Los seres humanos deberíamos aspirar a ser como la luz. Ésta no se proyecta para sí misma, para su solo disfrute, sino para los demás. Ideal es tratar de imitarla. La misteriosa luz simboliza vida, sabiduría y representa la idea del bien y de la esperanza.
Aprender es una necesidad vital. Nuestra vida está acompañada siempre de un inacabable aprendizaje. Tenemos la obligación de enseñar. Indistintamente debemos ser educadores y educandos. Tomemos conciencia, la existencia humana debe ser útil, ha de servirnos para abrir y alumbrar caminos, no para hacer sombras.
Cuando hablamos de luz, no nos referirnos sólo a la irradiada por el Sol, a la que proyecta esa estrella, que generosamente proporciona la energía indispensable para la sobrevivencia de animales y vegetales, que nos permiten subsistir. Misteriosamente estamos dotados de otra muy poderosa luz, la mental. La luz intelectual que rige nuestro desenvolvimiento social y gracias a ella se ha hecho la civilización. La civilización es producto de la cultura, y ésta es exclusiva del hombre. El comportamiento de éste está guiado por la Ética. Esta disciplina se ocupa de los actos que realizan los seres humanos, los cuales suelen ser buenos o malos siempre que, conscientemente, se ejecuten con plena libertad y voluntad propia. El hombre, en razón de su naturaleza, está llamado a realizar sólo actos buenos. Pero, por su condición de imperfecto no está exento de patologías. (Eliseo Suárez Buitrago)/ [email protected]