A simple vista, la movilidad por el puente internacional Simón Bolívar refleja un tránsito de ciudadanos que está sujeto a las normativas emanadas de Migración Colombia al momento de ingresar a suelo neogranadino: presentar el carnet fronterizo y cumplir con el `pico y cédula.
Sin embargo, de las entrañas del paso formal emergen escenarios que rayan en lo ilegal y repercuten en la seguridad de los transeúntes. Recientemente se han acentuado las denuncias en torno a las extorsiones que sufren los ciudadanos en el corregimiento de La Parada, zona comercial con la que se tropiezan los venezolanos una vez terminan de atravesar el puente.
Algunos grupos de personas, camufladas en el traje de carretilleros o “lomotaxistas”, van rodeando al ciudadano, que eligen como su próxima víctima, y le van exigiendo, sin que la conversación genere sospecha, el pago de una supuesta “tasa de salida”, para que su “seguridad prevalezca”.
Las escenas de amedrentamiento y extorsión han ido en aumento. El 27 de noviembre del 2021, La Nación, a través de una nota de prensa, alertó sobre estos episodios y cuyas víctimas potenciales eran aquellas personas que llevaban maletas o bultos, y regresaban a Venezuela por el tramo formal.
En ese entonces, la situación aún se mantenía algo agazapada, y muy pocos se atrevían a comentarla por miedo a represalias. Otro antecedente que evidencia que el cobro no es solo para viajeros o migrantes pendulares, sino también para vendedores informales, es el escenario que vivió un trabajador informal al momento de recibir dos disparos por negarse a cancelar la “vacuna”.
El Ecuatoriano, como se le conoce al vendedor, fue trasladado de inmediato a un centro de salud neogranadino, donde fueron atendidas sus heridas de bala. Ese día, el sábado 8 de enero del presente año, reinó el nerviosismo entre los vendedores consultados en La Parada. Nadie emitía un comentario al respecto y se atrevían a decir que no había pasado nada.
“Con el credo en la boca se le dijo que no”
Mayra Roa regresaba con su pareja por el puente internacional el pasado 17 de enero. Eran cerca de las 4:00 p.m. cuando se bajaron de un taxi que los acercó hasta La Parada. “Muchos carretilleros se acercaron al carro, pero les insistimos que no requeríamos el servicio y se fueron”, subrayó Roa.
La ciudadana, de 41 años, llevaba dos maletas y su esposo otras dos. “Retornamos de Ecuador, donde vivimos por tres años”, prosiguió quien al continuar su paso hacia el puente fue saludada por un joven, algo enjuto, pero con una mirada viva, como lo describe la mujer que casi se convierte en víctima.
“Bajó el tono de voz tras el saludo y comenzó a decir que tanto mi esposo como yo debíamos pagar la tasa de salida”. Para la mujer, esa frase le cayó como un balde de agua fría, pues se trataba de un punto delicado y el que la mayoría, ante el miedo, ha accedido a pagar sin pensarlo mucho.
Tanto Roa como su pareja siguieron caminando, rumbo a Venezuela. “Mientras manteníamos el paso, el hombre se nos pegaba y recalcaba que era mejor pagar y que nos evitáramos pasar un mal rato”, puntualizó quien nunca perdió la compostura, pese a que los nervios recorrían toda su humanidad.
Hubo un momento en el que el esposo quedó en el medio de la conversación y lanzó una frase que neutralizó al sujeto: “nosotros no vamos a pagar nada, haga lo que usted crea más conveniente”. En ese instante, el victimario retrocedió el paso y “no tuve la fuerza para voltear y ver hacia dónde agarraba”.
Ambos aceleraron el paso y, una vez en suelo venezolano, respiraron y agradecieron a la Providencia por estar a salvo. “Creo que la persona que buscaba asustarnos para que pagáramos, apenas estaba empezando”, pues fue poco intimidante, luego de la respuesta de la pareja de Roa.
El grupo irregular al que se le atribuyen estas acciones es el conocido Tren de Aragua, integrado por venezolanos y algunos colombianos, que hacen de las suyas sin que las autoridades competentes terminen por actuar de forma eficaz.
Jonathan Maldonado