Las infecciones de transmisión sexual más recurrentes, además de la sífilis, son las gonocócicas, los condilomas y las leucorreas
EL DATO:
El tránsito masivo de venezolanos por la frontera ha influido, en gran medida, en el aumento de las ITS, informó la doctora Daysi Mendoza
DE INTERÉS:
Pese a las dificultades que atraviesa el hospital Samuel Darío Maldonado, en San Antonio, el grupo de galenos presente en el servicio ITS ofrece gran ayuda a los pacientes
Por Jonathan Maldonado
“Lo hago por mis hijos”. La frase pertenece a Mariana, una venezolana de 38 años que decidió enfrentarse a las rutas sinuosas del éxodo para lograr alimentar y vestir a sus vástagos. Desde hace más de un mes se encuentra en La Parada, en Colombia, tratando de hallar el sustento que le permita salir adelante. Vio en la prostitución la opción para cubrir sus necesidades y las de sus familiares.
La historia de la dama se multiplica en la zona fronteriza. En los municipios venezolanos de Bolívar y Pedro María Ureña, así como en La Parada y Cúcuta, en Colombia, se está registrando un incremento de mujeres y hombres – este último en menor proporción–, que deciden involucrarse en el oficio de la prostitución ante la carencia de oportunidades laborales.
Este escenario, según Deysi Mendoza, médico encargado del servicio de Infecciones de Transmisión Sexual (ITS) del Distrito Sanitario de San Antonio y Ureña, ha conllevado que no exista un control sanitario en la frontera, lo que acarrea mayores probabilidades de enfermedades por coitos casuales.
De acuerdo con Mendoza, los estudios realizados por su departamento han arrojado respuestas en torno al crecimiento de las ITS. “Aunque no tenemos aún los números, sí podemos asegurar que este aumento está relacionado con el tránsito masivo de venezolanos”, apuntó.
“Los usuarios que acuden hablan de contactos esporádicos, casuales. Algunos dicen que lo hacen por el pago de una deuda, situación que está desencadenando el ascenso de una prostitución no controlada”, puntualizó la doctora, quien aclaró que el hospital Samuel Darío Maldonado chequea semanalmente a las personas que trabajan en los pocos bares que quedan abiertos en la ciudad. “Pero las que están en la calle no acuden”, enfatizó.
El uso del preservativo, advirtió, es vital para que los jóvenes y adultos eviten cualquier tipo de contagio. En este sentido, hizo un llamado a las mujeres y hombres para que acudan al servicio, ubicado en el primer piso del centro de salud, para que se hagan sus respectivos exámenes, en caso de alguna sospecha.
“Atendemos de lunes a viernes. El servicio es totalmente gratuito”, informó Mendoza, para luego dejar claro que gracias a los aportes de instituciones como la Agencia de la Organización de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) y Aids Healthcare Foundation (AHF), cuentan con pruebas rápidas para el VIH y sífilis. “Este año no nos ha faltado, hemos tenido”, aseveró.
Se elevan los casos en menores de 23 años
La especialista de la salud encendió las alarmas al señalar que hay un incremento de casos de infecciones por transmisión sexual en menores de 23 años. Incluso, añadió, se han presentado personas de 19 años y algunos menores de edad que no poseen el apoyo de algún representante: padre, madre o hermano.
Lamentó, además, el aumento de sífilis en mujeres embarazadas, formando una cadena, pues el bebé también amerita ser tratado. “Las infeccione más recurrentes, además de la sífilis, son las gonocócicas, los condilomas y las leucorreas no específicas”, enumeró.
Por otra parte, Mendoza indicó que no solo las ITS están afectando a muchos ciudadanos. Trajo a colación, por citar tan solo un ejemplo, las enfermedades de la piel, como consecuencia de la exposición a la que están expuestos grupos de venezolanos que duermen en las calles y se asean con agua no potable.
“El VIH no es sinónimo de muerte. Solo cambia su estilo de vida y debe tomarse los medicamentos cuando le corresponda, no trasnocharse y alimentarse bien. Llega el momento en que la carga viral es indetectable.
Tengo pacientes con más de 15 años controlándose el virus”, recordó la doctora, al tiempo que señaló: “semanalmente están asistiendo a consultas al menos 15 pacientes. Años atrás no pasaban de cuatro”, dijo con un tono que devela su preocupación frente al actual panorama.
Los pacientes que llegan al servicio reciben educación sanitaria. “La idea es que la información se propague. Actualmente hay campañas, pero falta más articulación”, subrayó la doctora. Detalló que cuando un caso es positivo, es remitido a San Cristóbal o Cúcuta, para que se le haga otro examen.
“Muchas personas temen acercarse porque piensan que sus casos van a ser divulgados. Eso no es así. Hay total confidencialidad, aquí hacemos un trabajo ético y responsable, como en cualquier institución”, recalcó la especialista a modo de colofón.
“Cobro 60 mil pesos por cliente”
Marina González, venezolana, es novata en el entorno de la prostitución. Aún no ha cumplido ni el mes en un trabajo que “hago por necesidad, no tenía dinero para alimentar a mis hijos. Por eso, decidí prostituirme”.
