Opinión

Los corazones y la música nacional

23 de febrero de 2020

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Gustavo Villamizar Durán

El gobierno bolivariano, en diversas ocasiones, nos ha deparado alegrías en torno a la defensa de la cultura nacional, pero igualmente, nos sorprende con decisiones o proyectos que definitivamente resultan nada loables en lo concerniente a nuestro acervo. Ha sido extraordinaria la gesta llevada a cabo por Benito Irady, director de la Casa de la Diversidad, al lograr las declaratorias de 7 tradiciones venezolanas como patrimonio inmaterial de la humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura  -UNESCO- y hay dos más en espera de decisión. Igualmente, resulta plausible el decreto presidencial N° 4.072 del 13 de diciembre de 2019, ordenando la adecuación de la norma que regula la difusión de obras musicales venezolanas por parte de los prestadores de servicios de radio, televisión y medios electrónicos, aun en espera de más de dos meses para su entrada en vigencia.

Pero, igualmente, en no pocas veces la revolución bolivariana se ha mostrado carente de una política clara en materia cultural, o denota cierto temor a poner las cosas en su sitio en tan relevante área de la vida nacional. No ha sido una sola ocasión en la que  las leyes o disposiciones parecen ocuparse parcialmente del asunto,  sin visualizar la circunstancia en su amplitud, o  se han quedado en el papel sin ejecución ninguna.

El caso que hoy preocupa es el relativo a los intentos de divulgar y destacar géneros musicales de distinto origen, mediante la puesta en marcha de proyectos denominados Corazón, de los cuales hemos visto el llanero, el rockero, el salsero y últimamente, el merenguero.  En un país que puede ufanarse de la existencia de un maravilloso abanico casi inmensurable de géneros musicales, la idea de crear proyectos particulares de difusión resulta, además de complicada, nada más y nada menos que  una injusta exclusión o discriminación hacia los demás géneros y sus cultores. De no ser así, deberíamos pensar que se tiene preparado el lanzamiento de tantos corazones como aires musicales  existan, aun cuando no se trate solamente de autóctonos o tradicionales. De manera que cada género musical tenga su corazón y se le dote a cada uno, para no discriminar, de edificaciones, canales de televisión, radioemisoras, auditorios, estudios de grabación y producción de discos, además de recursos suficientes para adelantar la tarea. Así, valga la disculpa,  no creo  por ningún lado que sea esa la mejor opción para cultivar nuestro acervo cultural. Hay proyectos que más parecen ocurrencias, las cuales terminan siendo costosísimas y sobre todo, inútiles.

Nuestro país, como todo el continente, reclama con urgencia la entrada en un serio proceso de descolonización del pensamiento, de los elementos que marcan su día a día, sus valores, su razón de ser y existir, mucho más allá de la frivolidad y el eterno presente. No es poca cosa, ciertamente. Por eso mismo debe ser un asunto bien concebido y cimentado, que toque el sentir de país, a través de la transformación de la educación y la comunicación, grandes generadores de ideología, como elementos fundamentales en este propósito.

Por ahora, como vía de enmendar los desatinos, propongo que se junten todos esos corazones que andan sueltos, en uno solo: Corazón Venezolano. Un   gran proyecto de rescate, acopio y difusión de lo nacional, de la rica y diversa cultura patria, su inmenso acervo musical, las artes, poesía, literatura,  tradiciones y costumbres, leyendas, mitos, el conocimiento de su geografía, sus maravillas naturales, bellezas y riquezas, sus amplias potencialidades, su historia, su exquisita y variada gastronomía, su singular manera de ser y sentir, el humor venezolano, el cine nacional, la investigación científica,  los saberes, la creatividad e inventiva venezolana, creencias y religiosidades, las grandes obras y proyectos de infraestructura y en general, todo lo que concierne al ser nacional. Para empezar, debería destinarse a tal proyecto uno de los canales de televisión de escasa presencia que ha creado el estado y convertirlo en un gran canal con cobertura nacional, dotado con tecnología actual, con una programación de buen contenido, atractiva,  entretenida, alternativa, sin los afanes y prejuicios de la comunicación dominante. En la misma línea  debe plantearse  un circuito radial de presencia nacional de las mismas condiciones técnicas y programáticas, con buena producción, relevante, entretenida, igualmente, al margen de los cánones impuestos por los poderosos conglomerados de la comunicación. Medios que sean a un tiempo la expresión de lo venezolano y generadores de novedosas propuestas comunicacionales democráticas y liberadoras.

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