Opinión
Fingir mejoría: Cómo el populismo mata la transformación real
sábado 6 diciembre, 2025
Carlos Casanova Leal
La esperanza auténtica brota de la situación de desespero en la que se encuentra el ciudadano, viviendo en condiciones peores a las que está sometido, luego de haber vivido en condiciones de abundancia.
Se despierta la esperanza precisamente en escenarios de colapso económico y de crisis en todos los órdenes. El ciudadano y la sociedad en su conjunto aspiran mejores tiempos, y esto contrasta con el optimismo complaciente, que es aquel que a pesar del desastre cree que vive en un mundo mejor, ya en él no hay espacio para lo trascendente, para lo nuevo, para lo mejor.
La esperanza es el motor colectivo que aspira la transformación y no un deseo personal de estar mejor; por ello no existe esperanza negativa, su esencia es superar el pesimismo de vivir en el desastre y trabaja en favor de lograrlo; de hecho, si vives mejor, la expectativa de esperanza desaparece en razón de que tienes satisfacción material y espiritual.
Los países más felices del mundo en 2025 según el informe mundial de felicidad de la ONU, son en su orden: Finlandia, Dinamarca, Islandia, Suecia, Países Bajos, Costa Rica, Noruega, Israel, Luxemburgo. Las sociedades de estos países se consideran exitosas por los altos índices de desarrollo humano, estabilidad institucional, bienestar material y espiritual, cohesión social, trabajo, sin corrupción, con calidad institucional.
Estos datos deben hacernos reflexionar sobre el discurso político que en Venezuela se exhibe. Fíjese que el debate en estos países no es el antimperialismo o imperialismo; estamos perdiendo tiempo con ideologías fosilizadas donde vivir mejor parece inalcanzable, convirtiéndose en la chispa de la esperanza por vivir en un mundo mejor mas allá de satisfacciones personales de un grupito.
Vivir en un mundo mejor surge del mundo peor, por ello la esperanza en Venezuela es auténtica, aspiración de todos, lograrlo pasa por trascender para ser una sociedad exitosa por lo que sus ciudadanos lo son, no se trata de fingir mejorías sino de lograrlas.
¿Lograremos vivir mejor con los bonos, con la retórica antimperialista, con hiperinflación, alta corrupción, con la institucionalidad perdida, con crisis de representación, entre otras? No, creo que no, lo que ofrecen es vivir en la crisis, pero no salir de ella.
Importante una reflexión sobre los indicadores de la esperanza ciudadana en las democracias modernas, ya que estas se fundan en su capacidad de generar confianza en un futuro positivo; para que esto sea así, es necesario que exista confianza en las instituciones, parlamentos, partidos políticos, representación efectiva, participación sin manipulación; preferencia por la democracia que por los autoritarismos; se funda igualmente en derechos de expresión, asociación, movilidad, libertades civiles, la supremacía de la ley, libertad, propiedad y prosperidad. ¿Cómo evalúa usted estos indicadores que le menciono en Venezuela?
En Hispanoamérica la transparencia institucional ha impulsado la esperanza ciudadana, medida por mayor confianza en las democracias. Un caso que sobresale es Perú, ya que sus leyes anticorrupción recientes, la prohibición de candidaturas de corruptos y la transparencia en el financiamiento partidista elevaron la esperanza en sus ciudadanos.
En estos tiempos es indispensable combinar el acceso a la información pública para un control ciudadano efectivo, rendición de cuentas y con ello la confianza como garantía del propio ejercicio de gobierno.
Frente a los que fingen mejoría, esperanza de una Venezuela mejor para todos; estamos en el mes de renacimiento en cada uno de nosotros.
Dios Bendice a los venezolanos.
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