Nacional
Salud mental: el costo que pagan los educadores en Bolívar para subsidiar la educación pública
13 de marzo de 2024
Sin agua, sin lápices y en las aulas casi sin niños, los docentes del sector público continúan apostando por trabajar y decorar las paredes de salones destruidos con el fin de recibir alumnos que asisten con hambre
Cansados, empobrecidos, estresados y con hambre permanente: así definen las autoridades gremiales el sentir colectivo de los educadores en el estado Bolívar. Aquellos que, a pesar de tener uno o dos hijos, son papás de hasta cuarenta niños que día a día asisten, también con hambre y necesidad, a recibir conocimientos en salones calurosos y con, si acaso, una libreta. Dejando atrás las tradicionales cartucheras del Hombre araña y Barbie que hoy son la utopía de una Venezuela próspera.
Ese “segundo hogar” que debería ser el salón de clases, en las escuelas regionales se ha convertido en solo un sueño, ya que los educadores no cuentan con los recursos para poner decoraciones ni siquiera en los cuadernos de sus propios hijos. A pesar de los pagos paupérrimos, de la falta de agua e, incluso, la criminalización de la que han sido víctimas por protestar: ellos continúan asistiendo. De alguna forma subsidiando la educación para un Estado que se muestra ingrato.
Erika Carvajal, miembro del Colegio de Profesores del estado Bolívar, inició aseverando que para el educador cualquier gasto se ha convertido en un reto. Una lucha que, además de afectar su tranquilidad física, afecta directamente la salud mental.
– ¿Cuál es el estado de la salud mental de un docente que cuenta con un alto grado de formación y hoy está en malas condiciones de vida?
– El docente está afectado. Estudiaste y te preparaste tantos años. Hace tiempo vivías con tu profesión y podías cubrir tus necesidades básicas, elementales, como estudio y recreación… Hoy en día no puedes hacer eso y es problemático. Hoy no hay cómo atender una necesidad de salud porque no hay un HCM en las clínicas. Enfermarnos para nosotros es una tragedia, no hay cómo tratarse. No alcanza para tratar un cuadro gripal en casa. Cuando hablamos de enfermedades complejas o, como es el caso de muchos, tus padres dependen de ti que no les puedas comprar una pastilla para la tensión es alarmante. Hoy en día es común ayudarse entre colegas: un pago móvil, la recomendación de un dulce o galleta para estabilizarse… Tenemos pacientes oncológicos que son docentes y que se han detectado recientemente. La situación actual de estrés, mala alimentación, estar en un salón de clases donde te exigen y te exigen, pero tu pago no va de la mano… Personas que están coaccionadas y no quieren perder el trabajo al que se dedicaron toda la vida y para el cual tienen vocación.
– ¿Cómo es para el docente enfrentarse día a día a alumnos que también pasan por malas condiciones de vida y no tener herramientas para ayudarlos?
– El alumno también viene buscando formación y hasta se te duermen. Los lunes cívicos en una institución pública son traumáticos. Los niños se desmayan. Hay niños que no comen durante el fin de semana y los docentes tienen que ser dinámicos. Si van a hacer una actividad cultural o hablar de una efeméride todo debe ser dinámica porque los niños están expuestos allí a 20 minutos de pie y empieza la descompensación. Los niños no han comido. Hasta el mismo docente se marea. Eso está pasando en nuestras aulas. No cuentas con la alimentación.
– ¿Qué decisiones han tenido que tomar los docentes especialistas y universitarios para afrontar la crisis?
– Ya no tenemos profesor de idiomas. Ni Química o Física. Cada promoción que sale de docentes sale con menos nivel. Hace tiempo que no hay promociones de profesores especialistas. ¿Especialistas en Historia? ¿Física? ¿Biología? No hay y son materias tan importantes, en las que el estudiante interactuaba con ese especialista y te ayudaba a identificarte con la educación para tus estudios superiores. El estudiante ahora sale de bachillerato y no sabe qué va a estudiar porque realmente no interactuó con nada que le permita, por lo menos, identificarse. Vemos esos cambios de carrera en jóvenes que al final no les gusta.
