Opuestos radicalmente a los principios de la “santidad” religiosa como el de “mirar y actuar con misericordia”, la política desleal (fundamentada en el dolor y sufrimiento humano, la radicalización y polarización extrema, violencia discreta, etc.), la posverdad (mentira emotiva), las noticias falsas o “fake news”, la “balcanización” (fragmentación de un estado) entre otros antivalores humanos, democráticos y constitucionales, que posicionan en el imaginario colectivo la fidelidad por el odio, la rabia y la venganza, a lo único que nos están conduciendo de forma triste y lamentable, es a un escenario de peor caos, anarquía e ingobernabilidad, con tendencia irreversible hacia un nivel apocalíptico de “oscuridad” y lo que representa en todos los órdenes de la vida: con afectación directa e inmediata sobre el pueblo venezolano que supera los 30 millones de habitantes. Ver: https://bit.ly/2uXHYHq
Adicionalmente, el hambre, la pobreza y miseria generalizada con mayor intensidad de padecimiento en los últimos veinte años en Venezuela a consecuencia de una desastrosa y fracasada economía política implementada por el gobierno nacional, no se resolverá favorablemente con sanciones económicas y financieras a la riqueza nacional, con aislamiento internacionalo “asfixia” inmisericorde de cualquier tipo a la sociedad (agua, alimentos, medicinas, electricidad, gas, telecomunicaciones, etc.), porque a quien perjudican real y directamente es a la nación entera. Incluso está demostrado que en la mayoría de los casos nunca han logrado el fin político esperado, y por el contrario arraigado con mayor firmeza los regímenes en conflicto. Además, en algunas situaciones han logrado aflorar los sentimientos patrióticos y principios nacionalistas, propulsores de lazos emotivos y espirituales de resiliencia, mística y unión en una proporción significativa de la población.
En nuestro país se juega un ajedrez geopolítico mundial, pero si nos negamos a comprender lo que está ocurriendo y se mantiene el mismo patrón de conducta, insistiendo en la cultura de la conflictividad e intolerancia, la fuerza de las armas, la irracionalidad de la violencia y el discurso pendenciero, la situación actual tenderá a empeorarse, y lamentablemente la “maldición del petróleo” se consumará definitivamente. Todo ello con el agravamiento de los desequilibrios macroeconómicos y los daños colaterales que se derivan.
La Carta Magna es un instrumento jurídico que permite garantizar la continuidad del Estado, por ende lo mejor que pueden hacer los actores que están en conflicto es reconocer que han quebrantado el texto constitucional y alienado a sus intereses particulares:
i) Porque aquí en Venezuela no se olvida que en el año 2016 (con la complicidad de factores nacionales y extranjeros) se utilizaron artificios políticos para impedir el referéndum revocatorio, y en el año 2017 se aplicaron argumentos leguleyos para iniciar un proceso constituyente que le dio vida a una asamblea nacional constituyente, que a todas luces es inconstitucional por haber desconocido el poder originario (artículo 5).
ii) De la misma forma en el año 2019 basándose en argumentos políticos más que en sustentos legales, se superpone de facto a la Norma Fundamental un “estatuto para la transición democrática” que en esencia contradice el derecho internacional, y en el plano nacional no contribuye a recuperar el ansiado orden constitucional y el estado de derecho.
Por tanto, la sensatez constitucional orienta el correcto proceder hacia la convocatoria de un nuevo proceso constituyente, y el consecuente trámite para relegitimar los poderes públicos, lo que demostraría en la práctica un gran acto de madurez republicana al resolver nosotros mismos la crisis política sin la injerencia de ningún país o fuerza extrajera. Luego como consecuencia lógica, la “conflictividad estéril, vacía y destructiva” debería ceder a favor de la reactivación de la economía real, la reivindicación de la dimensión humana y la remuneración justa del trabajo decente a través del sagrado salario constitucional indexado.Ver: https://bit.ly/2CtiP8I
Fuente: “Perspectiva Económica y Académica Contemporánea”. UNET. Años: 2018-2019.
Docente Universitario. [email protected]; @tipsaldia
Pedro Morales (*)