La agonía es el estado que precede a la muerte. Y Venezuela, sin duda, es un país en situación de agonía. Los países no necesariamente mueren en el sentido de la extinción histórica, pero sí pueden morir como naciones independientes y viables, es decir capaces de ofrecer una vida digna y humana a su población. Tal cual lo que ya ocurre en nuestra patria, pero además lo que podría convertirse en una realidad definitiva o irreversible. Pero si es cierto que la agonía suele concluir con la muerte, también lo es que se puede salir de la agonía, recuperando la salud. Traducido esto al caso venezolano, sólo superando la hegemonía roja que aún impera, es que la agonía puede dejarse atrás, y el conjunto del país enrumbarse hacia su reconstrucción integral.
La agonía es tan notoria que describirla es casi perder el tiempo. Venezuela es un país despotizado, depredado, empobrecido al extremo, sumido en una crisis humanitaria que empeora cada día, y todo ello en medio de una bonanza petrolera internacional. Y es que parte de la agonía es el colapso del sector petrolero nacional, acaso uno de los más importantes del orbe a finales del siglo anterior. Es probable que lo acontecido en Venezuela a lo largo del siglo XXI y especialmente en los últimos años, no tenga referentes en el mundo contemporáneo, salvo aquellos países devastados por catástrofes naturales, o guerras interminables que se agudizan de manera periódica. Lo que sí es cierto es que otro componente de nuestra agonía es la transmutación de la sociedad en una de las más violentas del planeta. Hecho trágico que tiene como causante principal a la referida hegemonía envilecida y corrupta que ha venido destruyendo a Venezuela hasta sus propios cimientos.
No se va a aliviar la agonía y mucho menos detener, con las trampajaulas “electorales” que los patronos castristas han inventado. Aquellos factores políticos que se autoidentifican de oposición que se presten a la convalidación de esas artimañas, lo único que conseguirán es prolongar la agonía venezolana, porque le habrán dado a Maduro y los suyos otro pretexto para tratar de presentarse con una careta seudodemocrática. Y claro que mientras se prolongue la agonía del conjunto, también se profundiza y extiende el padecimiento personal y familiar de la abrumadora mayoría de los venezolanos. ¿Es que acaso esta no es una razón de suficiente peso como para no seguir manipulando la buena fe de la gente con el cuento de la “salida electoral”? Y al respecto reitero que sería, desde luego, una salida deseable, pero que es, lamentablemente, una salida imposible dentro del encuadramiento hegemónico del poder establecido.
Debe también reiterarse que la Constitución formalmente vigente consagra un amplio repertorio de mecanismos que conllevarían a una salida política, plenamente constitucional. Desde las grandes expectativas creadas por los resultados de los comicios legislativos de diciembre de 2015, esos mecanismos han sido, directa o indirectamente, soslayados. De esas grandes expectativas no queda mucho, si es que algo queda. Pero la agonía nacional es tan ominosa y tan acelerada, que ante un colapso generalizado de la vida venezolana, hay que promover las respuestas de movilización social y participación nacional, que tantos esperan dentro de Venezuela, y tantos apoyarían en importantes ámbitos democráticos de la comunidad internacional.
Sí. Venezuela está en situación de agonía. Hay que luchar con todo lo que la Constitución permite para que no se muera como nación.
(Fernando Egaña)/[email protected]