Opinión
El teatro de los fantasmas útiles
lunes 20 octubre, 2025
Antonio Sánchez Alarcón
Después de la materia física (M1), que golpea, pesa y resuena, llega una capa del mundo más esquiva: Aquella donde viven las representaciones. No las cosas, sino sus imágenes, sus recuerdos, sus símbolos. A esto se le ha llamado M2.
Y si la materia física es una silla, M2 es la idea de la silla. La imagen que tenemos de ella, aunque no esté presente. O el sueño donde una silla aparece volando. En este nivel no se necesita que el objeto exista realmente: Basta con que lo pensemos, lo recordemos o lo imaginemos.
M2 es el reino de la mente, sí, pero no solo de lo mental individual. También de lo mental compartido. Cuando alguien menciona la palabra “libertad”, lo que aparece en su cabeza —y en la del que escucha— no es un objeto que pueda tocarse, sino una idea que ha sido transmitida, discutida, deificada, combatida. En este plano se cruzan el lenguaje, los mitos, los relatos históricos, las creencias religiosas, las ideologías políticas.
Aquí los cuerpos ya no mandan solos.
Una bandera, por ejemplo, no es solo tela (M1): Es, sobre todo, un símbolo (M2). El trozo de tela puede arder en segundos, pero la idea de la nación puede sobrevivir siglos. O viceversa. Porque M2 es un terreno ambiguo: Todo lo que en él habita necesita cuerpos para manifestarse, pero no se reduce a ellos.
Un poema no se agota en la tinta ni en el papel. Vive también en quien lo recita, en quien lo recuerda, en quien lo malinterpreta.
Este nivel, decían algunos filósofos materialistas, es peligroso si se toma por sí solo. Porque puede hacernos creer que basta con pensar una cosa para que sea real. Que basta con tener fe, buena voluntad o imaginación. Como si bastara cerrar los ojos para que el mundo obedezca.
En M2 nacen también las ilusiones colectivas, que a veces mueven montañas y otras veces estrellan civilizaciones enteras contra el muro de los hechos.
Una guerra no empieza con un disparo, sino con una consigna.
Una dictadura no se sostiene solo por armas, sino por discursos.
Una persona no ama a otra por su piel, sino por lo que cree que esa piel significa.
Pero cuidado: No todo en M2 es mentira o engaño. Este plano permite la memoria, el arte, la ciencia, la cultura. Sin él, estaríamos atrapados en el presente, como los animales que no recuerdan ni planean.
Gracias a M2 inventamos calendarios, leyes, escuelas. Es el nivel donde ocurre la vida interior y la construcción del sentido.
Lo que somos, no cabe en un análisis de sangre.
Sin embargo, cuando M2 se desconecta de M1, nos perdemos en fantasías peligrosas: Gobiernos que viven de eslóganes, religiones sin compasión, patrias convertidas en caricaturas. El pensamiento se vuelve propaganda. La historia, un cuento conveniente.
Y allí, justo allí, es cuando hay que recordar que lo que no se sostiene en la realidad termina cayendo, aunque haya sido hermoso en la imaginación.