Opinión
Hora de Reflexión / El ataúd de cristal y la educación venezolana
8 de marzo de 2018
Este artículo aún guarda mayor vigencia desde aquel 12 de junio de 2012, cuando fue publicado por primera vez. A ver. Hagamos una rápida travesía por los asuntos ocultos en el más allá. Imaginemos un ataúd diseñado en cristal. Supongamos además que dicho ataúd contiene una especie de mortaja con los restos de algo extraño. Es decir, pensemos en un cuerpo inerte. Supongamos que el bendito ataúd está expuesto a todo aquel que quiera verlo para salir de dudas. Entonces veríamos, sin estupor, un fardo atado, inactivo, de incógnito y trasgresor de la paz ciudadana. “¡Un ataúd de cristal!”. Clamaría la gente perturbada. No es común ver un sarcófago de cristal y, además, con un cuerpo mostrado al colectivo. Es absurdo. Aunque hay regímenes que no muestran pudor ni respeto cuando se dirigen al ciudadano. Muestran lo indebido. Engañan a mansalva. Lanzan sus anzuelos para captar adeptos.
A ver. Observamos el fenómeno con detenimiento, mientras la vida sigue su curso. Nos importa un comino el ataúd de cristal. Es nuestra cultura: alarmarnos, reclamar y seguimos como si nada. Que otro prosiga con el peso a cuestas. Nos preguntamos inquietos, ¿qué carajo tiene que ver un ataúd elaborado en vidrio transparente y el proceso educativo venezolano? Pues presento un símil con el cual quiero dejar algunas interrogantes de lo que sucede en nuestros centros dedicados a la formación de niños, niñas y adolescentes. Pretendo compartir inquietudes de lo que sospechamos está ocurriendo dentro de ese “monstruo” llamado sistema educacional. Analogía por demás pertinente e interesante. No es fácil. Es sumamente complejo definir de un porrazo los acontecimientos que se hilvanan dentro del sistema. Hay que vivirlo pues.
Mire usted. Textos a granel se han escrito. Y seguimos con la curiosidad -al igual que con el ataúd de cristal-, por saber qué hay dentro de la mortaja. Nos detenemos a mirar, observamos intrigados, algunas veces con aflicción, pero seguimos de largo pensando que algún día tendremos las respuestas. Craso error estimado amigo(a). Por ello la analogía con el ataúd de cristal. Él está allí, a la vista de todos, como las mismísimas instituciones, como el proceso en sí mismo. Porque este, como sistema, el producto final no lo vemos con satisfacción. No señor. Son muchísimos los cuestionamientos que se han hecho a lo largo de las últimas tres décadas. Hoy, con mayor profundidad, la deficiencia se manosea como al ataúd de cristal. Nos quedamos sin hacer nada. El “monstruo” nos zarandea sin que hagamos mayor cosa. Seguimos de largo. Lo dejamos que “muera”, esperando que algún día resurja.
Sin embargo, nos preguntamos: ¿es transparente como el ataúd de cristal? ¿Sabemos realmente cuáles y cómo son las acciones que desarrollan sus miembros? ¿El docente está preparado para afrontar la dinámica social que hoy se cuela en su ámbito de trabajo? Es decir, ¿está incentivado a continuar desarrollando su área de conocimiento a sus estudiantes? ¿O por el contrario, metemos la cabeza dentro de un hueco como el avestruz para no ver lo que ocurre con el proceso, que se supone formador de un ser apto, capaz y creativo? El ataúd de cristal está allí, a la vista de todos. ¿El proceso educativo está allí, transparente, a la vista de todos? ¿Hoy, con la inmensa crisis de valores, sabemos cuáles son los insumos del proceso? ¿Hoy, con la fuga de docentes y alumnos podemos tener un sistema educativo adecuado? ¿El producto es de excelencia? O como en el ataúd de cristal, ¿debemos detenernos, ver el fardo, seguir y la vida que siga su curso? ¿Quién le pone el cascabel al gato? ¿Usted qué opina? Se abre el debate pues.
(Alfredo Monsalve López) /
@monsalvel