Opinión

Carta para mi madre (Vidalia, Vida, Flormadre)

6 de junio de 2025

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Porfirio Parada

Madre, mamá, mami, Vida, Vidalia, Flormadre. Esta carta son otras guardadas y las que han faltado por escribir. No me basta la vida ni la escritura para pagarte. Nací en Barquisimeto, ciudad que te enamoraste incluso quisiste vivir, el cielo crepuscular cautivó tus ojos y tu ser, me cuidaste desde siempre, desde el pensamiento amado, la gestación de un próximo hijo que ya no era niña, y los esfuerzos para sacar adelante una familia con amor, esfuerzo, algunas cosas con cosas injustas, y mucho trabajo. Fui el menor de tus hijos, mamá hay muchas cosas que no sé de tu vida, no se tantos sacrificios que has hecho y sigues haciendo, no sé todo el dolor que has ocultado para brindarme tranquilidad, conoces mis ojos de toda la vida, sabes mis pensamientos antes de decirlos, mis movimientos y reacciones, sabes cuando hablo mucho o cuando duro horas callado, mi vida es tuya madre hasta mi muerte. No te preocupes mucho por tu misión en este mundo, porque hiciste más de la cuenta, te pasaste, curas y sigues curando a personas con tu saber, me sigues curando la vida sin decirte, madre. Estudiaste posgrado en Caracas, ecografía, viviste en Caracas, La gran Caracas. Te extrañamos por muchas semanas mientras evolucionabas. Era un niño por aquellos años. 

 Poco sé de tu infancia, de la relación con tus padres, y tus hermanos, fuiste la menor, cuando eras niña ya tus hermanos eran adolescentes, algunos ya adultos, memorizaste y guardaste los refranes de mi abuela desde niña, lo recuerdas hoy como ayer, tu familia que es parte de la mía, son de Mérida, de esos Pueblos del Sur, tienes los andes venezolanos en tu radiografía personal, muchos años de tu vida fuiste callada como yo mamá, quizás reservada y tímida. Te he escuchado tus cuentos  cuando cayó la dictadura de muchos años atrás y como tus padres reaccionaron,  terminaste viviendo en Barrio Obrero, cerca de tu futuro esposo que es mi papá, lo conociste muchos años después cuando prácticamente eran vecinos, estudiaron en la Universidad de Los Andes en Mérida. Medicina. Te gusta el dulce, y el picante en la sopa, el té, admiraste a la pintora mexicana Frida Kahlo, te gusta la historia, te he visto comer leche en polvo. Te llamo algunas veces no como madre sino con el nombre de Vida, así como algunas veces te llamaba mi tía Gisela, hermana de papá. Trabajaste en el Rotary Club por la Av. 19 de Abril, trabajaste en Rubio.

 Tienes una relación con los sueños enorme, haces lecturas de ángeles, visiones, revelaciones, te acompaña la biblia desde muchos años, tienes temor a Dios, marchaste y te expresaste descontenta, reclamando por un mejor país hasta que te obstinas por ello y te empezó a doler el cuerpo. Fuiste a una psiquiatra golpeada del corazón, dudando de tu razón y el médico te dijo que, entre la locura y la lucidez, su cercanía estaba a años luz. Mientras estudiabas medicina en Mérida te regresaste derrotada a San Cristóbal, frustrada por la reprobación de una materia, pensaste seriamente en dejar los estudios y tus padres te impulsaron a terminar la carrera, creyeron en ti como tu sigues creyendo en mí a pesar de mis problemas, de mis desaciertos, de mis malos comportamientos, de mis vicios, de mis luchas, de mis desventuras, de mis atropellos, de mis desviaciones. Nada alcanza, nada se mide, gracias por la paciencia, la ternura.

