Humberto González Briceño
El gobierno de Nicolás Maduro está arrinconado, pero no por su falsa y complaciente oposición. Es el colapso económico, que ya no es posible ocultar, lo que efectivamente ha puesto al Gobierno contra la pared, motivando incluso a los chavistas más militantes a protestar contra su presidente obrero.
Y es que los límites de la lealtad a una falsa promesa revolucionaria no podrían ser otros que la realidad misma de tener que sobrevivir con menos de 5 dólares al mes. Algunos operadores chavistas han apelado a la débil sofística de equiparar ese reclamo salarial a una conducta mercenaria impropia de revolucionarios.
Pero el chantaje moral no ha funcionado y los chavistas salen a marchar contra su propio gobierno. Esto ha llevado a que en algunos estados desde las jerarquías oficiales elaboren listas de supuestos traidores, pero tampoco está funcionando, quizás por la gran cantidad involucrada.
El gobierno de Maduro ciertamente enfrenta una crisis económica que podría desembocar en crisis política con dramáticas e impredecibles consecuencias. Pero a su vez es un momento de buenas relaciones con Washington y el peor de la falsa oposición sin rumbo y desacreditada. Con unas fuerzas militares que le siguen apoyando el gobierno en teoría no tendría nada que temer.
Sin embargo, a lo que el gobierno de Maduro debe tenerle pavor es a sus propias bases, sobre todo si esas clientelas están molestas y fuera de control.
La presencia activa de chavistas en las protestas por demandas salariales es el mejor indicio de la desmoralización de un sector que se siente burlado y, aunque parezca una contradicción, considera que es legítimo protestar contra su gobierno en nombre de la misma revolución. @humbertotweets