Fue mucho más que una súplica. Era un ruego. Parecía la petición postrera de alguien que se sabe perdido, acorralado, y ya casi sin fuerzas. A ratos sonaba como el llanto de un niño abandonado por sus padres. O peor aún: el clamor del ladrón que, después que se queda sin balas, implora al policía para que no lo mate.
A todos los dictadores les pasa igual: se sienten muy valientes cuando están rodeados y custodiados por las bayonetas. Pero tan pronto como se dan cuenta que están a un paso de perderlo todo, y que el final está cada vez más cerca, empiezan a suplicar para que no los dejen solos.
El pasado 24 de junio, en el Campo de Carabobo, durante los actos conmemorativos de la batalla que selló la independencia de Venezuela, Nicolás Maduro estuvo a punto de llorar: “Esa oligarquía (colombiana) le tiene envidia y odio a nuestra Fuerza Armada y pretenden ver una Fuerza Armada Nacional Bolivariana (Fanb) dividida y enfrentada entre sí (…) Alerta Ejército, alerta Fuerza Armada, a cerrar filas, rodilla en tierra, en combate contra la traición y la oligarquía, en combate por la unión en la defensa de la identidad y dignidad nacional”.
Maduro, el heredero de Chávez, el que todos los días despotrica de Donald Trump, Juan Manuel Santos, Mariano Rajoy y Alvaro Uribe Vélez, lució desesperado: “Guardia en alto, alertas, que nadie se deje engañar por los cantos de traición que suenan desde Bogotá, cuadro cerrado, unión cívico militar, es muy grande la historia que defendemos (…) Necesitamos un poder militar unido, subordinado, disciplinado, leal a la patria, a la Constitución, al pueblo, a su comandante en jefe legítimo”.
El llanto de Maduro hacia los militares parecía desproporcionado, sobre todo si se toma en cuenta que este gobierno le ha dado a los hombres de uniforme todo lo que éstos han pedido para seguir apoyando a la fracasada revolución: “Necesitamos una sola Fuerza Armada unida al pueblo con un espíritu, un carácter, una identidad, una marca de futuro: Chávez (…) La patria tiene militares que la defiendan, que la amen, y está preparada para defenderse ante el invasor, ante el intervencionismo”.
Maduro practicamente pidió a los militares que no lo tumben:”No serán suficientes las veces que alerte a la Fanb, a nuestro pueblo, se están montando falsos positivos desde Bogotá (…) y cuentan con un puñado de traidores, políticos traidores, militares retirados traidores (…) la oligarquía de Bogotá es traidora en esencia (…) Sigo llamando a la alerta, que nadie se duerma en sus laureles (…) estamos acosados por el imperio del Norte y cuenta con la oligarquía rapaz de Bogotá. Alerta pues”
Lo curioso es que el llamado de Maduro se produjo justo una semana después que aumentó hasta la estratósfera el sueldo de los militares venezolanos. Debe ser que el aumento no sirvió para calmar el hambre de las tropas en los cuarteles, ni las deserciones que se producen por centenares cada día, ni mucho menos el robo de granadas, armamento y pertrechos que se registra cada hora por parte de soldados que ya no tienen con qué alimentar a sus propias familias y que venden lo que sea al mejor postor con tal de completar la quincena.
El alto mando militar puede decir misa, pero todo el mundo sabe que en la FANB la procesión va por dentro. “La Fuerza Armada Nacional Bolivariana preserva su unidad monolítica, granítica y ratifica su lealtad incondicional al señor presidente”, dijo el ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, en un acto militar encabezado por Maduro en las afueras del palacio presidencial hace unos meses atrás.
Padrino López, siempre leal a Nicolás Maduro, por haberlo mantenido al frente de ese despacho por varios años, ha dicho que el ex chofer del Metro de Caracas es un “presidente auténticamente chavista que la Fuerza Armada admira profundamente” y ha sostenido, reiteradamente, en clara violación a la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que la Fuerza Armada es “radicalmente antiimperialista y seguidora del líder socialista Hugo Chávez”.
