Repelencias
23 de noviembre de 2024
Francisco Corsica
La economía nacional ha tenido desde hace tiempo varias particularidades. Por mencionar algo: el país cuenta con las mayores reservas naturales de petróleo del mundo, pero la extracción del oro negro está en sus niveles más bajos en décadas. Algo similar sucede con el cacao, ya que en el siglo XVIII fuimos el primer productor mundial, ahora ni siquiera entramos en el Top 10 internacional.
Es una pena que esta sociedad no esté aprovechando su potencial. Y si a esta fórmula se le añade la idiosincrasia de los venezolanos, el resultado pasa a ser pintoresco. Hace unos días, sucedió algo bastante jocoso, ya que quienes pudimos presenciarlo en persona no parábamos de reír en ese momento. Aunque claro, si se quiere, también es un reflejo de los males económicos pasados y presentes.
Aquella mañana fue lluviosa y calurosa al mismo tiempo. Por si fuera poco, el Metro de Caracas estaba colapsado por «fallas eléctricas». Cuando esto sucede —más frecuente de lo que debería—, el transporte superficial se congestiona automáticamente. En ese escenario, corresponde hacer uso de un autobús, que llega más lleno de lo que debería y con las puertas abiertas.
Después de algunos empujones entre pasajeros, comenzó a vaciarse. Ya estaba llegando al final de la ruta. Poco antes de llegar a mi destino, una señora mayor iba bajándose y le tocaba pagar el servicio. Las que pertenecen al gobierno cobran 5 bolívares actualmente, y las privadas hacen lo propio con 7 bolívares. Por supuesto, solamente aceptan bolívares en efectivo. Nada de transferencias, pago móvil ni punto de venta.
Resulta ser que la señora no estaba muy familiarizada con la familia de billetes que emite hoy en día el Banco Central de Venezuela. Tampoco estaba muy enterada de las denominaciones que todavía circulan de la familia de billetes anterior, con seis ceros más que los actuales. Probablemente se deba a que no es usuaria frecuente de autobuses y casi no debe hacer pagos en efectivo. Del bolívar soberano, que antecede al bolívar digital, todavía se encuentran en la calle los billetes de 500 mil y 1 millón de bolívares.
En el momento en que el conductor le dijo el monto, es decir, 7 bolívares, empezó a titubear hasta que le preguntó: “¿Esos son 7 mil bolívares? ¿Por qué tan caro?”. El señor, amable y paciente, le dijo que ese no era el monto y le explicó con cierto detalle lo que eran 7 bolívares. Mientras tanto, tenía el tráfico paralizado y las cornetas de fondo eran ensordecedoras.
Después de aclararle, la señora le dijo: “No sé qué hacer. Figúrese que tengo 15 billetes de 1 millón de bolívares. ¿Tendrá vuelto para un billete tan alto?”. El señor, aturdido como los demás, le dijo que le diera 7 billetes de esos, y la señora le dijo que si eran 7 bolívares, no debía cobrarle 7 millones. Finalmente, se los entregó. Un momento incómodo por el ruido y chistoso por la confusión.
Indistintamente de eso, algo de razón le cabe a ella, en medio de su desconocimiento de la última reconversión monetaria. Tampoco hace falta ahondar mucho sobre una noticia vieja, como lo fue la sustitución del bolívar soberano por el digital. Basta saber que, en esa oportunidad, se le quitaron seis ceros a la moneda. Asimismo, no se emitieron billetes o monedas de 1 bolívar digital ni de 50 céntimos, quedando en lugar de ellos los billetes de 1 millón y de 500 mil bolívares soberanos, respectivamente.
¿Por qué decíamos, quienes nos quedamos en la camioneta, que la señora tenía algo de razón? Simplemente, porque los billetes dicen que valen 1 millón de bolívares. Y en efecto, pertenecerán a un signo monetario fuera de circulación y su valor ahora equivaldrá a la unidad, pero el billete se desmiente a sí mismo frente a los nuevos. Es como un golpe permanente que les da a los demás. De esos, el más alto dice que solamente vale cien unidades.
Menos mal que no tenía de los que son equivalentes a 50 céntimos actuales ni de 10 bolívares, porque son idénticos. Tienen la misma cara del Libertador y son del mismo color. La única diferencia es el monto: uno dice que vale 500 mil bolívares, y el otro vale 10 bolívares actuales. Del primero, le hubiera tocado entregar 14, porque no vale lo que dice sino 50 céntimos; y si lo hubiera hecho con el segundo, entregaría uno solo y recibiría tres billetes de 1 millón, aunque ya no valgan eso. ¡Vaya confusión hubiera tenido!
¿Quién lo diría? En Venezuela, el billete más alto es el más bajo. Un millón en realidad es uno. Y el de cien, sigue siendo cien. ¿No debería estar el primero por encima del segundo? La lógica numérica sugiere que sí, pero la reconversión monetaria establece que no. ¿Será este el único país donde 1.000.000 vale menos que 100? Todo indica que sí. Habría que revisar otros países con procesos hiperinflacionarios recientes a ver.
En todo caso, lo ideal sería que las instituciones financieras y la sociedad en su conjunto valorasen más el papel moneda nacional. Aquí se han visto dos casos. El primero es que todavía circulan billetes viejos, que todavía cuentan con la hilera de ceros que ya fueron eliminados, y no han salido sus sustitutos con el valor real. En segundo término, hay billetes idénticos con diferente valor, como si no importase. Y el que dice valer más, en realidad es el que menos vale. Cuando se realice este pendiente, 7 bolívares serán eso y no 7 mil o 7 millones.
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