Opinión
Mi testimonio en la postración: Un encuentro transformador en Cristo Rey de Las Lomas
1 de junio de 2025
Pedro Morales
Prólogo por el Dr. Roger Parra: una invitación a postrarse ante el Santísimo Sacramento
Postrarse a los pies del Sagrario visible en cada iglesia de la tierra, en cada capilla de adoración eucarística, es desnudar el alma ante el Dios invisible que se encuentra realmente presente en el Santísimo Sacramento. Cuando el alma se desnuda ante el único Dios verdadero que nos espera en cada Sagrario, todo el ser humano se estremece. Se estremece desde sus cimientos más sencillos hasta sus cimientos más profundos, encontrándose con la esencia misma de la humanidad: la intimidad con aquel que lo ha creado y le ha dado todo.
Este estremecimiento es el que sintió el profesor Pedro Morales, a quien Dios le hizo un regalo inmenso al manifestarle, de manera corporal, espiritual e intelectual, que Él está realmente presente, vivo, palpitante en la hostia consagrada, en la Santa Eucaristía, en el Santísimo Sacramento del Altar.
Invito a los amables lectores, y también a quienes escuchen este testimonio, a que, al igual que Pedro, desnuden su alma ante el Santísimo Sacramento. Postrarse ante el único Dios verdadero es rendirse a los pies de su divinidad esencial, de su poder absoluto, de su amor infinito por cada uno de nosotros.
Póstrate, hermano, póstrate a los pies de la Santa Eucaristía, y descubrirás, por gracia de Dios, su presencia maravillosa, misteriosa, poderosa, amorosa y real. Ríndete a los pies de tu Creador. Ríndete a los pies de la persona que más te ama en la tierra, en los cielos y en el universo infinito. Conoce el amor de Dios. Reconócelo presente en la Eucaristía. Ámalo como Él te ama, y todo tu ser se estremecerá, al igual que ocurrió en la persona del profesor Pedro Morales.
Bendito, amado, alabado por todos los pueblos de la tierra, a sus pies postrados, sea adorado mi Jesús Sacramentado.
El inicio de mi experiencia en la postración
El jueves 24 de abril de 2025, por primera vez en mi vida, decidí participar en una postración. Había oído hablar de este acto, pero hasta ese día nunca lo había experimentado. Llegué a la parroquia, con el corazón inquieto, cargado de emociones que no lograba ordenar. Como cada jueves, el Santísimo Sacramento estaba expuesto en el altar, irradiando una luz que parecía atravesar las paredes y tocar el alma de quienes nos reuníamos allí. Al entrar, las rodillas se me doblaron casi automáticamente, como si todo mi ser reconociera que estaba en la presencia de algo infinitamente más grande que yo. Me dirigí al lugar habitual, en los bancos más cercanos al altar, y me arrodillé en silencio.
Durante un rato, permanecí en oración, observando cómo los demás, en una mezcla de solemnidad y devoción, comenzaban a postrarse. Algo dentro de mí me llamó a hacerlo también. Era como si una voz interior, suave pero insistente, me dijera: «Ve más allá. Entrégate por completo.» Me sentí nervioso al principio, porque nunca había hecho algo así. Pero al mismo tiempo, sentía una necesidad profunda de responder a ese llamado. Finalmente, con un movimiento lento y deliberado, me deslicé al suelo, dejando que mi frente tocara las baldosas del templo.
El momento de la postración
Estando allí, completamente postrado, el tiempo pareció detenerse. En ese gesto sencillo, pero profundo, sentí que mi cuerpo hablaba un lenguaje que las palabras no podían expresar. Era un lenguaje de humildad, de reconocimiento de mi fragilidad y de entrega absoluta. Cada respiración parecía sincronizarse con algo mucho más grande que yo, como si en ese pequeño gesto estuviera en sintonía con el latido del universo, con el corazón mismo de Dios.
Comencé a llorar. No eran lágrimas de tristeza, sino de un arrepentimiento profundo, combinado con una sensación de alivio indescriptible. Sentía que todo lo que había guardado dentro de mí —culpas, miedos, heridas— se derramaba como un río, y en su lugar comenzaba a fluir una paz que no era de este mundo. Mi mente, que tantas veces está en diversos pensamientos, se quedó en completo silencio. Solo había una frase que resonaba en mi interior: «Aquí estoy, Señor. Todo lo que soy, todo lo que tengo, es tuyo.»
