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Opinión
El reto post-Maduro: ¿Cómo derrotar la corrupción y ganar la confianza? (Continuación)
29 de marzo de 2021
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Alejandro Bautista González *
Continuando con el tema esbozado la pasada semana, referente a “El reto post-Maduro”, se retoma con la reproducción del último párrafo que a tenor dice: “El reto post-Maduro que deberán enfrentar la nueva dirigencia política y la sociedad civil no es ningún caramelo ni golosina para el deleite: si así lo consideran, están completamente equivocados. El país cambió: ya Venezuela no es la misma de antes. Concluido el gobierno del socialismo del siglo XXI, la gobernanza exige cambios y nuevos derroteros para reconstruir un país sumido en la más grande crisis económica, política y social. Es preciso ganar la confianza de un pueblo sufrido y maltrecho, luego de dos décadas perdidas. Es determinante desterrar el flagelo de la corrupción y de tantos vicios y males amparados por el socialismo-comunismo. El próximo gobierno debe estar integrado por mentes sanas, capaces y progresistas, con un verdadero sentido y comprensión de la eticidad de la política, que crean en la grandeza y recuperación de nuestra patria grande: ¡Sí podemos…tenemos capital humano muy valioso!”
Todo parece indicar que estamos viviendo los estertores finales de este régimen, que por 22 años ha frustrado la vida de los venezolanos y su normal desarrollo, acabó con nuestra economía, reprime la disidencia política, sumió al país en la más profunda pobreza, acabó con nuestro signo monetario, el bolívar; expropió bienes y cerró empresas en producción, ignoró el cumplimiento de leyes, vejó a empleados y funcionarios públicos, descuidó la salud pública y arremetió contra la educación; la corrupción administrativa y el peculado, mal que se viene arrastrando desde épocas anteriores, proliferó geométricamente desde el 2000, hasta el actual período, además de otras actividades ilícitas. El control pre y post administrativo, ejercido por la Contraloría, es deficiente: rendija para el delito. Al respecto de la corrupción, sin más ambages debo señalar que es un «valor» intuito persona. El honesto no se hace por ley. La conducta del individuo comienza en el hogar, sigue el ejemplo del aprendizaje que obtiene en sus padres. Lo único que nos puede salvar es que a la Administración Pública ingresen individuos probos y que estén dispuestos a aplicar la ley sin miramiento de ninguna especie ante el más mínimo hecho doloso contra la cosa pública (sobre estos aspectos continuaremos comentando la próxima semana). A todos los pecados señalados se agrega el de ceder nuestra soberanía, cuestión que puede ser considerada más adelante, en entrega especial. Para colmo de males, ha propugnado la emigración de más de 6 millones de venezolanos, que huyeron buscando mejores condiciones y garantías de vida. Y todavía dentro del frenesí político que lo subyuga pretende convertir esta nación prodigiosa en un Estado Comunal. ¿Hay derecho a ello?
A este último respecto, debe entenderse que el Estado Comunal, según José Ignacio Hernández G., director del Centro de Estudios de Derecho Público de la Universidad Monte Ávila, conlleva: 1. Niega la relevancia al sistema representativo, a favor de medios de “participación ciudadana directa”; 2. Desconoce la existencia de representantes electos, con lo cual la separación de poderes pierde relevancia; y 3. La supremacía constitucional y el principio de legalidad se difuminan, ante la preeminencia de la voluntad popular expresada directamente. El Estado Comunal se funda así en un supuesto “Poder Popular”, expresado como la manifestación directa de la participación ciudadana, lo cual es incorrecto porque las comunas fueron rechazadas en el referéndum constitucional de Venezuela, realizado el domingo 2 de diciembre de 2007. De ahí que, ante tales señalamientos, los venezolanos, en más de un 90 %, preferimos el disfrute de las libertades y ventajas plenas de un sistema eminentemente soberano, democrático, electivo, descentralizado, alternativo, pluralista y perfectible. Decididamente, los venezolanos rechazamos el pretendido Estado Comunal y exigimos el cumplimiento de lo dispuesto en el artículo 350 constitucional.
Con la expresión arriba indicada “El país cambió: ya Venezuela no es la misma de antes”. El gobierno no puede pretender imponer dictatorialmente sus caprichos, sin consentir con el soberano pensante; tampoco el pueblo evolucionado se muestra dispuesto a seguir el juego capcioso del usurpador, porque ve en ello la propia soga para su cuello. De vicios y subterfugios está lleno el gobierno y por eso se encuentra en el foso de la impopularidad. La legítima oposición democrática aspira a conquistar el poder político con juego limpio y respeto a nuestra vigente Constitución, así, emplaza a su contrincante oficialista: ¡la lucha está planteada…ahí está el dilema!
La función pública debe estar libre de ataduras políticas para que realmente sirva a los intereses de los ciudadanos y de la sociedad, no de los partidos ni mucho menos de factores foráneos. Pero vale aclarar que una democracia liberal presupone la existencia de una pluralidad de voces críticas que debatan sobre el mejor interés para la ciudadanía. En esta tesitura, los partidos políticos se han convertido en piezas claves para la confrontación electoral. Esta pugna muestra su auge en los medios de comunicación a través de la propaganda. Son los partidos políticos los responsables de incentivar la discusión racional en su modelo de comunicación y, con ello, de motivar en el ciudadano un interés por la participación y legitimación democrática. Este tema se seguirá considerando en la próxima entrega, esté pendiente.
*Doctor en Cooperación Internacional. Integración y Descentralización: Los Desafíos del Desarrollo Internacional
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