En el artículo titulado “Marionetas virtuales” se explora el alcance de las redes informáticas en los procesos políticos y electorales. Las grandes trasnacionales de la información pueden manipular datos y crear tendencias ficticias a través de la pantalla digital. Los expertos en materia publicitaria también pueden diseñar patrones propagandísticos para la acción proselitista, de acuerdo con los grupos de interés, las categorías de usuarios, o según los gustos individuales de los internautas. Algo de eso hubo en la campaña presidencial de Estados Unidos, con lo cual se logró el acceso de Trump al poder, mediante el triunfo en lugares estratégicos. Maniobras similares pueden acontecer en otras latitudes o aquí en Venezuela. En el fondo no hay nada ilícito en el uso de las redes sociales para multiplicar el mensaje y las ofertas electorales de los candidatos. Tal vez se presenten faltas a la ética cuando las propuestas no se ajustan a la realidad. Pero la raíz del problema radica en la escasez de criterio de quienes reciben la información. Las marionetas virtuales responden a ciegas a las manipulaciones informáticas.
Vale plantearse algunas interrogantes: ¿Cuál es la capacidad de decisión del ciudadano que pierde la voluntad frente a las publicaciones engañosas? ¿Cuál es el nivel de formación de los usuarios? ¿A qué estrato pertenecen los usuarios más frecuentes en las redes? ¿Significa que ni los iletrados ni los ilustrados tienen criterio para identificar y filtrar informaciones falsas? ¿Carecen de profundidad ideológica los simpatizantes de cualquier opción electoral, si en la práctica quedan a la deriva informativa, según lo que aparece en la pantalla del ordenador? ¿Significa igualmente que los sistemas educativos no han sido capaces de forjar el espíritu de libertad entre la gente, para que puedan decidir con claridad en los asuntos cruciales de la nación? ¿Será por eso que ahora prolifera la cultura de retuitear, compartir o replicar sin examen cuanta publicación aparezca en el proceso de navegación por la red? ¿La viralización del fanatismo político en la red responde a esa falta de conexión entre las barreras morales y el sentido común? ¿O más bien es una forma solapada de hacerse eco y multiplicar contenidos agresivos y violentos?
No preocupa tanto que los analistas políticos interpreten el target electoral a través de las redes sociales. Similar papel cumplen las encuestas, como instrumentos de medición de tendencias. Tampoco representa peligro el diseño de publicidades por parte de los expertos según la calidad del auditorio. La misma función cumple la propaganda a través de los medios audiovisuales de carácter tradicional. La tarea consiste en lograr la mayor cantidad de respaldos. La creación de noticias falsas tiene la misma inmoralidad ética en las redes o en los medios de comunicación clásicos. Por otro lado, llama la atención las consideraciones implícitas sobre la masa como ente amorfo, inconsciente o manipulable dentro de la big data. Se deja entrever que los electores en bloque no tienen capacidad de decisión y son presa fácil de la manipulación mediática o cibernética. El voto es un instrumento de conciencia política. Se supone que el ciudadano consume y procesa la información antes de tomar decisiones electorales. Las marionetas virtuales serían las entidades de carácter voluble y manipulable desde las redes.
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José de la Cruz García Mora