Entonces, si lo que dice Padrino López fuera cierto, ¿Por qué Maduro suplica a los militares para que no lo tumben? Es que acaso ¿no ha sido suficiente entregar a los militares la importación de alimentos, las fábricas de uniformes, un canal de televisión, un banco, una ensambladora de vehículos, una empresa constructora, una empresa petrolera y el control de Petróleos de Venezuela para que defiendan la revolución?
No hay nada que los militares hayan pedido y no se les haya dado. Pidieron entrar al negocio petrolero y les dieron la Compañía Anónima Militar de Industrias Mineras, Petrolíferas y de Gas (Camimpeg). Pidieron cerrar la frontera para controlar todo el negocio ilegal que pasa por los puentes internacionales entre Venezuela y Colombia y también los complacieron.
Los militares venezolanos son los únicos uniformados en el mundo que administran pozos petroleros y el negocio de vender y distribuir productos de la industria minera, petroquímica, petrolera y gasífera. Tienen alcaldías, gobernaciones, ministerios, dinero a manos llenas para que defiendan a capa y espada a la revolución socialista.
Un reportaje publicado en El Nacional, señala que el Ministerio de Defensa ha creado 11 empresas para el desarrollo económico de la Fuerza Armada. “Ocho de ese total las abrieron durante el primer año del anuncio de la Zona Económica Militar: Banco de la Fanb (Banfanb), Empresa Agropecuaria de la Fanb (Agrofanb), Empresa Militar de Transporte (Emiltra), Empresa Sistemas de Comunicaciones de la Fanb (Emcofanb), Televisión Digital de la Fanb (TVFanb), Fondo de Inversión Negro Primero (Fimnp), Constructora de la Fanb (Construfanb) y Agua Mineral Tiuna (empresa mixta dentro del complejo industrial del Fuerte Tiuna)”, dice el diario.
Los militares venezolanos, especialmente los que se encuentran en la cúpula y en el alto mando, se han convertido, hoy más que nunca, en una casta, una pequeña élite, que tieneaumentos de salario frecuentes, acceso a productos y beneficios sociales, créditos, electrodomésticos, vehículos último modelo, alimentación, cajas clap, etc.
Chávez entregó mucho a los militares, sobre todo para que no conspiraran contra él y se produjera un nuevo golpe de estado como el que se dio el 4 de febrero de 1992. Pero Maduro superó a Chávez en cuanto a todo lo que le ha dado a la Fanb. Maduro no solo ha entregado poder económico a los militares. También les ha dado algo que a ellos les gusta mucho: poder político. A comienzos del gobierno de Maduro, los militares llegaron a ocupar 11 de los 32 ministerios.Actualmente tienen 9 de las 33 carteras que hay en la administración central, lo cual representa 26,4% de un gabinete donde los uniformes verde oliva tienen gran relevancia.
Pero a pesar de todo lo que les ha entregado, Maduro todavía desconfía de la Fuerza Armada. El inquilino de Miraflores no se siente seguro. Maduro sabe que no tiene el control absoluto sobre los 165.000 efectivos y 25.000 miembros de la reserva. Ni siquiera controla a la Milicia Nacional Bolivariana, el cuerpo de civiles con entrenamiento militar creado como apoyo a la Fuerza Armada donde supuestamente hay un millón de ciudadanos incorporados, “cada uno con su fusil garantizado”.
Maduro podrá ser bruto, pero no es pendejo. Sabe perfectamente que una cosa es tener el apoyo del alto mando militar, y otra cosa muy distinta es tener el apoyo de toda la Fuerza Armada, integrada por hombres y mujeres de extracción humilde, la mayoría de los cuales también está padeciendo los rigores de la crisis humanitaria que afecta actualmente al país.
Eso es lo que explica la súplica de Maduro el pasado 24 de junio. Maduro ha aumentado en varios miles de millones de dólares la compra de equipos y armas a Rusia. Informes señalan que el gasto militar aumentó en un 46,04 % desde que el ex chofer del Metro de Caracas ocupa el Palacio de Miraflores. Pero nada de eso es suficiente para contener el malestar y el descontento que hay en las Fanb, sobre todo en los cuadros medios y en las tropas.
Maduro puede seguir suplicando, puede seguir rogando, puede seguir llorando, pero eso no impedirá que al final tenga que salir corriendo como lo hicieron otros dictadores que se creían tanto o más poderosos que él. (Gustavo Azócar Alcalá)