¿Qué pasará con los buscamas que salen a diario de la frontera?
26 de abril de 2024
El 20 de mayo se celebra en Venezuela el Día del Cronista. Es el funcionario encargado de preservar, resguardar y difundir la memoria, la historia y la cultura de los pueblos. De acuerdo con la Ley del Poder Público Municipal, se trata de un órgano auxiliar de la municipalidad, como la Sindicatura o la Secretaría. La misión, según el artículo 123, es “…recopilar, documentar, conservar y defender las tradiciones, costumbres y hábitos sociales de la comunidad”. Además, para el nombramiento y ejercicio del cargo, se requiere ser venezolano, mayor de edad, gozar de todos los derechos civiles o políticos y ser estudioso del patrimonio histórico y cultural del municipio. La ordenanza respectiva establece las demás funciones, deberes y competencias. Pero, en muchos casos, la labor del funcionario está prácticamente desamparada, sin respaldo moral ni presupuestario por parte de las autoridades municipales. La vocación, el compromiso y el amor raigal suelen ser las banderas de quienes se entregan al estudio, registro y divulgación de los hechos históricos más resaltantes dentro de la comunidad.
El cronista es vigía y guardián de la identidad y memoria colectiva. A través de la investigación tiende puentes y sirve de vaso comunicante entre las generaciones. Hurga en archivos, indaga entre informantes clave, documenta eventos del pasado y del presente, registra cambios y transformaciones, valora los aconteceres diarios y redacta crónicas, artículos y monografías. La labor está destinada a conservar los pilares del patrimonio histórico y cultural. No necesariamente es un historiador profesional, aunque siente pasión por la ciencia de Clío. Más bien es un individuo con méritos y credenciales para auscultar, sentir y registrar el pálpito telúrico de pueblos y ciudades. La comunidad es una mina de aconteceres y el cronista está llamado a penetrar con acuciosidad en el tuétano de la trama social. No basta con recopilar los datos más significativos o trascendentes de manera aislada. Es necesario interpretar el trazado y los latidos vitales de la colectividad, para salvar del olvido y proyectar hacia el futuro el testimonio, la huella y la presencia de las generaciones sobre el espacio y el tiempo.
El cronista tiene el deber de quitar los polvos y telarañas del olvido. Es un ciudadano con plenitud de derechos. Por lo tanto, puede tener afectos o afiliaciones políticas o ideológicas, siempre y cuando las creencias y predilecciones no interfieran con la investigación objetiva, el trabajo serio y la interpretación honesta del acontecer comunitario. La vida de los pueblos está llena de vivencias y recuerdos, producto de la incesante dinámica cotidiana. El trabajo de los cronistas acuciosos es convertirlos en memoria colectiva, para nutrir la identidad y reafirmar el sentido de pertenencia de las generaciones. Para no caer en discusiones bizantinas sobre las implicaciones de los términos, aquí se entiende el recuerdo como la evocación de las experiencias y la memoria como el registro sistemático de las mismas. Esa es la pasión del cronista: investigar y registrar. La investigación permite escuchar el grito de los pueblos. El registro vivifica los ecos del olvido, multiplica la presencia de los actores sociales y fortalece los pilares de la sociedad. El cronista contribuye a crear conciencia colectiva como pueblo.
(José de la Cruz García Mora) /
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