Colegios “activos”, estudiantes con hambre
La secretaria general del Colegio de Profesores del estado Bolívar, Aida González, afirma que el aparente silencio y la baja en las protestas que en 2023 fueron protagonizadas por el gremio no se debe a resignación, sino a miedo, represión y, sin duda, al cansancio generalizado por parte de los educadores regionales.
Asimismo destacó que a pesar de la jactancia del Estado que habla de colegios “activos” y chicos asistiendo a las instituciones, la realidad es que muchos asisten solo para poder recibir un bocado de comida. Viendo la escuela como una oportunidad de matar el hambre y no como un centro de enseñanza.
– ¿Por qué considera que los educadores en Bolívar han dejado de protestar?
– En su mayoría tienen mucho miedo. Estuvimos en estos días en colegios de San Félix y cuando nos ven salen ávidas de información: ¿Qué vamos a hacer? Sí suspendieron salarios, eso sí lo hizo la Gobernación. Nosotros como gremio reclamamos fuerte porque están violando los derechos de nuestros educadores por reclamar por sus beneficios. Nosotros entendemos el miedo de esas docentes. ¿De qué tienen miedo? Esas docentes creen que puede existir un cambio y que puede mejorar, que los gremios pueden solucionar el tema salarial. Esa es una esperanza del docente. Están resguardadas, pero están atentas. Nosotros como gremio tenemos que estar constantemente en eso. Por cada escuela le quitaron el salario a mínimo 4 docentes.
– ¿Los niños están asistiendo a clases? Desde el Ejecutivo se habla de colegios activos, de niños asistiendo a clases. ¿Es real?
– La deserción escolar sí existe. Es lamentable que el gobierno quiera tapar con un dedo lo que está sucediendo en el estado y en el país. Son pocos los muchachos que asisten. Cada salón tiene 20, 10, 15 niños. Antes una matrícula normal de un aula era de 30 o 40 niños. Hoy en día es bajo. Ahora los niños prefieren trabajar para poder sobrevivir, para comer y saciar su hambre. En sus casas no pueden darles alimentación. En algunas instituciones donde medio llega la comida, que es una comida que llega a medias, llega las lentejas, pasta… No te llega proteína. Sí existe la comida, pero no es una alimentación balanceada. No existe el control nutricional como debe ser. Eso existía antes. Cuando yo estudiaba en el Antonio de Berrío existía. Después siguió existiendo, pero ahorita no hay ese control en la institución, cuándo pesan al niño y saben qué es lo que debería comer.
– ¿El niño va a la escuela a buscar comida?
– Los muchachos van a recibir un bollo solo o un bollo con arroz. Un bollo con pasta… Eso no es una alimentación. Estás creándole un exceso de azúcar a esos niños. Sin embargo, asisten a la escuela para buscar comida. También los docentes a veces hacen el sacrificio de conseguir un poquito de cebolla, de aliños, para aliñar un arroz solo. Compran 4 salchichas, le echan cebolla… La matrícula ha bajado un 80%. No es como antes que entrabas a una escuela y ves ese salón de 30 muchachos. Por lo mínimo, antes eran 30 muchachos. Ahorita existen salones de hasta 15. Porque también hay la problemática de la alimentación.
– Cuando en la escuela no llega la comida, ¿qué actividades hacen los alumnos para buscar comida?
– Muchos niños salen a buscar comida y estudian en turnos contrarios: en la mañana salen a buscar comida para ir en la tarde a clases. Luego resulta que en la mañana no consiguen nada y siguen de largo, no asisten a clases. Andan pidiendo, buscando en los mercados. A veces consiguen y van y compran una bolsita de chupetas. Cada día hay más niños vendiendo caramelos y chupetas. Eso se ve mucho en Unare, en sectores de San Félix. En la Plaza de los Tubos hay muchos niños con su bolsita pidiendo. Ellos se han dado cuenta de que la gente los ha maltratado. Sí existe el maltrato hacia los niños. Les dicen: muchacho, dónde está tu mamá, dónde está tu papá. Entonces van y compran cosas para vender.
