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25 de noviembre de 2024
Por Julieta Cantos
Mi ausencia de más de dos meses, sin escribir en mi columna sobre esta pasión que siento por San Cristóbal, ha sido un aislamiento consciente para tratar de entender lo que observo y no comprendo. Fue inducida por una necesidad imperiosa de reflexión. Son tantas las ideas que bullen en mi mente, en torno a la ciudad, que necesite ese tiempo para tratar de ordenar los pensamientos y organizarlos con un lenguaje claro y pertinente, porque todas esas ideas, contrastan con lo que los ojos ven, el corazón siente, y el cerebro procesa.
En primer lugar, no son las edificaciones las que hacen la ciudad. Ellas son solo el caparazón. Son las personas las que a través de su vida, y las decisiones que toman de cómo vivir esa su vida, las que construyen la ciudad y le transmiten un lenguaje: el lenguaje de la ciudad…, que solo existe porque las personas lo crean a través de su vida cotidiana. De allí que las características que transmite un área rural son totalmente diferentes a las de un área urbana, y dentro de cada una de ellas, el desarrollo de las actividades productivas, de ocio y recreación, de educación y formación, por mencionar solo algunas, conforman lenguajes y espacios diferentes. Cierto es, que el ejercicio de pensar sobre nuestras realidades y posibilidades, permite entender que somos todos, responsables de tomar decisiones para nuestro mejor vivir, es decir los ciudadanos (que somos todos), los líderes: de comunidades, del poder local y regional, los diferentes sectores que influyen en la conformación de la estructura de ciudad que tenemos: empresarios, gremios, instituciones públicas y privadas… todos. La división entre lo público y lo privado, se ve presente en la tenencia de la tierra y en cómo se orientan en base a ella, los desarrollos y el crecimiento de la ciudad. Transporte privado vs transporte público, calle privatizada vs calle pública, mercados y pequeños comercios vs centros comerciales, servicios públicos vs servicios privados…es una lucha de poder entre la apropiación privada y la apropiación pública tanto de los espacios urbanos como de los servicios.
Y aquí quiero introducir un segundo elemento, en torno al presente y futuro de nuestra ciudad: una cosa es pensar y otra creer. El que piensa necesariamente analiza, discute, intercambia, proyecta…el que cree, espera con fé absoluta que lo divino se haga presente y resuelva.
En estos meses transcurridos desde que se eligió el cargo de Alcalde, no se ha visto presente ni al hombre, ni al funcionario, ni al ciudadano como doliente de la realidad de San Cristóbal. No hay respuestas a las diversas problemáticas planteadas. No hay estructura organizativa eficiente y coherente en la dirección del municipio, y por qué? Mientras esperamos que los dirigentes actúen aspiremos que la comunidad se organice. Llegó la hora de actuar como seres pensantes, capaces de generar proyectos e implementarlos. Empezar desde lo pequeño. Las organizaciones de base tienen la obligación, la responsabilidad de generar soluciones y empujar para que sus comunidades se apersonen y presionen a los líderes locales y regionales. Tienen la obligación de actualizarse, de estudiar, de aprender, de pensar. De dar y de exigir. La indolencia de la alcaldía ha llegado a su máxima expresión, la de las comunidades también, al permitir que sus organizaciones no se renueven, no se preparen, no asuman la problemática de cada sector.
Es fundamental, entonces, compartir criterios que puedan contribuir a construir ese lenguaje urbano común y necesario, para el buen vivir de todos y para todos.
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