“…Los ataques a nuestras instalaciones militares, asaltos, abigeatos, secuestros de ganaderos, fuga de nuestros productos básicos, proliferación de indocumentados, declaraciones agresivas contra el país, elaboración de nuevos mapas por parte del Ministerio de Educación de Colombia, configura realmente un cuadro preocupante para la soberanía del país…”.
(Manuel Mármol, en una de las páginas del libro del periodista Rafael Schwartz “Los Monjes: Conflicto entre Venezuela y Colombia”, pag.16)
En reiteradas oportunidades hemos abordado el problema fronterizo, sobre todo el relacionado directamente con la vecina Colombia, país hermano que nació precisamente como República en las riberas del Orinoco en el célebre Congreso de Angostura, convocado por el Libertador Simón Bolívar en 1819.
Han pasado más de dos siglos y la historia nos ha conducido a diferentes episodios en los cuales nuestra querida Venezuela ha tenido que soportar con estoicismo, así como el ilustre Caraqueño soportó los ataques de la oligarquía santandereana de aquella época, liderada por Francisco de Paula Santander.
Este líder colombiano fue una “mano peluda” quien nunca ocultó su envidia, la cual concretó en varios atentados contra Simón Bolívar y para muchos historiadores, también el autor intelectual de la muerte del Gran Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, en la selva de Berruecos.
Es bueno aclarar e insistir que los conflictos e intrigas siempre han sido provocados por esta oligarquía mas no por el pueblo colombiano, quien de manera natural a través de los años ha encontrado más bien refugio en nuestro territorio.
Nuestros vecinos precisamente se han venido huyendo de las atrocidades y de la guerra provocada por esta misma oligarquía, quien explota a la población del vecino país desde los tiempos del Virreinato de la Nueva Granada.
Serian interminables las citas y las referencias a la conducta asumida por el Gobierno de Colombia, conducta mantenida desde la separación de Venezuela en 1830, protagonizada por traidores como José Antonio Páez y Francisco de Paula Santander.
Revisar los tratados limítrofes con el vecino país son episodios que revelan la mala intención y la mala fe que ha caracterizado a los gobernantes colombianos, quienes sufren pesadillas y mantienen constante pánico al sentir en las madrugadas por los pasillos del Palacio de Nariño los pasos firmes del Libertador Simón Bolívar.
Las pesadillas no terminan. Y es por eso que a pesar de las diferencias que pudieran existir hoy con la desparecida IV República, allí también quedaron registrados episodios inspirados en la envidia, como el caso del Caño Bayonero y la célebre pretensión de tomar el islote de Los Monjes con la actuación de la corbeta Caldas.
No es fácil lidiar y convivir con un vecino tan difícil como Colombia. Venezuela sin embargo ha superado todas las pruebas y podríamos afirmar que nuestro país es el campeón mundial de la tolerancia; cosa que ha perdido la cancillería del vecino país, sobre todo porque las damas que por allí desfilan suspiran por las alfombras de la Casa Blanca.
La participación de Venezuela ha sido sincera y los gestos de mano amiga han servido de gestores y promotores de la paz entre el gobierno y la guerrilla de Colombia; sobre todo en los tiempos del comandante Hugo Chávez, quien sostenía: “La paz de Colombia es la paz de Venezuela y de toda Latinoamérica”.
La actual situación que vive nuestro país se ha acentuado por la participación directa de Colombia en el juego geopolítico, quien como perrito faldero de los Estados Unidos es además artífice de la incursión de un país latinoamericano en la OTAN y coqueteo con Israel.
Son demasiado las señales enviadas por Colombia en busca de la guerra y conflictos permanentes. Es la necesidad de encontrar un enemigo cercano parahacer olvidar los enormes problemas internos que vive el pueblo colombiano, acosado y perseguido no sólo por la pobreza sino por la amenaza constante de paramilitares creados por Álvaro Uribe y mantenidos hoy por el presidente Santos, para hacerle el trabajo sucio a las Fuerzas Armadas Colombianas.
Conocemos los antecedentes del cierre de frontera en casos extremos, ejecutados por el Gobierno del comandante Chávez y con algunos capítulos cortos en el período del presidente Nicolás Maduro. No es deseable desde ningún punto de vista, ni diplomático, ni estratégico romper relaciones con cualquier país.
En los actuales momentos, un cierre del chorro hacia Colombia sería por encima de todas las circunstancias muy oportuno. En primer lugar, para negar definitivamente el paso de nuestro combustible (diésel y gasolina) hacia Colombia por la vía del contrabando, junto al paso de alimentos y productos de primera necesidad. Allí nuestra Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB) tiene una alta responsabilidad.
Igualmente para bloquear el paso de material estratégico (cobre, acero, cabillas, chatarra, etc.) y evitar el desangramiento con la moneda, la cual se fortalece con el “dólar Cúcuta”, hijo putativo de “dólar today”. Esto es materia urgente.
No es fácil tomar una medida de esa magnitud, por lo que la misma encierra, pero ya nuestro Alto Gobierno y los análisis del Instituto de Altos Estudios de Defensa y Seguridad de la Nación así lo revelan; porque nuestras pesadillas no son las del Palacio de Nariño con Simón Bolívar, sino las del pueblo venezolano afectado por la política del subsidio de Venezuela, a más de un 70 por ciento de la población colombiana en una extensión de más de 2.019 km.
Estamos claros que el problema del Gobierno Bolivariano de Venezuela no es con el pueblo colombiano, sino con la oligarquía del vecino país, cipaya del Imperio y opresora de las causas justas y de libertad del propio pueblo colombiano.
¡Amanecerá y veremos!
(Marco Tulio Arellano)