Opinión

…ciudad y energía (IV)

25 de mayo de 2020

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Julieta Cantos


Luego de la introducción sobre qué es la energía, tipos de energía y otras consideraciones, prometí en el artículo anterior escribir sobre la represa Leonardo Ruiz Pineda, popularmente conocida como Uribante-Caparo, y la visión que sobre ella tengo.

Según datos tomados de Wikipedia, la represa que fue construida entre 1980 y 1990, sobre el pueblo de Potosí (uno de los cinco pueblos que fueron inundados intencionalmente), es un complejo de 4 presas que da origen a tres embalses, que ocupan aproximadamente 2.000 hectáreas, alimentándose de los ríos Uribante, Doradas, Caparo y Camburito, cuya capacidad instalada sería de 1.260 MW, muy superior a lo que requería el estado Táchira, y zonas aledañas. El proyecto completo esperaba generar el 3 % del total nacional de energía hidroeléctrica.

De sus tres embalses:

– San Agatón, Uribante o La Honda, con una capacidad instalada de 300 MW, es la única que está funcionando.

– Borde Seco-La Vueltosa, cuya capacidad instalada sería de 540 MW, no está operativa. No se han instalado las dos turbinas.

– Las Cuevas o La Colorada (solo en fase de proyecto), para una capacidad de 460 MW.

La intención de la consulta a Wikipedia era precisar datos de fechas, capacidad instalada, y funcionamiento; pero lo que realmente quisiera describir es lo que para la época significó este proyecto para la región del suroeste andino, concretamente para el Táchira, en relación a expectativas de desarrollo, en cuanto a tierras a ser incorporadas por riego para la actividad agropecuaria; potencialidades del sector turismo, nacional e internacional; ingresos de divisas por la posibilidad cierta de vender energía hidroeléctrica a Colombia; pero sobre todo romper la dependencia del abastecimiento eléctrico de los sistemas nacionales, entre ellos el Guri.

30 años más tarde, podemos decir que muy poco se cumplió. Pasamos por todas las etapas, denunciadas además en su momento por la prensa regional y nacional: mala administración, corrupción en el manejo de los dineros para la conclusión y puesta en marcha de todo el complejo, el exceso de sedimentación de nuestras montañas, la falta de mantenimiento permanente, hasta el momento actual inclusive. Pero, además, no se previó algo, que es una realidad casi cotidiana…el mal manejo de los recursos naturales, la falta de previsión y conservación de los afluentes, sus vertientes y cabeceras. En tiempos de sequía no se llega a los niveles necesarios de agua para su funcionamiento. Adicionalmente, el aumento indiscriminado del consumo de energía hace que se cumplan los tres riesgos de los que habla Bansart: el riesgo energético por agotamiento de los recursos naturales por causa de la sobreexplotación. El riesgo climático por los diversos desarreglos, como el recalentamiento debido al mal uso de la energía, y el riesgo ecológico por contaminación, pérdida de biodiversidad, empobrecimiento de las tierras agrarias, deforestación, desertificación, estrés hídrico, agotamiento de las reservas de agua, etc. Todo ello debido al uso, abuso y mal uso de las fuentes energéticas.

Como ven, se enlaza perfectamente con lo que hemos venido describiendo en nuestros anteriores artículos. Por ello planteo que de allí debe partir el compromiso con lo ecosocial.

Mi gran crítica es que mientras sigamos desarrollando grandes megaproyectos, desconectados de la realidad social, ecológica, productiva, a escala, seguiremos construyendo “elefantes blancos” de grandes inversiones, mayores presupuestos, y muchas manos queriendo su parte, significando desequilibrios inmensos. Si en lugar de centralizar en una enorme represa que interviene, modifica y afecta, por sus dimensiones, al medio ambiente, hacemos cientos de miles de pequeñas represas locales, estaremos fomentando el desarrollo económico, y social, de manera más integrada y por ende vinculados a nuestra realidad ecológica. Si en cada comunidad, municipio, estado, se desarrollan diversas fuentes de energía, sin depender de los residuos fósiles, entonces seremos menos vulnerables, tendremos menor dependencia tecnológica, seremos más productivos, más felices, y estaremos incorporados a nuestro medio.

A lo largo de los años, en Venezuela, se ha dependido básicamente de dos fuentes: el petróleo y la hidroeléctrica. La primera, la más contaminante, pero por mucho la más barata, tiene dos grandes inconvenientes operativos: su extracción y procesamiento es de orden nacional (Pdvsa), y su distribución depende de decisiones político-operativas nacionales. Su procesamiento -por ejemplo, en gasolina- depende de insumos y tecnologías extranjeras. Todo esto ha llevado a una progresiva parálisis en las decisiones y diseños regionales y locales, olvidando la importancia de la participación creativa, consensuada del poder popular, del poder ciudadano, de la generación de propuestas acordes a la realidad de cada región. No se pueden pretender cambios, si seguimos con los mismos esquemas de producción, y de manejo y utilización de las fuentes de energía. Hasta ahora solo se ha replicado, reproducido, sin generar modelos diferentes de sociedad. Debemos hacer un uso racional, inteligente (sabio), solidario y ecológico de las energías. Todos somos responsables y mi propósito es que esto se entienda.

Quiero cerrar con lo que podría ser una idea para un nuevo grupo de artículos: la búsqueda de una mayor autonomía energética para las ciudades, pueblos y caseríos de nuestro estado.

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Julieta Cantos

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