 Me has dicho en varias oportunidades que no me gustan las reglas, cuando trabajabas en el consultorio del centro, en el Edificio Uribante, me ayudaste contenta a coleccionar el álbum de los Caballeros del Zodiaco, esa manga, historieta japonesa tan famosa, que pasaron mucho por Televen, me comprabas las barajitas, anotabas las que se repetían y las que me faltaban, un día en la Residencia Girasol, saliste a defenderme cuando un vecino, Jaime, me pegó, te convertiste en hombre hablando duro, pero con educación y exigiendo mucho respeto. Antes de acostarme me decías que hiciera la oración de Ángel de mi guarda, dulce compañía. En los días que te sentías triste o que te pasaban cosas, te preguntaba: “bendición madre ¿Cómo estás?” y siempre me contestas, “bien”. Te casaste con mi padre que su padre fue uno de los comerciantes más importantes de la historia local, te rodeaste con el apellido de una familia conocida, de los Parada, conoces sus secretos, sus problemas, sus cosas buenas, los grandes y pequeños momentos familiares. Continuas conectada con los Molina, tu familia, por un grupo de Whatsapp, con Carolina en Capachito.

 Eres una persona exigente, educada, muy limpia, te gusta la limpieza, te amarga el desorden, lo cochino, lo sucio, no te gusta lo mal hecho, lo hecho a medias. He querido convertirme en adulto, pero bailo en la imprecisión como cuando era adolescente. He querido crecer y madurar cerca o con cierta distancia de ti, sin embargo, fallo, me equivoco, no asumo responsabilidades y me falta más disciplina, quizás, me pierdo y me vuelvo a perder. Me sigo construyendo en lo que quiero ser, estoy dispuesto a evolucionar, mi ser interior me dice que lo puedo lograr, mientras tanto madre me sigues dando la mano, una cobija limpia, una almohada de hogar, comida, me sigues dando tu mano que cada vez se vuelve más arrugada. Por ahí, a veces, trato hacer broma, busco hacerte reír, te toco el estómago, te empujo, busco un chiste, una vaina, busco verte reír otra vez. También te gusta los chocolates, y algunas veces comes caraotas con azúcar. Cumples año el mismo día de la peregrinación de la Divina Pastora en Barquisimeto, leíste a la historiadora Inés Quintero, y el libro  Sangre en el diván, de Ibéyise Pacheco, quedaste impactada de la crueldad del doctor Edmundo Chirinos.  

 De los tantos regalos que me distes durante la vida, me diste uno antes de entrar a la universidad, de los mejores, y fueron dos tomos del Diccionario de la Real Academia Española, los usé como nunca, descubrí el mundo de las palabras y del lenguaje, por ese diccionario aprendí a leer y a escribir, por ese diccionario escribo esta columna madre que te la dedico no para quedar bien contigo sino es una consecuencia de tu amor, de tu bondad, de tu persona de bien, de tu luz, de tu sagrada inteligencia, de tu apoyo infinito, de tu estar en este mundo que algunas veces no entiendo, me confundo, me desordeno, y me vuelvo a perder. Pensando bien desde aquella época cuando me obsequiaste de los diccionarios antes de empezar la universidad en otra ciudad, ya visualizabas con tu don de madre, tu visión única, que me gustaría las palabras, escribir o quizás un día ser escritor. Gracias.

 Cuando trabajaste en la Cruz Roja, yo niño inquieto corría, me metía por pasillos, entre enfermeras, y llegué donde estabas y vi cuando atendías un parto, todos se sorprendieron. Una vez me quisieron expulsar del Liceo Simón Bolívar por indisciplina, y no me botaron por mi apellido, quise esconder todos mis malos comportamientos, mis malas jugadas, mis malas mañas, mis malas calificaciones, quise esconder mi locura juvenil, pero alguien te llamó al consultorio y te dijeron la verdad de mis acciones. Te gusta leer, te has refugiado en tu vida con algunos libros y lecturas que te han sanado por momentos, como también me pasa, bueno me pasa porque es tu legado, cuando leo mis ojos son una extensión de los tuyos, mi inteligencia tú la cultivaste, la creaste, cuando prefiero hacer el bien y lo correcto es obra y sangre tuya, cuando la gente me saluda y ve lo bueno en mí es solo el reflejo tuyo lo que siempre has querido que yo sea. Sentimiento y dedicación tuya, gesto y amor desde la leche materna, la llegada de un logro, hasta el regaño más merecido y que todavía merezco. Tenías muy buena puntería, cuando me golpeabas con las pantuflas, cuando te enfuerecías de lo tremendo que era de niño y adolescente. Viajaste a Perú y viajaste a Estados Unidos, visitaste a tu hija, la flaca, y conociste ese país que tanto se habla y se vive.

