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23 de abril de 2024
Para el 30 de agosto se contabilizaron más de 116.000 personas evacuadas de Afganistán. El Consejo de Seguridad de la ONU aprobó una resolución pidiendo al talibán una zona de paso segura al aeropuerto de Kabul después de la salida de Estados Unidos
La cuenta regresiva llegó a su fin. Salió de Kabul, capital de Afganistán, el último vuelo estadounidense, lo que da fin a la guerra más larga (casi 20 años) de los Estados Unidos. El talibán había advertido a EEUU y sus aliados que si intentaban superar esta fecha «habría consecuencias».
El saldo de la guerra son miles de muertos y el regreso de un viejo conocido. Se estima que más de 2.500 soldados de estadounidenses murieron en ella, más de 20.000 resultaron heridos, además de 450 bajas británicas y cientos más de otras nacionalidades.
Unos 60.000 integrantes de las fuerzas de seguridad afganas murieron y las víctimas civiles casi doblan esta cifra. Se estima que el costo financiero para el contribuyente estadounidense llega casi a la impresionante cifra de un billón de dólares, según reseñó la BBC.
El último avión estadounidense despegó a la 1:00 de la madrugada del 31 de agosto (hora local). Medios afganos reportaron celebraciones de los talibanes tras la partida de EEUU disparando al aire. AFP citó a un alto funcionario Talibán que afirmó que se ha hecho historia.
«La retirada significa tanto el final del componente militar de la evacuación como el final de la misión de casi 20 años que comenzó en Afganistán poco después del 11 de septiembre de 2001», dijo el general estadounidense Kenneth F. McKenzie Jr.
Para el 30 de agosto se contabilizaron más de 116.000 personas evacuadas. Según el Pentágono, la gran mayoría de estadounidenses salió de Afganistán.
Ataques en medio de la evacuación
Horas antes, el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas aprobó una resolución pidiendo al talibán una zona de paso segura al aeropuerto de Kabul después de la salida de Estados Unidos. Hasta ahora reina la incertidumbre. La resolución también tendría como objetivo que se dé sin problemas la entrada de ayuda humanitaria.
El visto bueno a la resolución se dio el mismo día que las fuerzas armadas estadounidenses provocaron varias explosiones al interceptar cinco cohetes que tendrían como destino el aeropuerto internacional. El Estado Islámico se atribuyó el ataque.
El domingo 29 de agosto, un presentador de televisión afgana realizó un programa rodeado por dos talibanes armados. Todas estas tensiones se presentan a pesar que las normas internaciones a las que está vinculada Afganistán, impedirían que los talibanes invoquen normas religiosas para justificar violaciones de los derechos humanos.
El 26 de agosto en Kabul se registraron dos atentados con explosivos, entre ellos un ataque suicida a las afueras del Aeropuerto Internacional Hamid Karzai perpetrado por el grupo yihadista Estado Islámico (EI), que provocó más de 170 muertos, según el último recuento.
Los atentados se ejecutaron a pesar que semanas antes el talibán había afirmado que Afganistán no refugiaría a terroristas. El 30 de agosto un portavoz talibán aseveró que los ataques deberían acabarse con la salida de las tropas occidentales.
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Regresó el terror
La vuelta del talibán a Afganistán recuerda los cruentos hechos vividos entre 1996 y 2001, cuando el grupo fundamentalista gobernó al país. Bajo su mandato, los asesinos y adúlteros eran condenados a muerte y estas sentencias se ejecutaban de forma pública e inmediata; a los culpables de robo se les amputaban las manos como castigo; los hombres debían dejarse la barba y las mujeres tuvieron que llevar el burka de cuerpo entero; mientras que los homosexuales sufrieron la cruenta muerte de ser lapidados o sepultados vivos bajo un muro de ladrillos. La televisión, la música y el cine estaban prohibidos y las niñas sólo podían ir a la escuela hasta los diez años.
¿Cómo será el futuro de Afganistán? Para el internacionalista Félix Arellano, es incierto, sobre todo en materia de derechos humanos.
