanderes, en Colombia.

«Este sector llegó a tener más de 120 empresas activas, con un aproximado de 1.200 trabajadores», aseguró la presidenta de la Cámara de Comercio del municipio Bolívar, Isabel Castillo, en entrevista concedida a La Nación.

Castillo precisó que, en la actualidad, entre dos a tres empresas insignes están dando la batalla con una producción a media máquina: 40%. «Seguimos teniendo las mismas dificultades por la falta de financiamiento», dijo.

En una de las paredes de esa famosa calle aún se lee la frase «las mejores pieles», acompañada por imágenes que reflejaban el tipo de productos que ofrecían y la marca de la empresa que los creaba. Una bicicleta detenida en parte del diseño, da cuenta de los virajes.

Hay algunos locales que fueron alquilados para la venta de alimentos, todos de origen colombiano. En las aceras lo que pululan son los puestos informales que expenden gasolina. Los dos litros, del carburante colombiano, están en 8.000 pesos.

«Sin acceso a las divisas es difícil despegar. Hay marroquineros que desean volver, pero hay que brindarles facilidades, exonerarlos de impuestos, del pago de tributos y que no se exija la máquina fiscal, la cual tiene un valor de entre los 1.000 a 1.200 dólares», enfatizó la representante de los comerciantes.

Cuando la marroquinería estaba activa, no solo era aprovechada por foráneos y por los ciudadanos que arribaban de otras regiones del país, sino también por los residentes de la frontera, quienes para cualquier detalle u ocasión, solían visitar los negocios para comprar un obsequio 100% hecho en cuero.

«Uno entraba a esos locales y se respiraba cuero por todos lados. Chaquetas, carteras, monederos, billeteras, sombreros y zapatos, eran parte de las grandes opciones que teníamos, aprecios asequibles y, sobre todo, de calidad», rememoró Nacy Nieto, habitante del barrio Simón Bolívar.

La maleza también se divisa en algunas aceras. Esa calle dejó de ser referencia de producción para dar paso a una informalidad que ha sido testigo del deterioro de las fachadas de muchos establecimientos que perdieron su norte causa del cierre de los puentes internacionales por parte del Gobierno de Venezuela.

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