Tal vez muchos se adelantarán al resultado del episodio que voy a “desplumar”. Y no es el “desplume” de la gallina de Stalin. Para nada. Ya estamos acostumbrados a las vicisitudes. A la vorágine de la vida que nos lleva a no sabemos dónde. Abróchense el cinturón pues. Me la encontré en una farmacia. En San Cristóbal, Táchira. De unos 50 años. En mi opinión, joven aún. Su apariencia desdibuja un interés colectivo. Todos los que hacíamos la formación en la cola para cancelar con la tarjeta de débito, la miraban de reojo. La cola no avanzaba. La gente inquieta. Desesperada. “El sistema está lento”. Dijo el farmaceuta. La señora de los 50, se “destapó”. Se salió de la cola y fue donde el joven farmacéutico para reclamarle la tardanza. Esto se oyó en el recinto de la farmacia: “Pero nosotros no somos culpables de que el sistema esté lento”. “El problema es la computadora que ustedes tienen”. “¿Por qué no compran una nueva?”. “Tanta plata que ganan con el contrabando de medicinas y no tienen un buen sistema de computación”. Allí comenzó lo que todos nos imaginamos que iba a ocurrir. Un individuo de ojos hundidos espetó: “Señora, ellos no son culpables de que el sistema esté lento. En el país nada sirve por culpa del Gobierno…”. La respuesta que recibió de la señora de los 50 no puedo colocarla en estas líneas. Le dijo hasta del mal que se iba a morir. Y el de ojos hundidos le respondió batiendo las manos: “Señora, vaya a bañarse… no sea grosera…” Mis neuronas comenzaron a revolotear como buscando auxilio. Me replegué hacia un costado de la cola. Que por cierto estaba conformada por 8 personas que queríamos salir de aquel enjambre contradictorio. Solo atiné a decir para mis adentros: qué borlas, gracias a la “revolución” comunista. Ya he presenciado discusiones muy acaloradas.
Observé con detalle el evento. “Por favor, les agradezco que bajen el tono” Se oyó decir al encargado de la farmacia. En efecto, hubo un tanto de sosiego. Sin embargo, el resto de las personas solo murmuraban sobre la situación del país: “En Venezuela ya se han perdido los valores…” Afirmó un señor entrado en años. Y remató con esta dolorosa expresión: “Dios quiera que no terminemos matándonos unos a otros…”. Se acabaron los comentarios al escuchar una voz alegre que dijo “Bravo, tuve suerte. Gracias, chao…”. Era una joven que había pasado su tarjeta por el punto de venta. La mirada de la señora de los 50 penetraba los ojos hundidos del hombre, que disimulaba ignorarla. Recordé a Don Quijote: “Deja que los perros ladren, Sancho amigo. Significa que estamos avanzando”.
La crisis hace que la gente despierte de la torpeza económico-social que nos tragamos a diario. Esa situación de conflicto que padecemos todos los días en las calles de Venezuela, permite avizorar la gran catástrofe que se avecina si el mismísimo pueblo no interviene, de manera constitucional, ante la arremetida del actual régimen. Que entiendan que “estamos avanzando”. Ya desde hace algunos años venimos soportando estoicamente el añadido de políticas incoherentes que hacen al ciudadano un ser mucho más dependiente, holgazán, miserable pues. Duele decirlo. Pero es público y notorio ver a ciudadanos venezolanos que, como animales, hurgan en la basura. Y esto es mucho más doloroso que ocultar la verdad. Ahora mismo, vemos y escuchamos el mensaje que dispara Maduro en sus intervenciones para captar votos y seguir en Miraflores: “ Estoy pensando en darle un premio al pueblo de Venezuela que salga a votar ese día, con el Carnet de la Patria…” Es pertinente recordar lo sucedido con el billete de 100 bolívares (aún vigente). ¿Qué pudiera suceder entonces con la eliminación del reciente cono monetario? ¿Un conflicto anunciado? Se abre el debate pues.
(Alfredo Monsalve López) /
@monsalvel