Opinión

Cuando el destino nos alcance

27 de diciembre de 2021

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Fredy Contreras Rodríguez*

En 1972 -hace ya medio siglo- se rodó una película ambientada en el año 2022, cuyo título en español encabeza esta nota: “Cuando el destino nos alcance”.
Tres años más tarde -1975-, la película llegó a las carteleras venezolanas y mi profesor de Castellano y Literatura del 5to año de bachillerato, nos recomendó verla -en esos días en los cines de San Cristóbal-, con la advertencia de ser un film de ciencia ficción que nos ubicaba en el futuro y que, según él, pudiera ser que mostrara, con 50 años de adelanto, el mundo que nos correspondería ver en el segundo decenio del siglo XXI y del que seríamos testigos presenciales. Ahora mismo, pues.
Con mi hijo de 12 años vi de nuevo la película la semana pasada (soylentgreen, su título en inglés) y confieso que, aparte de la trama, no recordaba la mayor parte de sus escenas. Protagonizada por Charlton Heston, actor de excepción ya fallecido, laureado con el “Óscar”, la cinta se ubica en la ciudad de Nueva York del próximo año 2022, con 40 millones de habitantes -la mitad desempleados y hambrientos-, en una sociedad capitalista decadente, responsable del desastre ambiental causado al planeta por la depredación y las consecuencias del calentamiento de la Tierra, producido por el efecto invernadero.
En la película se nota la escasa visión del futuro que tuvieron el autor de la novela, el guionista y el director, quienes en 1972 jamás se pasearon por las ideas de ciencia ficción de entonces, como equipos electrónicos, mandos inalámbricos, videollamadas, celulares, computadoras, drones o cualquiera de los avances tecnológicos de uso corriente hoy, derivados de la revolución producida por las TIC. Por eso, en la Nueva York de 2022 que muestra la cinta, no hay televisores a control remoto, celulares, consolas o drones y en los despachos policiales no hay oficinas computarizadas ni los aditamentos tecnológicos que exhiben películas similares ubicadas en el presente y que para las generaciones de los “millenials”, es como si siempre hubieren existido.
Pero mi comentario sobre “Cuando el destino nos alcance” no trata sobre la escasa capacidad de fantasía exhibida por los productores del film, comparada con los avances tecnológicos de hoy; tampoco sobre la equivocada predicción de la sequía de los océanos que hicieron.
Mi comentario está en que “cuando el destino nos alcance” puso al descubierto, medio siglo antes, el daño ambiental y la desaparición de los equilibrios ecológicos y naturales que hoy ya afectan a la Tierra por la sobreexplotación de sus recursos, causada por un modelo económico depredador y contrario a la sustentabilidad de la vida; el desastre que nos espera, si no cambiamos hacia un modelo económico respetuoso de la naturaleza y sus leyes inmutables; la deshumanización de la vida en sociedad, la crisis humana y la pérdida de sentimientos como el amor y la solidaridad; el desastre del sistema de salud de EEUU, convertido en hospicios inmundos como los de la Francia del siglo XIX en manos de la Iglesia católica; la cosificación de la mujer convertida en “mobiliario” de las viviendas que se alquilan a los ricos; la clara diferencia entre la clase dominante -a la que nada le falta- y el 98 % de la población hacinada en calles, aceras y portales, condenada a comer “soylent green”, alimento procesado proveniente, según la propaganda oficial de algas marinas, cuando realmente era reciclaje industrial de cadáveres humanos; la eutanasia asistida por el Estado para proveerse de la “materia prima” del “soylent green”, haciendo ver a los suicidas bellas imágenes del lo que había sido la Tierra cuando aún no habían destruidos los bosques, campos y ríos; la corrupción policial y el hurto de alimentos, artículos y utensilios en las operaciones de rutina; el agua como recurso escaso y de lujo; la especulación a expensas de la necesidad de la gente y muchos otros asuntos que afloran en el film como el amor, en el caos de aquel futuro -hoy presente- que no está secando los océanos como lo predijo, sino que al contrario, los niveles de las aguas del mar aumentan con la amenaza de destrucción de islas y regiones continentales y la desaparición de Estados de la comunidad internacional.
Vale el esfuerzo ver la película y reflexionar sobre el progresivo desastre ambiental que hoy vivimos y que es -después de los poderes mundiales invisibles y el gobierno de EEUU- la amenaza más grave que hoy pende sobre la humanidad entera.
*Abogado. Agricultor urbano.

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