El talibán ha apostado en los últimos días a mostrarse moderado con el objetivo de obtener reconocimiento internacional. Aunque los hechos contradicen sus palabras. Así lo aseveró la periodista Lila Abed, de La Política Online, durante su participación en el programa CocuyoClaroyRaspao de este jueves 26 de agosto.
«Los talibanes buscan legitimidad internacional para tener calma en su país. Cuando estuvieron de 1996 a 2001 sólo pocos países lo reconocieron como gobierno legítimo de Afganistán. Por eso tratan de posicionarse como una organización más moderada, o menos radical, que la que estuvo a principios del siglo XXI», comentó la también columnista de El Heraldo.
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) pidió que se mantengan los avances alcanzados en los últimos veinte años en materia de derechos humanos, educación y leyes internacionales.
«Estos logros demuestran que la sociedad afgana actual es muy diferente a la de hace 20 años», señaló en un comunicado.
Medios locales han denunciado que el grupo extremista ejecuta operativos para identificar a las personas que apoyaron a las fuerzas de Estados Unidos durante las últimas dos décadas, y también para dar con mujeres solteras, para que se conviertan «en propiedad de los talibanes».
¿Cómo llegaron y quiénes son?
20 años después de ser derrotados por EEUU y la coalición internacional, que se conformó luego de los atentados del 11 de septiembre de 2001, los extremistas tomaron el control.
En febrero del 2020, el gobierno del entonces presidente de EEUU, Donald Trump, suscribió junto a los talibanes el Acuerdo de Doha, Qatar, en el que la nación norteamericana acordó la retirada de sus tropas a cambio de que los insurgentes no permitieran que en ese territorio se planearan o llevaran a cabo acciones que amenazaran la seguridad de EEUU.
El regreso del talibán a Afganistán se consumó el 15 de agosto, tras los anuncios del EEUU de sacar a su ejército de ese territorio. El presidente afgano, Ashraf Ghani, huyó y los radicales tomaron el control de las principales ciudades en un dos por tres.
La toma del grupo radical dejó en entredicho los objetivos y las promesas que según el gobierno norteamericano fueron “cumplidos”, entre ellos preparar a las tropas de Afganistán para hacer frente a los rebeldes.
Los talibanes son un viejo conocido. El grupo nació hace más de un siglo y fue revitalizado a principios de la década de 1990. Según la OTAN su ejército cuenta con unos 85.000 combatientes que serían financiados por Arabia Saudí, a fin de imponer el islamismo suní y, consecuentemente, la aplicación de la estricta ley islámica o sharia.
La sharía es el sistema legal islámico. Es un manual de conducta que rige los aspectos de la vida de la población musulmana, con normas que afectan desde las plegarias hasta los ayunos o las donaciones a los pobres. En árabe, quiere decir «el camino claro hacia el agua».
Para los talibanes la sharia es esencial, pues ayuda a entender como manejarse en la vida diaria apegados a los deseos religiosos. Aunque está basado en el Corán, las enseñanzas y la conducta del profeta Mahoma, es una interpretación extrema de su contenido, de acuerdo con la explicación de los expertos.
Los talibanes fueron la facción guerrillera que dio mayor confianza en aquel momento a los aliados internacionales contra los comunistas afganos y la URSS. De allí que el grupo fue utilizado por Estados Unidos durante la Guerra Fría contra sus archienemigos soviéticos, y fue financieramente apoyado por la rica monarquía saudita.
Pero el aliado interno se convirtió en un arma de doble filo una vez que se hizo con el poder. De acuerdo con la tesis doctoral Afganistán y el Régimen Talibán, presentada en la Universidad Nacional de Rosario, Argentina, por Marcela Gabriela Mencia, «la interpretación radical del islam por parte del talibán derivó en una serie de reformas restrictivas de la libertad de acción y decisión de las mujeres».
Recuerda que se vigilaba la forma de vestir de las mujeres, su comportamiento en público, la libertad de tránsito y sus responsabilidades con la sociedad. Estas y otras restricciones se impusieron con el alegato de la purificación y reorganización del país, el cual había librado durante más de diez años la ocupación soviética. Esto, en parte, justificaría el radicalismo y fundamentalismo de los talibanes al aplicar la sharia.
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