Néstor Melani-Orozco(*)
Siendo el director de Cultura del municipio Jáuregui, en 1988, nos trazamos la idea de celebrar en el romántico «Teatro Gandica» de La Grita la premier de la película «Candelas en la niebla», producción basada de la novela del Dr. Ramón Vicente Casanova sobre el legendario general Juan Pablo Peñaloza. Y desde la alcaldía de Macario Sandoval nos iniciamos en aquella propuesta junto a Fanny Zulay Rojas, Pascual Mora, Carlos Moncada, Rafael Rojas, Leonor Peña, Teodoro Soto, entre tantos otros de un equipo que idealizó las pertenencias sociales y culturales.
Y vinieron desde su director, Alberto Arvelo, el escritor, y hasta Gustavo Rodríguez, el actor de Peñaloza, Rafael Briceño, quien encarnó al general Gómez, y el gran elenco de la cinta, entre productores, camarógrafos y personajes. Y el Teatro Gandica cerraba su última función con el maravilloso manifiesto del cine venezolano…
Y La Grita se desbordó de admiraciones…
¡Han pasado los años…!
Ayer crucé la esquina de la calle Sucre, la cuarta con la calle Urdaneta, la carrera seis. Lugar que los vecinos llamaron «El Punto», muy diagonal al viejo muro del hospital de 1896.
Allí de albores y de la eternidad de aquella ciudad de La Grita, tiempos del general J. V. Gómez, se edificó un teatro republicano con los maravillosos diseños de columnas y arcadas, un hall de encuentros, sus balcones y la platea de las funciones del teatro que mostraría un siglo de hechos y manifiestos culturales de la Ciudad del Espíritu Santo de La Grita. Obra del arquitecto Marcos León Mariño, y de valores y cálculos del Ing. Juan Caballini.
Sueño de don Ramón Gandica.
Y el 20 de diciembre de 1929 se dio la inauguración y en la apreciación del pueblo se cortó la cinta entre la gracia del general Ramírez, entonces presidente del estado Táchira. Y la bendición del primer obispo de San Cristóbal, Mons. Sanmiguel. Y del recién venido sacerdote José Teodosio Sandoval.
Entre los emblemas del manifiesto de la poesía y la hermosura de la música. Donde habló el teatro con escenarios creados de Pepe Melani y los encantos de las máquinas de proyectores traídos de Roma y New York, pues 41 años atrás el Teatro Baralt de Maracaibo estrenaba la película «El Viaje en Tren».
Mientras La Grita vestía de gala el discurso de inauguración de la poetisa Isaura y el coronel José León Zapata mostró las órdenes, y de testigos como el Dr. Secundino Lázaro, el maestro León Mariño, el reverendo Escalante, entre tantos ilustres y la Cámara Municipal; mientras el joven don Ramón Gandica enalteció sus viajes y sus encuentros con teatros en España, Argentina y hasta México. Porque era un gran viajero y soñador. Y de rivalidades se mostraba su ilusión de hacerle un teatro a su ciudad de ensueños, más el de la Circasia de los Andes, un centro de arte y rival del «Garbiras» de San Cristóbal…
La Banda Municipal que creó Don Ramón Vera G. amenizó con las Polkas y los Valses Andinos, un manifiesto del bambuco de las almas…
Mas en aquellos días se estrenó la película «College»del comediante Buster Keaton y de las iniciaciones de Charles Chaplin, quien convirtió las metáforas del teatro en los manifiestos del cine…
Allí estaba La Gritam y el monumento del teatro rivalizaba con el viejo de la capital del estado y el Zulima de San José de Cúcuta…
Así nace el Teatro Gandica, hoy declarado Patrimonio Cultural de La Grita y valor arquitectónico del país, testimonio de una generación que aún es muestra de afecto por la antigua capital del estado, entre sus agonías y las indiferencias.
Mas en su transcurrir de los años, enalteció las variedades, de artistas, de comediantes y del séptimo arte.
Desde un José Bautista, decorador colombiano, quien realizó emblemas y anuncios…
Para 1945, los estudiantes de La Grita, alumnos del «Instituto Civil Jáuregui», entre ellos: Fruto Vivas, Segundo Nieto Melani, Ricardo Méndez Moreno, José Ali Salcedo, Juan Antonio Galeazzi, Pepe Gandica, entre un gran número de alumnos y de los mentores como: Don. Mario Briceño Perozo, Carlos Ramón Sánchez, Alejandro Fuenmayor, Arnaldo Azzara, Ana Rosa Croce Orozco, Domingo Enrique Lupi Orozco, Vicente Mora, Tomas Rangel y el Pbro. Edmundo Vivas, invitaron a una conferencia sobre «La Mendicidad» y entonces la presencia de Luis Felipe Ramón y Rivera, quien dirigió la orquesta «Pro Arte» e hizo de maestro de ceremonias el joven bachiller Ramón J. Velásquez, y el insigne y continental poeta y profesor, Dr. Teodoro Gutiérrez Calderón, dio un recital desde su «Elogio a la Ignorancia», su premio del Festival de las Flores de Buenos Aires, y hasta «La Mujer de las Manos Cortadas», poesía que muy después le dio la vuelta al mundo.