El impacto físico y espiritual
Después de un tiempo en esa posición —no sé cuánto, porque allí el tiempo parecía irrelevante— decidí levantarme. Fue entonces cuando ocurrió algo inesperado: mi cuerpo no reaccionó como esperaba. Al intentar incorporarme, sentí que mis piernas estaban débiles, como si no pudieran sostenerme. Perdí la coordinación y estuve a punto de caer. Durante unos largos segundos, permanecí allí, tambaleándome, tratando de recuperar el equilibrio.
En ese instante, me sentí completamente vulnerable, como si mi cuerpo estuviera reflejando lo que mi alma había experimentado: una rendición total, una fragilidad humana que solo podía sostenerse en Dios. Fue un momento extraño, pero profundamente significativo. Sentí que mi cuerpo, mi mente y mi espíritu estaban alineados en una misma verdad: «Sin Ti, Señor, no soy nada. Contigo, lo soy todo.»
El encuentro con una señora mayor y su mensaje
Mientras trataba de recuperar la estabilidad, una señora mayor, se me acercó con una dulzura que me conmovió profundamente. Tenía un rostro lleno de paz, con esas arrugas que son testigos de una vida vivida con fe y sabiduría. Me miró con una sonrisa cálida y, con una voz suave pero firme, me dijo algo que jamás olvidaré: «Hijo, tú vas a ser un santo.»
Esas palabras me dejaron sin aliento. No sabía qué responder. ¿Por qué me decía eso? Yo no me siento digno de semejante afirmación. Pero en su mirada había algo más que palabras; había una certeza, una convicción que no parecía venir de ella, sino de algo mucho más grande. En ese momento entendí que ese mensaje no era un simple comentario, sino tal vez una invitación, un recordatorio de que la santidad no es un título reservado para unos pocos, sino un camino al que todos estamos llamados, un camino que comienza con la humildad de reconocer nuestra pequeñez y la grandeza de Dios.
El significado de la postración en mi vida
Desde aquel día, la postración en la parroquia Cristo Rey de Las Lomas se ha convertido en algo mucho más profundo para mí. Es un acto que no solo involucra el cuerpo, sino también la mente, el corazón y el alma. Es mi forma de hablarle a Dios sin palabras, de rendirme ante Él con todo lo que soy. En la postración, dejo de lado el ruido del mundo, las expectativas, los miedos, y me convierto en nada para que Él sea todo.
Ese gesto físico de bajar al suelo se ha transformado en un símbolo de mi vida espiritual. Cada vez que me postro, siento que estoy dejando atrás mi orgullo, mi autosuficiencia, mi deseo de control, y estoy abrazando la verdad esencial de mi existencia: soy un hijo de Dios, frágil, pero profundamente amado. En la postración, mi cuerpo refleja lo que mi alma anhela: humildad, entrega, comunión.
Un testimonio de transformación
Hoy, al mirar hacia atrás, entiendo que lo que ocurrió ese día fue mucho más que una experiencia física o emocional. Fue mi primer encuentro real con la postración, un momento en el que sentí la presencia de Dios de una manera tan real, tan palpable, que cambió mi vida para siempre. La postración me enseñó que la verdadera fuerza no está en levantarse con orgullo, sino en rendirse con humildad. Que la verdadera grandeza no está en ser visto, sino en desaparecer para que sea Dios quien brille a través de nosotros.
Y aunque no sé si algún día llegaré a ser un santo, como aquella señora me dijo, lo que sí sé es que cada día quiero caminar en ese camino. Quiero vivir una vida que refleje el amor de Dios, una vida de servicio, de humildad, de entrega. Porque en la postración aprendí que, al bajar al suelo, es cuando más cerca estamos del cielo.