Sin agua y sin servicios: instituciones se caen a pedazos
Carvajal destacó que en Bolívar hay instituciones en las que la mitad de un salón está habilitada y la otra no. Espacios donde los techos están cayéndose a pedazos. En algunos casos, son los mismos colegios que recibieron ayudas gubernamentales, las cuales se limitaron a pintar las fachadas y no atendieron los problemas estructurales de la institución.
La gremialista destacó que el servicio de agua potable es el que más falla. La mayoría de los planteles no cuentan con filtros, abastecimiento de agua por tubería, ni servicio de hidratación para niños ni docentes.
“Tú vas y son salones en los que se está cayendo el techo. Hay aulas que se está cayendo el techo y los niños se turnan los salones operativos. Hay niños que se sientan en el suelo, que comparten una mesita porque no hay tampoco el mobiliario allí, no hay pizarras acrílicas. ¿Cómo un docente se compra un marcador? Hay niños que te llegan sin un cuaderno. El docente hoy en día está subsidiando la educación venezolana”, acotó.
– ¿Cuál es el estado actual de las instituciones?
– Las estructuras de las instituciones están en la situación más crítica jamás vista. Han sido totalmente desasistidas. Ahora cuando lleguen las lluvias vamos a ver esas epidemias y gripe dentro de las instituciones. Muy pocas instituciones tienen agua potable por tubería, salas de baño para que los niños cubran sus necesidades, no hay instalaciones deportivas para que hagan deporte y recreación. Tampoco hay filtros para que puedan hidratarse con este clima que tenemos ahorita. Hay gran ausencia de productos de limpieza. Muchas veces el personal obrero saca de su bolsillo para tener desinfectante y mantener el área con higiene. Todos esos productos tienen un costo. Planteles que llegan y pintan la fachada, pero cuando pasas las instalaciones están con paredes que no motivan al estudiante. Salones que no tienen electricidad para que al menos funcione un ventilador. Ya ni las ambientaciones se pueden mantener, normalmente, al docente el salario le permitía y había acceso o un aporte de papelería. Si un niño va a clases, sobre todo en primaria, el niño necesita un ambiente agradable para recibir formación.
Educadoras limpian casas por 20 dólares diarios
Aida González señaló que, para las mujeres, muchas veces es más sencillo ir a limpiar casas o vender postres. Por tradición, la labor docente era una profesión mayormente compuesta por mujeres; sin embargo, ante los grandes índices de precarización salarial, las docentes han tenido que migrar a oficios de limpieza.
Asimismo, las mujeres son mayormente afectadas por el desempleo, puesto que, en su mayoría, tienen que hacerse cargo de sus padres ancianos o de sus hijos completamente solas, en el caso de las madres solteras.
Esto incrementa las brechas de desigualdad laboral entre hombres y mujeres en el país. Hay que señalar que las mujeres invierten más horas que los hombres en trabajos de cuidado no remunerado como la crianza de los hijos y tareas domésticas, lo que afecta aún en mayor grado la salud mental de las educadoras bolivarenses.
“Hay docentes que se han retirado de la parte educativa porque prefieren trabajar en casa de familia. En un día cobran 20 dólares para limpiar y muchos de ellos prefieren hacer eso que trabajar como educadores”, enfatizó.
– Se habla de bono de guerra, de alimentación, de asistencia… ¿Realmente cuánto gana un docente?
– El tema de los bonos nosotros lo rechazamos. El bono no tiene incidencia en vacaciones, prestaciones ni aguinaldo. El docente que más gana, gana 450 bolívares. Antes los docentes se clasificaban por años de servicio y grados de estudios como maestría y doctorado. Ahorita todo eso está cancelado. Un docente gana 135 quincenal, otros 230. El docente 5, el que más gana con posgrado o maestría, gana 450 bolívares, esto sumado a los bonos.
Es por estas razones que las gremialistas exhortan a las autoridades a dar respuesta a los educadores. Denuncian, además, que en el caso del estado Bolívar, la mayoría de los docentes forman parte de la nómina de la Gobernación, lo que permitiría que el ejecutivo regional diera respuesta a sus exigencias.
Correo del Caroní