La entrevista se vio interrumpida en varias ocasiones. Uno de sus hijos se acercaba porque quería escuchar el relato de su progenitora. El silencio y mirada de su madre le indicaban que debía retirarse. Lo hizo en dos oportunidades, hasta que entendió que ella estaba disgustada.
“Por eso lo hago solo los fines de semana, y me voy hasta Cúcuta. Jamás dejo que un cliente me aborde acá. No voy a permitir que mis hijos se enteren”, soltó González, algo nerviosa por hablar del tema en la cancha de La Parada, lugar donde duerme con sus hijos.
—Lo más difícil de todo es acostarse con un hombre que uno no quiere – apuntó con la sinceridad reflejada en una mirada que a veces daba la impresión de perderse-. He llegado a cobrar hasta 60.000 pesos por cliente.
“La verdad, nunca me imaginé llegar a esto”, confesó, quien, además de su vida nocturna, vende refrescos de lunes a viernes, cerca de una carpa improvisada que armó para dormir con sus familiares. “Yo aspiro a salirme pronto de esto. Ya en diciembre debo estar alejándome por completo de este mundo”, aseveró.
Marina les habla claro a sus clientes. Su primera regla es: “sin preservativo, nada”. Otro punto, dijo, es que no exijan mucho. “Así se lo canto. Ellos verán si lo toman o lo dejan”, indicó mientras miraba a su alrededor para constatar en qué andaba uno de sus hijos.
“Muchos me dicen por qué hago lo que hago, si aún duermo en la calle. Yo siempre respondo que con ese dinero alimento a mis hijos y les compro su ropa”, concluyó la dama.
“Llevo dos años en la prostitución”
Natalia Guzmán, de 29 años, no titubea al momento de contestar cada interrogante. La primera vez que escuchó sobre el tema de la prostitución fue hace más de dos años, cuando una amiga le propuso que diera el paso. “Al principio me negué, pero al final terminé aceptando”, dijo.
-Los primeros meses fueron horribles, no me acostumbraba. Iba al bar de Morón, en Carabobo, con miedo – evocó quien, tras llegar a La Parada, no dudó en dedicarse a lo mismo-. En mi casa están claros de lo que hago, nadie me juzga. Mis hijos saben que lo hago por ellos, igual mi mamá.
Guzmán, cada ocho días, le envía dinero a su madre. “A más tardar, lo hago cada 15 días, de ahí no paso”, resaltó quien mensualmente suele realizarse sus exámenes de VIH-Sida. “Desde que comencé, he sido muy responsable con mi salud. Me cuido”.
“Cliente que no quiera usar condón, cliente que no va para el baile”, subrayó la joven de 1.50 cm de estatura y quien, a simple vista, puede ser confundida con una menor de edad. “Al día puedo atender hasta cuatro clientes. Ya uno lo ve normal”, agregó.
La Parada, Guzmán arribó por la asesoría de un amigo que conoce la localidad. Él, al principio, le buscaba sus clientes, cuadraba todo lo específico a la cita; es decir, actuaba como un proxeneta. “Voy adonde el cliente quiera, mientras pague todo: San Antonio, Cúcuta o acá mismo”.
—Mi tarifa es 30.000 pesos el rato. El cliente debe pagar hotel y cualquier otrogasto que desee -refirió quien lamenta que su amigo se haya ido a otra ciudad colombiana, pues era su apoyo en el trabajo-.
“Me he llegado a enamorar de algunos clientes. Una vez -rememoró- me pasó con uno y duré dos años. Yo trabajaba en un bar en Venezuela. Él estaba consciente de lo que yo hacía y me buscaba en las noches, tras culminar mi jornada”, sentenció.
“No hay más trabajo”
Con 19 años y una niña de meses, Ana Paola arribó a la frontera proveniente de Maracay, estado Aragua. Se aventuró sola, sin nadie que le dé una mano. “Al rato, uno va haciendo grupo con personas que lo van apoyando a uno en lo que salga”, aseguró.
Aunque intentó buscar trabajo en varias oportunidades, no contó con la suerte esperada. “Me rechazaron en cada una de las puertas que toqué: restaurantes, locales de venta de ropa y demás lugares adonde fui”, relató. Tras los episodios vividos y con una niña que necesita pañales y alimentos, “me vi en la necesidad de buscar plata de una forma que no me gusta, pero me toca, no he tenido otra opción”.
—Prácticamente, el tiempo que llevo en la zona, lo tengo en la prostitución: tres meses -dijo, para luego hacer énfasis en lo complicado que es tomar una decisión de esta índole-. El primer día fue espantoso. Espero que mis familiares nunca se enteren.
Ana Poala, pese al corto tiempo que lleva en la frontera, anhela volver a su hogar, dejar atrás un mundo cargado de tropiezos. “Tengo fe en que las cosas van a cambiar pronto, por eso no me he ido más lejos”, destacó quien deja con sus amigas a su bebé cuando un cliente la busca.