 Sigo teniendo un dolor oculto que deseo curar y que se me cura momentáneamente cuando hablamos en vez en cuando, tienes una tranquilidad, una armonía, una paz en tu ser que me cura solo con tu presencia, supe hace poco que te dieron un reconocimiento por tu trabajo en el Hospital San Antonio de Táriba, ese reconocimiento es corto, eres una trabajadora ejemplar y muy profesional, has curado, has calmado, has solucionado parte de los síntomas y enfermedades del pueblo de Táriba, Cárdenas, y sus alrededores, fuiste y eres parte de la formación y el crecimiento de tu nieto Andrés, y de tu otra nieta Abby, le das tu corazón, tu sabiduría, tu amor sin medias y sin medidas, te veo acompañar a Abby a servirle, darle de comer, veo como te ríes con Andrés por cosas cotidianas de la vida, de una tarde cualquiera, veo cómo te quedas dormida luego de hacer comida y limpiar alguna parte de la casa. Veo cómo observas el celular para seguir informándote de lo que pasa en este país y el mundo, veo cómo hablas con mis hermanas desde donde ellas estén, lejos, hablas con Emelin por las tardes, y en las mañanas, y Andreina en Barinas, hablas con los esposos de ellas, Alexis y Randall. Hablas con alguna que otra amiga doctora, algunas veces lloras en silencio por lo que hacemos, o dejamos de hacer, algunas veces recuerdas a tu mamá, o mi tía, o algunos tíos, recuerdas a Gloria tu amiguita de infancia que se fue injustamente de este mundo, su hija Paola estudió conmigo el bachillerato. Conversas con mi hermana María Alejandra, o como le hemos dicho toda la vida, Mary, cuando ella llega del trabajo y pregunta por su hija Abby.

 Me quedo corto con esta carta madre, me ha quedado corta toda la vida contigo, me he quedado corto con el agradecimiento, con los gestos de un buen hijo y con la retribución de tu amor. Si me quedo corto hasta para tener hijos mamá, pero si no, créeme que si tuviera una hija le pondría tu nombre, Vidalia o Vida. Un homenaje. Desde la aflicción, la esperanza y el amor te digo gracias nuevamente, desde el vacío que tengo y que me llenas y me recargas cuando tengo la dicha de verte, cuando nos vemos, y escribo esto, lo que me sale, habrá otras formas de dar, y de ser o expresar, pero bien sabes que la escritura es una de las mejores formas que puedo interactuar en el mundo, en mi mundo. Dios ha sido muy bueno conmigo, muy generoso, a veces no me lo creo y me pregunto la razón, pero también pienso que el motivo de su generosidad es porque me tiene guardado algo que estoy descubriendo mientras siga viviendo.

 Uno no sabe para qué nació, la vida es un reto diario, pero expreso por este medio lo valiente que fuiste y lo valiente que eres, mujer de otros tiempos, de luz prodigiosa, de sabia calma, amorosa y cariñosa, tu forma de ser madre y abuela, esposa, mujer, amiga, niña, señora, vecina, cliente, tachirense, venezolana, y lo dura y fuerte por momentos que puedes llegar a ser, momentos que en su tiempo no entendía y ahora lo veo de otra forma. No te afanes mucho, no te aceleres mamá, nosotros somos lo que debemos estar más preocupado de ti, gracias siempre por todo, gracias por la calma, me sigues curando la vida, en mis reveses y en mis pequeños logros, todo lo que soy y seré es porque me diste la vida, gracias, Vida.

Lic. Porfirio Parada

*Locutor de La Nación Radio

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