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Sábado Santo: El dolor de María y el descenso de Jesús al abismo
30 de marzo de 2024
Es un día de dolor y tristeza, destinado al silencio, luto, y reflexión, tal como lo hicieron junto al sepulcro, María y los discípulos.
Humberto Contreras
Sábado Santo. Es el segundo día de la conmemoración cristiana del Triduo Pascual, periodo en el que la liturgia católica conmemora la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. El Sábado Santo es la conmemoración de Jesús en el sepulcro y su descenso al abismo.
Antiguamente, este día se solía llamar ‘Sábado de Gloria’, pero la reforma litúrgica de la Semana Santa acometida por el Papa Pío XII, la llamó Sábado Santo únicamente. Este día, recuerda a María tras la pérdida de su hijo, por lo que es un día de dolor y tristeza, destinado al silencio, luto, y reflexión.
Durante este día, la feligresía cristiana vela en silencio junto al monumento del Santo Sepulcro, así como lo hicieron en el sepulcro María y los discípulos. Es lo que se llama la Vigilia Pascual.
Día del Silencio
El Sábado Santo rememora especialmente a María tras la pérdida de su hijo, por lo que es un día de dolor y tristeza, destinado al silencio, luto, y reflexión, así como lo hicieron en el sepulcro María y los discípulos. Durante esta jornada, la comunidad cristiana vela junto al sepulcro en silencio. De esta forma, en la Iglesia Católica no se realizan eucaristías, no se tocan las campanas, el Sagrario se deja abierto y vacío, el altar está despojado y no se administra ningún sacramento excepto la Unción de los enfermos y la Confesión de los pecados.
Dado que no puede celebrarse ningún rito oficial, se suelen realizar retiros espirituales y las iglesias permanecen abiertas para que los sacerdotes atiendan confesiones. También es común la misa de la Liturgia de las Horas por parte de los clérigos con participación de fieles seglares.
Vigilia Pascual
Cuando anochece este día, tiene lugar la Vigilia Pascual. Es un momento para regocijarse por la resurrección de Jesús. Este evento se cumple en varias etapas.
El primero es la bendición del fuego: la Vigilia comienza cuando se apagan las luces y el sacerdote enciende un fuego, con la que prenderá luz al Cirio Pascual, el cual es bendecido y llevado en procesión dentro de la iglesia, que permanece a oscuras. Cuando termina, el sacerdote canta el Pregón Pascual, antiguo himno de Pascua.
Luego, la Liturgia de la Palabra: Se lee siete relatos del Antiguo Testamento referentes a la salvación de Dios. También se lee salmos del Nuevo Testamento. Seguidamente, la Liturgia Bautismal trata sobre la resurrección y el bautismo, como términos que se complementan. Durante esta Liturgia se bendice el agua, se bautiza a los nuevos cristianos y se renuevan los compromisos bautismales.
La Liturgia de la Eucaristía, a continuación, es más especial, en la que se entonan cantos de júbilo y alabanza durante las comuniones. Para finalizar, los feligreses reciben la bendición.
Era costumbre, durante los primeros siglos de la Iglesia, bautizar por la noche, a quienes querían ser cristianos, que se preparaban durante toda la Cuaresma, y acompañados por sus padrinos, el Sábado Santo recibían el Bautismo.
Igualmente, ese día algunos hacían penitencia pública por sus pecados, y luego eran admitidos como miembros de la asamblea. La Vigilia Pascual hoy día conserva ese sentido y nos permite renovar nuestras promesas bautismales y acercarnos a la Iglesia con un espíritu renovado.
La Vigilia incluye la bendición del fuego nuevo, la lectura de la Palabra de Dios, el bautismo de catecúmenos y la renovación de las promesas bautismales. Se bendice el agua bautismal, símbolo de la purificación y el nuevo nacimiento en Cristo; se renuevan las promesas hechas en el bautismo, renunciando al pecado y profesando su fe en Cristo.
El significado del Sábado Santo, es que es un día de transición entre la muerte y la resurrección de Jesús. Es un tiempo para reflexionar sobre el significado del sacrificio de Cristo y su victoria sobre la muerte. También es un día de esperanza, que nos recuerda que la muerte no es el final, sino que hay una vida después de la muerte.
Es un tiempo para meditar sobre nuestro propio camino de fe y esperanza, para recordar que la muerte no tiene la última palabra, y que la vida eterna es una promesa real para todos quienes creemos en Cristo.