Porfirio Parada
Uno de los nombres y hombres que más he escuchado, y que han hablado en mi vida sobre él, tiene mi mismo nombre. La historia del mundo, o de un pueblo, cualquiera de Latinoamérica, esa tradición de colocar el mismo nombre de un antepasado a los nuevos integrantes que vienen a la familia para extender, resaltar, homenajear, fortalecer el árbol genealógico familiar. Desde niño me han contado la historia de mi familia desde diferentes maneras, perspectivas y circunstancias. Mi vida ha estado marcada por tener como nombre “Porfirio”, nombre que cuando era niño me parecía un nombre de un hombre viejo. Me llamo Porfirio como mi abuelo, Porfirio como mi tío, Porfirio como algunos de mis primos. Porfirio Parada, como se escuchó por muchos años en las diferentes emisoras de la radio tachirense.
Y tener un nombre y apellido que se volvió popular en una región con el pasar del tiempo, es algo que más que explicar, lo he vivido de una forma muy especial y con diversos matices. Lo que sé de mi abuelo aparte de lo que me han dicho mis padres y tíos, lo sé por la gran cantidad de personas que han hablado conmigo sobre su vida, de cómo era, su forma de ser, y lo influyente que fue en el estado Táchira como comerciante y persona de bien. También he tratado descifrar su vida desde los recuerdos de mi infancia, la casa donde viví mi niñez en Barrio Obrero, estando en los depósitos de artefactos, de colchones y de cosas viejas, la Comercial Porfirio Parada, ubicada por la iglesia San José, donde de niño iba a jugar con las cajas de las neveras mientras papá trabajaba y luego ya más grande tuve la oportunidad de laborar allí por varios años, siendo parte de esa tradición de atender y ofrecer a la gente productos de necesidad para sus hogares.
No llegué a conocerlo. Tres años antes de mi nacimiento, mi abuelo Porfirio Parada muere luego de estar enfermo reiterativamente. Fue un hombre cardiópata, hipertenso, sufrió un ACV. Él era de Capacho, fue militar. Hizo cursos para capacitarse de radiotécnico por correspondencia cuando ya vivía en San Cristóbal. Fue emprendedor e inconforme, fue un hombre disciplinado y estricto, tenía carácter y su voz se hacía sentir donde estaba. Cuando se molestaba, usaba la palabra “pendejo” para la persona que pensaba pasarse de lista ante sus ojos. Cuando empezó a ser conocido trabajaba con más humildad y entereza, a raíz de su trabajo viajó por varios países del mundo. Iba a las corridas de toros, le gustaba la fotografía. Aunque no fue político en tiempo completo, en su época fue influyente en la política en el Táchira. Tuvo un gato que lo llamó Phillips, como la marca de televisores.
Hace años atrás cuando recién me graduaba de periodista, la gente de Tochadas.ve quienes publican por redes sociales información, tradiciones, historia y noticias sobre el Táchira, me dijeron que escribiera sobre mi abuelo. Yo sin saber qué escribir, consulté y entrevisté a mi padre, y él me contaba como lo hacía cuando éramos niños junto a mis hermanas, que mi abuelo fue de los primeros grandes comerciantes del Táchira, quien hizo créditos muy flexibles a sus nuevos clientes como forma de pago. Él iba manejando con su camioneta y un megáfono, ofreciendo y descargando neveras en los pueblos y municipios, a los campesinos, y también haciendo el recorrido por las calles de San Cristóbal. Hubo un momento en la historia local donde mi abuelo con su negocio fue líder en ventas, en clientela, en el comercio, en el progreso de esta zona andina de Venezuela.
Se ganó el respeto de los habitantes de la región, por su constancia, por su personalidad y postura firme, por su caminar, por saber entrar a los hogares de muchas familias tachirenses con sus productos, y con su manera de ser. En la calle y personas cercanas lo empezaron a nombrar como Don Porfirio, y así lo llamaron hasta los últimos días de su vida. Fue un enamorado del Táchira, le encantaban sus montañas, le gustaba pasear y conocer con su familia los rincones de esta tierra bendita. Papá también me dijo que mi abuelo un buen día los llevó a ver la televisión por primera vez, de hecho mi papá y mis tíos, en compañía de mi abuela, fueron una de las primeras familias de aquí en poder verla. En blanco y negro. Por las antenas que daban señal en las montañas del Páramo El Zumbador.
Luego de la muerte de mi abuelo, la Comercial Porfirio Parada siguió trabajando por varios años más, ahora con la participación directa del trabajo y responsabilidad por parte de sus hijos, siendo mi tío Porfirio, el mayor de ellos, el que estuvo en frente por varios y en los últimos años. En esos años papá, que también cumplió su función como gerente, me dijo sobre el famoso jingle publicitario: “Porfirio Parada su comercial” visitando emisoras y conociendo estudios de grabación con modernos equipos técnicos para la época. El jingle fue un rotundo éxito, se escuchó en todas partes, en los páramos y en los barrios, a todas horas, en las mejores estaciones y programas de radio, en frecuencia AM y FM. Fue un sello familiar pero también pertenece a la memoria, historia y cultura tachirense. La gente, en este presente, cuando saben de mi nombre, algunos cantan el jingle, entre risas, recuerdos y anécdotas.
Seguir escribiendo sobre mi abuelo es seguir descubriendo parte de mi vida, lo que ha sido, lo que es y lo que será. Seguiré descifrando mi pasado desde la mirada de otros, desde los recuerdos personales, desde el recuerdo de Yolanda, la única encargada de la Comercial Porfirio Parada por todos los años y que actualmente sigue trabajando en la carrera 9, desde la presencia y personalidad de mi tío Porfirio cuando lo veo, desde el encuentro con algunos familiares, desde la apreciación y expresiones de cariño de la gente de aquí, que me seguirán contando cuentos y recuerdos sobre su figura.
Desde el rostro de mi señora madre, que cuando me habla de él todavía lo menciona con un tono de respeto, diciéndole Don Porfirio. Desde el recuerdo de mi Nona Emelina, que tanto me consintió y me mostró amor, su nobleza y su belleza natural que pude conocer en mi niñez en Barrio Obrero o cuando hacía sancochos en la casa de Loma de Pio. Desde una foto que está en uno de los cuartos de la casa de la loma, donde salimos muchos de mis primos, mis hermanas, mi madrina y yo. Y por supuesto desde la compañía de mi padre, Jesús María, que ha tratado de transmitir todos los valores de mi abuelo, siendo parte de su reflejo como hombre trabajador, amoroso con su familia y con su tierra.
*Lic. Comunicación Social
*Presidente de la Fundación Museo de Artes Visuales y del Espacio
*Locutor de La Nación Radio