Hablaron los sueños, mas el Dr. Alfonso Faracho dio la mencionada conferencia.
Muy para 1954, el mimo colombiano Rafael Santos mostró sus cualidades de las meditaciones.
El Teatro Gandica abrió los caminos del cine mexicano y allí se logró apreciar el cantar de Jorge Negrete. Saber de «María Candelaria» y aprender en «Macario» la humildad de un ser en la realidad del actor Ignacio López Tarzo.
De la divinidad de María Félix. De la grandeza argentina del cómico Sandino. Del italiano Landó Busaca y de la majesta elocuente de Cantinflas. Y desde los méritos, el viejo José María Chaparro, quien vendía los «Tickes», mientras los muchachos cada noche intercambiaban sus suplementos o «Cómics» donde aparecían Tarzán, El Santo, Memín, y hasta de leyendas mágicas. Y era una impresionante competencia de lectores verdaderos.
El teatro, muy después, fue propiedad de don Ítalo Méndez y tiempos más tarde pasó a ser propietario Don Mercedes Sánchez, más un grupo de nuevos dueños, quienes de idealización emprendieron convertirlo en un centro comercial y desde nuestras gestiones ante el IPC, Instituto de Patrimonio Cultural, se encontró el permiso, siempre y cuando se respetaran su frente y lenguaje arquitectónico, y cuidándose en su restauración, más las originalidades de su marquesina en una vigilia de la arquitecta Sonia Becerra (+) y de Francis Méndez García…y del notable restaurador Héctor Rojas…
El Teatro Gandica es un símbolo de la cultura del siglo XX. Entre la verdad patrimonial de la ciudad que ha poseído el título, desde el 1 de agosto de 1914, como la «Atenas del Táchira». Y más que manifestar en un amor cultural, ahora y siempre nuestras autoridades, las comunas y los verdaderos defensores de lo poco que se quedó en la histórica ciudad de La Grita, es y será deber defender y enaltecer a las futuras generaciones. Y no pase como con nuestra Capilla del Llano de La Cruz, primer santuario después del de Tadea, del Santo Cristo de los Milagros. «Lugar donde Simón Bolívar veneró al Madero Crucifijo del Barroco, y en promesa le ofrendó la independencia de Suramérica»…hoy destruida desde 1965.
La antigua Iglesia de Convento de Santa Clara demolida en 1960.
Nuestro Seminario Feudista Francés. Desaparecido en 1981.
Y sus casonas coloniales que fueron desmembrando sin valor y sin saber los significados y el valor arquitectónico y cultural. Casi de una invasión desmedida y sin sentir un pasado de ilustraciones.
De apreciar cómo en el muro del Hospital de la Caridad de Cabañas fueron colocando mamotretos y desvalorización, sin entender que allí Mons. Jáuregui edificó el segundo hospital de la ciudad…
Sin olvidar los muros antiguos de la calle cuatro, muy cerca de la plaza del Calvario, quienes permitieron demoler aquellos muros de «Pizon», eran los linderos que guardaban a la ciudad antigua y la protegieron de las invasiones. Tristemente, los borraron entre las inmensas ignorancias….
Cuánto los moradores irrespetan el símbolo patrimonial y convierten en cajas de hormigón de malos gustos, adefesio que hicieron perder a la ciudad, de quien si se hubiese defendido y cuidado, «Hoy fuese el valor cultural de Venezuela, y la ciudad más patrimonial de los Andes».
Pero las indiferencias destruyeron la virtud de grandes encantos.
Y de amor verdadero por nuestra «Antigua Humogría» al pasar por el teatro, aún con sus balcones, poder presentir el recuerdo de los manifiestos sublimes de la ilustración y contemplar las energías en el balcón, cuando una noche de 1950 el actor, monje ecuatoriano y cantor, artista del cine de México, Pepe Mujica, ofrendó un concierto al pueblo de la maravillosa ciudad de La Grita.
Y el Teatro Gandica desde la guitarra de Héctor Paredes Márquez. De la Canción de Miguel Ángel Méndez, desde la inocencia de Julio Parra, y del viajero, sueño perpetuo de José Gaudencio Zambrano…
Entonces, de vidas y de tantas reminiscencias, una lágrima se desprende como un acto de la otra esperanza…
Porque de urgencia, lo poco que queda del valor patrimonial es deber moral hacerlo respetar y poderlo defender…
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(*) Cronista de La Grita.
Artista Plástico.
Premio Internacional de Dibujo «Joan Miro»-1987 Barcelona. España.
Director de Cultura, desde 1987 a 1992, del municipio Jáuregui
Miembro Honorario de la Sociedad Bolivariana de New York
Maestro Honorario.
Doctor en Arte.
Premio Nacional del Libro 2O21.