En ciertos momentos del día, la señora Juana Oliveros desea salir corriendo de su casa, ubicada en la parte alta del barrio Simón Bolívar, en San Antonio del Táchira, municipio fronterizo Bolívar.
Aguas putrefactas suelen invadir la cocina y habitación de su residencia y han venido debilitando las paredes, al punto de que grandes trozos se han caído. Teme por la salud de quienes habitan en la estructura y que los daños se sigan agudizando.
«Antier en la noche, las aguas negras volvieron a filtrarse y el hedor causó vómito tanto en mi nieto como en mí», detalló la sexagenaria al pedir que haya una supervisión de los obreros de la Alcaldía, para que determinen exactamente de dónde proviene el daño que está afectando su vivienda.

En el momento de la visita del equipo reporteril de La Nación a su casa, no se estaba registrado el bote. «En las noches suelen invadirnos esas aguas. Muchas veces llego de la iglesia y me encuentro con tan desagradable sorpresa», remarcó.
En esta difícil situación, suma ya dos años. Clama por una pronta solución, pues en su pequeño hogar viven tres menores y dos adultos.
Jonathan Maldonado