Un camino de fe junto al Apostolado Ágape
Lo que comenzó como una experiencia personal se ha convertido en una misión compartida por miles de personas en todo el mundo a través del Apostolado de Grupos de Adoración en Postración Eucarística (Ágape). Fundado en 2017 por el Dr. Roger Parra, tras una revelación privada, este apostolado busca promover la adoración eucarística en postración como un acto de amor, reverencia y entrega a Jesús Sacramentado. En Venezuela, se inició y tiene su cuna la parroquia Cristo Rey de Las Lomas, donde esta práctica espiritual comenzó a consolidarse como un llamado universal a la entrega total ante el Santísimo Sacramento. Actualmente, más de 50,000 fieles se unen en oración, organizando postraciones a nivel mundial y transmitiendo en vivo encuentros de adoración tres veces por semana.
El Dr. Roger Parra ha plasmado esta experiencia en tres libros, dos de ellos eminentemente eucarísticos, con autorización nihil obstat y el respaldo de varios obispos. Estos libros han sido presentados en diversas instancias de la Iglesia, incluso en el Vaticano, destacando la profundidad espiritual y el impacto global de esta misión. Este apostolado, profundamente arraigado en la devoción eucarística, es un faro de espiritualidad que fomenta la paz, la conversión y la reconciliación de los pueblos. Cada postración es un recordatorio de que, en nuestra humildad ante Dios, encontramos la verdadera grandeza y la esperanza de un mundo transformado por el amor divino.
En la parroquia Cristo Rey de Las Lomas, las postraciones eucarísticas se realizan todos los jueves después de la Santa Misa, bajo la dirección espiritual del párroco, el Padre Laureano Ballesteros Blanco. Estas postraciones, organizadas con dedicación por los fieles del Apostolado Ágape, son una expresión de profundo amor y reverencia hacia Jesús Sacramentado. Este movimiento, que promueve la adoración desde una postura de humildad y entrega, se ha consolidado como un faro de espiritualidad que fomenta la paz, la conversión y la reconciliación de los pueblos. Cada postración nos recuerda que, al acercarnos con humildad a Dios, encontramos la verdadera grandeza y la esperanza de un mundo transformado por su amor infinito.
Conclusión
Aquel jueves, en Cristo Rey de Las Lomas, encontré mucho más que una práctica espiritual: descubrí un camino de entrega total y comunión con Dios que comienza con un acto tan sencillo como postrarse, pero que transforma profundamente el alma. La postración me llevó a experimentar la presencia real de Jesús Sacramentado de manera viva y tangible, y ese encuentro marcó un antes y un después en mi vida espiritual. Desde entonces, cada postración es un diálogo silencioso de amor, una rendición absoluta que me une al corazón de Dios.
La postración no es solo un gesto físico, sino una invitación constante a vivir en humildad, amor y servicio. En cada inclinación ante el Santísimo Sacramento, siento que me acerco más al cielo y a la promesa de un mundo renovado por el amor divino. Este testimonio es un humilde recordatorio de que, al rendirnos ante Dios, no solo encontramos nuestra verdadera esencia, sino también la esperanza de un camino hacia la santidad.
Es importante destacar a los integrantes del Apostolado Ágape en la parroquia Cristo Rey de Las Lomas, quienes hacen posible la organización de estas postraciones cada semana. Entre ellos se encuentran: Emilda Sánchez, Scarlet Méndez; Gladys Delgado, René Seijas, Cándida Varela, Gloria Ramírez, Gloria Balaguera, Naybeth Montenegro, Reyna Leal, Cecilia Rojas, Lourdes Zambrano, Waldo Guerrero, Yuliana Blanco, Hilda Navas, Ana Cristina Cortés, Mercedes Rodríguez y Ricardo Moncada Izquierdo. Cada uno de ellos, con su entrega y devoción, contribuyen a que estas postraciones sean un espacio de encuentro profundo con Dios, fortaleciendo la fe y la unidad espiritual de todos los participantes.
¡Al final, el Inmaculado Corazón de la Virgen María triunfará!
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Morales, P. (2025). Petición pastoral al Santo Padre León XIV sobre el proyecto educativo «Salve María Auxiliadora» Publicado: El Nacional. Mayo 24 de 2025. Enlace: https://www.elnacional.com/author/col-pedromorales/
Proyecto educativo: «Salve María Auxiliadora, economía de la salvación y de la felicidad verdadera»
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