Internacional

Venezolana en Colombia: “piensan que somos inferiores”

26 de abril de 2022

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Por Neiyer Angarita


Ser mujer y migrante en Colombia supone muchos retos para quienes se vieron obligadas a comenzar desde cero como consecuencia de la fuerte crisis económica y humanitaria que vive Venezuela.

Este es el caso de María – nombre que utilizaremos para identificar a nuestra entrevistada – una venezolana, quien acostumbraba a viajar a Tame, municipio del departamento colombiano de Arauca, para trabajar por períodos cortos.

En su último viaje, realizado en 2020, María esperaba quedarse solo dos meses, sin embargo, la llegada de la pandemia la obligó a permanecer en la zona por un período de seis meses en los que asegura vivió “un infierno”.

Durante ese año, 189.883 migrantes venezolanos ingresaron de forma irregular a Colombia, de los cuales el 51,3 % fueron mujeres, según indica el informe La violencia contra las mujeres en Colombia: una frontera por superar.

La joven de 29 años, comunicadora social de profesión, trabajó en una finca cuidando una niña y realizando oficios del hogar, sin embargo, el trabajar en casa de familia no le impidió que sufriera todo tipo de abusos.

“Llegué a Tame en el año 2020, dos meses antes de que iniciara la pandemia, mi plan no era quedarme por un largo período porque estaba haciendo una suplencia y luego me regresaba a mi casa en Venezuela”.

 

En el sitio, un grupo de obreros, que trabajaban en la misma casa, se encargaron de hacer de su estadía toda una pesadilla.

“Yo vivía en la finca, estaba internada allá, no podía salir prácticamente porque el pueblo queda muy lejos y es difícil el transporte”.

En la finca, tenía una habitación y en frente, durante las noches, los obreros se reunían a hablar obscenidades, “a veces decían cosas que no sé si eran a propósito para que yo las escuchara, aunque también me llegaron a hacer comentarios directos muy feos”.

Hablaban frente a María sobre que las venezolanas eran prostitutas. “Incluso me llegaron a insinuar que si yo por ser venezolana me prostituía”.

Estos comentarios e insinuaciones se fueron agravando con el pasar de los días hasta llegar a incomodarla siempre.

“Me hacían sentir mal por ser venezolana, me llegaron a decir que por qué no me iba a mi país y yo les respondía que no podía irme porque la frontera estaba cerrada.  Me quería ir porque aparte que el trabajo era muy fuerte, me pagaban mal y no aguantaba los malos tratos”.

Pero irse no era una opción en ese momento, las fronteras que unen a Colombia con Venezuela permanecían cerradas y los pasos irregulares no eran un camino seguro para una mujer sola.

 

“No puedo generalizar y decir que todos los hombres son así, pero sí hay bastantes que no respetan a las mujeres. Piensan que somos inferiores, que no valemos y que pueden decir y hacer lo que quieran de nosotras”.

A medida que transcurrían los días los hombres incrementaron sus ofensas, además pasaban cerca de la joven para rozar su cuerpo contra ella de manera morbosa.

“Me rosaban cuando pasaban cerca de mí. No era un cortejo, era ganas de incomodarme”.

Los obreros, esperaban a que estuviera sola y comenzaban con las burlas y chistes, siempre la ofendían por ser migrante y por dedicarse al oficio del hogar.

“Normalmente las ofensas no eran de un solo hombre, se reunían en grupito y me atacaban cuando estaba sola”.

Llegó a quejarse en distintas oportunidades. Sus jefes llamaban la atención de los obreros, pero ellos solo incrementaban las burlas y el acoso.

Irse a su habitación ya no era una opción segura. Los hombres seguían parándose frente a su puerta a conversar sobre prostitutas y sus experiencias con mujeres venezolanas.

“En una oportunidad no aguantaba más así que salí de mi habitación y les grité que me dejaran tranquila, pero me sentí peor porque empezaron a burlarse de mí y al otro día me trataron peor”.

Así como María, cientos de mujeres han sufrido maltratos en Colombia al encontrarse vulnerables como migrantes.

Según el informe, “la mayoría de las mujeres migrantes (38,8%) tiene entre 15 y 30 años de edad. Esto indica que, entre las mujeres, las jóvenes son las más propensas a migrar”.

Además, según el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) y el Observatorio del Proyecto Migración Venezuela el 91,9% de las mujeres migrantes venezolanas en Colombia se desempeñan como trabajadoras informales, “3,2 puntos porcentuales por encima de los hombres venezolanos que trabaja en la informalidad”.

Sin embargo, trabajar en el mercado informal no las libra de las vejaciones. Según explicó María ella ganaba 10 mil pesos diarios, a pesar que lo normal es ganar 30 mil pesos al día.

Yo trabajaba cuidando a la niña y también hacia oficios del hogar y me pagaban 10 mil pesos al día y el jornal, (pago) de un día de un hombre, era de 30 mil pesos”.

Así los hombres y mujeres trabajen en la misma labor no ganan lo mismo. “Conocí a mujeres que trabajaban como ordeñadoras le pagaban 10 mil pesos mientras que a los hombres 30 mil pesos”.

Tras esperar seis meses, la venezolana consiguió una forma de trasladarse hasta Venezuela, situación que comunicó en donde trabajaba.

“Cuando me enteré que había conseguido una opción para regresarme a mi país yo comenté emocionada que me iba, pero el obrero que más me molestaba me dijo por fin se va a su país, por fin se larga la veneca”.

El número de casos de violencia que se presentan en Colombia contra mujeres migrantes incrementó entre 2017 y 2020 en un 308 %.

“Mientras en 2010 se presentaron 47 casos de violencia contra mujeres migrantes, en 2020 estos aumentaron a 3.040 casos”, señala el informe.

Arauca, es uno de los municipios colombianos en los que se ha registrado más casos de violencia intrafamiliar, violencia de pareja y violencia sexual hacia las migrantes, según reporta el informe.

El informe también agrega que “frente al sitio en el que se incurre en un hecho de violencia, se evidencia que el lugar de agresión más común es la vivienda, lo que explica que, de los 2.538 casos de violencia contra la mujer venezolana, el 46.36% de las víctimas revelen convivir con su agresor”.

Luego de su experiencia, María segura que no volvería a trabajar en Colombia “si tengo que enfrentarme a la misma situación”.

“Para mí fue una pesadilla, allá la gente es amable en general, pero hay ciertos hombres que se apoyan en grupos y agarran de burla a las mujeres”.  

Este trabajo periodístico forma parte del proyecto Mujeres Constructoras de Paz.

Fuente de la infografía: Crédito: Informe «La violencia contra las mujeres migrantes en Colombia: una frontera por superar»

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